Chereads / Tras el Velo / Chapter 4 - Capítulo 4: Preparativos para la primera noche

Chapter 4 - Capítulo 4: Preparativos para la primera noche

Cayó la noche, y Elaine y Clara regresaban a casa caminando, entre risas y recordando el día. Cuando llegaron a un cruce que dividía sus caminos, se despidieron con un fraternal abrazo, deseándose lo mejor.

Ya en camino a su apartamento, y sin nadie a la vista, Sandman se deslizó fuera del bolso de Elaine, buscando una charla más cómoda.

 

Vaya día tan ajetreado —dijo Sandman mientras se estiraba—. Espero no haber llamado demasiado la atención, aunque tengo que admitir que tu amiga Clara es de lo más enérgica. Es alguien agradable, aunque… algunas de sus bromas no me agradaron mucho —añadió con un desagrado visible.

 

Ni que lo digas —respondió Elaine, sonriendo—. Me alegra que se lleven bien.

 

Por cierto —agregó Sandman—, Clara preguntó por un nombre para mí mientras estabas durmiendo… ¿has pensado en uno?

 

Mmm… a decir verdad, no —Elaine se quedó pensativa—. Aunque… podría seguir llamándote Sandman, ¿no?

 

Vaya, qué poco creativa eres —replicó Sandman, decepcionado—. Por cierto, Rose te entregó su tarjeta. Seguro dejó un mensaje, ¿no?

 

¡Es verdad! —exclamó Elaine, sacando la tarjeta de su bolsillo—. Me pidió que la llamara esta noche.

 

Al llegar a casa, Elaine no perdió tiempo y marcó el número de Rose. Al otro lado de la línea, Rose contestó al instante.

 

Vaya que te tomaste tu tiempo… —dijo Rose, con su voz cargada de impaciencia—. Dime, ¿estás en casa?

 

Hola… sí, lo siento. Estoy en casa —respondió Elaine, algo desconcertada—. ¿Ocurre algo?

 

No te preocupes, solo necesito hablar contigo en persona. Iré para allá —dijo Rose antes de colgar abruptamente.

 

Elaine quedó perpleja ante la urgencia en la voz de Rose. No pasaron más de unos minutos cuando el auto de Rose se detuvo frente a su edificio. Elaine, esperándola afuera, la recibió sin demora.

 

Hola, niña. Es bueno verte de nuevo —dijo Rose mientras bajaba del vehículo—. Dime, ¿cómo te sientes? ¿Notaste algo extraño al despertar?

 

Bueno… —Elaine meditó unos instantes—. Desperté bien, pero al recordar el mundo de los sueños, se sintió extrañamente familiar… no empecé a cuestionar nada hasta que desperté.

 

Es normal —Contestó Rose— a veces solemos confundir que es la realidad y que no lo es dentro del plano onírico, la brecha es tan delgada que solemos tomar acontecimientos absurdos como lo más común — dijo, entrelazando los brazos con un suspiro de alivio—. En todo caso, me alegra que estés bien…

 

Sandman aprovechó para acercarse en su forma de gato.

Hola, querida Rose. Desde la tarde que no te veo —dijo en tono burlón.

Oh, eres tú, Sand ¿Ahora juegas a ser una mascota mimada? —replicó Rose, viéndolo decepcionada.

Puede ser —dijo Sandman, sarcástico—. En todo caso, viviría mejor que tú, ¿no? Pero basta de hablar de mí, dime… ¿encontraste algo inusual en tu investigación?

… Sí —dijo Rose, algo desconcertada—. Ayer volví a la escena del crimen y… no tiene caso explicarlo —se detuvo, como si tratara de ordenar sus pensamientos—. Entre los cuerpos que tu amiga describió, falta un sujeto. El rubio.

 

Elaine se erizó y retrocedió lentamente al oír esto…

 

Lo busqué por todas partes, pero no pude encontrarlo… el rastro se cortó —continuó Rose, frustrada—. Dime, niña, ¿tienes idea de lo que pudo haber sucedido con su cuerpo?

 

Yo… —Elaine empezó a temblar y murmurar—. Ese chico… fue destrozado por una cosa… idéntica a él…

 

Las palabras de Elaine dejaron a Rose y Sandman intrigados, pero decidieron dejarla continuar.

Primero… se acercó y lo tomó del cuello… luego se deformó y… le rompió la cabeza.

 

Elaine perdió la compostura, entrando en pánico. Sandman, tomando su forma original, la sujetó con suavidad, calmándola con un leve rocío de arena dorada.

 

Jumm… —murmuró Rose, pensativa—. Las pesadillas suelen tomar la forma de lo que más temes… Si no hay un miedo específico, evocan sonidos que inducen a ello… Dudo que ese chico se temiera a sí mismo, así que solo se me ocurre otra opción.

 

¿Te refieres a que debieron forzar sus emociones? —intervino Sandman.

 

Exacto… —confirmó Rose—. Puede que el miedo no fuera su punto débil, así que las pesadillas atacaron otra emoción más fuerte e instantánea: el pánico, burlándose de él adoptando su forma. Y forzándolo a experimentar un dolor y angustia frenética, Aunque… —Rose se detuvo a pensar—. Eso no explica el comportamiento tan agresivo que tuvieron… Jumm…

 

A pesar de sus reflexiones, Rose no podía encontrar una explicación lógica.

 

Bueno, no importa —retomó, con un tono más pragmático—. En todo caso, hoy será tu primer día en los campos del descanso, ¿no es así?

 

¿Eh? —Elaine se mostró confundida.

 

Así es—dijo Sandman—. Se refiere a que esta noche será tu primera experiencia trabajando con nosotros. Después de todo, tienes que demostrar tu inocencia.

 

Es verdad… lo había olvidado —respondió Elaine.

 

No hay de que alarmarse—dijo Sandman, saltando hacia adelante—. Mientras estés conmigo, velaré por tu seguridad. Lo más importante de esta noche es que te familiarices con nuestro mundo. Si tienes dudas, puedes preguntarme a mí, o en su defecto, a Rose —añadió, colocando su mano en el hombro de Rose.

 

Lo siento, Sand, pero esta noche no podrás contar conmigo —dijo Rose, apartando su mano.

 

¿Eh? ¿Por qué no? —Sandman parecía desmotivado.

 

Debo quedarme aquí por si aparece otra pesadilla en este plano —respondió Rose con seriedad—. En parte, quería pedirles a ambos que, si notan algo inusual en los campos del descanso, me lo informen. Puede que encontremos más pistas sobre cómo actúan estas pesadillas extrañas.

 

Dicho esto, Rose se dirigió a su auto para patrullar la ciudad.

 

Buena suerte a ambos esta noche, en especial a ti, niña. No te descuides, al igual que en este mundo, esas cosas pueden matarte en el plano onírico… Si ves que estás en peligro, no lo dudes y huye.

 

Con estas últimas palabras, Rose se retiró, dejando a Elaine con una creciente inquietud sobre lo que tendría que enfrentar esa noche.

 

Elaine y Sandman regresaron juntos al apartamento, donde la calidez del lugar contrastaba. Elaine, aún sumergida en sus pensamientos, comenzó a preparar sus cosas para el día siguiente. La rutina de organizar sus cosas y disponer la ropa le proporcionaba una sensación de normalidad que tanto necesitaba.

Después, decidió que una ducha podría ayudarle a despejar la mente. El agua caliente golpeó su piel, relajando la tensión que había acumulado, mientras los recuerdos y las dudas se mezclaban en su mente. Era como si el agua se llevara parte de sus preocupaciones, pero dejara otras enredadas en su interior. Sandman, por su parte, permanecía en la sala, sentado con las piernas cruzadas, observando cada rincón del lugar con curiosidad.

El apartamento, aunque pequeño, tenía un encanto peculiar. Las mesas y repisas estaban decoradas con cuadros con fotografías de tiempos pasados: imágenes de Elaine con sus padres y otras con su amiga Clara, capturando momentos de felicidad e inocencia. En los estantes, peluches de colores variados agregaban un toque infantil al lugar, contrastando con la seriedad de los recuerdos fotográficos. Todo en la habitación estaba cuidadosamente dispuesto, como si fuera una casa de muñecas, en la que cada detalle tenía un significado especial.

Cuando Elaine terminó de ducharse, se vistió con ropa cómoda y salió de su habitación para unirse a Sandman en la sala. Se sentó frente a él, ambos se quedaron viendo mutuamente sin decir una palabra, generando una ligera tensión.

Te noto ansiosa querida —dijo Sandman, inclinando la cabeza con duda hacia un lado.

A-ah, ¿sí? —Respondió Elaine tomándola desprevenida—. B-bueno… es que, después de lo que dijo la señorita Rose… ¿cómo no estarlo?

 

Claro, te entiendo —Dijo Sandman asintiendo—. Pero no tienes por qué temer. A diferencia de la vez anterior, hoy estaremos deambulando en otro mundo, mi mundo. —añadió, mientras sonreía de par en par.

 

La seguridad en la voz de Sandman disminuyó un poco los nervios que Elaine sentía. Había algo en él que transmitía confianza, una sensación de que todo estaba bajo control, al menos mientras él estuviera cerca.

Además —continuó Sandman—, tampoco tenía planeado enviarte al frente el día de hoy. Primero debemos conocer el lugar; después de todo, no puedes conocer un sitio con solo pasar una noche allí, ¿no?

Bueno… en eso tienes razón… —Dijo Elaine— Yo…

Antes de que pudiera continuar, Sandman la interrumpió con su habitual energía.

 

¡Bueno! Basta de cháchara. Lo mejor será pasar directo a la acción y no perder tiempo, hay mucho que debes conocer.

 

Con una destreza inesperada, Sandman se levantó y, sin previo aviso, tomó a Elaine en brazos. En un movimiento rápido, la llevó a su habitación y la acostó en su cama, cubriéndola con las sábanas de forma casi paternal. Se sentó a su lado y comenzó a tararear una suave nana, un canto arrullador que parecía estar hecho de susurros y polvo de estrellas.

Tranquilízate, todo estará bien —le aseguró Sandman con dulzura—. Una vez dormida, yo te esperaré del otro lado. Nos veremos en tu cuarto dentro del palacio de Morfeo. Dulces sueños, Eli…

Con un gesto casi ceremonial, Sandman esparció ligeros granos de arena sobre la frente de Elaine, mientras seguía tarareando. Elaine sintió cómo su conciencia comenzaba a desvanecerse, como si su mente se elevara por encima de las preocupaciones terrenales. Lentamente, sus ojos se cerraron, y la realidad del mundo despierto se desvaneció en un sueño profundo y reparador.

 

Pasó un tiempo, y Elaine abrió los ojos nuevamente. Pero ya no estaba en su acogedor apartamento, sino de vuelta en aquella enigmática habitación dentro del palacio de Morfeo, donde el sueño y la realidad se entrelazaban en formas que apenas empezaba a comprender.

 

En aquella habitación se encontraba esperándola Dóulos, paciente. Al instante, a través de un espiral nebuloso compuesto de polvo y arena emergió Sandman, saludando de forma amistosa a Dóulos.

 

Bienvenidos de vuelta, señorita Nox, Maestro Sandman —Saludó Dóulos, realizando una reverencia— Me alegra verlos de vuelta.

 

Igualmente, Dóulos —Respondió Sandman dándole una palmada en la espalda.

 

A pesar de la simpatía y formalidad de Dóulos, Elaine se mostraba distante, ya que no se sentía cómoda con él después de su juicio. Tanto Sandman como Dóulos se percataron de cierta inseguridad, pero no dijeron nada al respecto.

 

Los tres abandonaron la habitación, adentrándose en los largos pasillos del palacio de Morfeo. Elaine, aún temerosa, caminaba con cautela detrás de Sandman, observando con asombro el comportamiento del entorno. Esta vez, con más detalle, se percató de cómo cada objeto y criatura parecía tener conciencia propia, moviéndose y actuando con un propósito definido. Había relojes vivientes con formas distorsionadas que emitían un suave tictac en el aire, relojes de arena con múltiples caras y manos que giraban en direcciones opuestas, haciendo que la arena orbitara y se dispersara por los pasillos, e incluso lámparas de aceite vivientes, con cuerpos hechos de metal bruñido y cristal. Sus mechas ardían con una llama eterna, iluminando el palacio con una luz cálida y tranquilizadora.

 

Mientras avanzaban, una de estas lámparas comenzó a seguirlos en dirección a la salida del palacio. Sandman aprovechó el trayecto para conversar con Dóulos.

 

Dime, Dóulos, ¿Morfeo te ha dado indicaciones para hoy?

 

No, señor —respondió Dóulos—. Aparte de la tarea que le encargó a usted, referente a guiar a la señorita Nox, el gran Morfeo ha seguido en reposo desde entonces. Es probable que tenga grandes asuntos con los cuales lidiar.

 

Entiendo… —dijo Sandman, con una leve decepción en su voz—. Por cierto, ¿sabes si alguno de los evocadores está presente esta noche?

 

Lamento decirle que no, mi señor —respondió Dóulos—. Ninguno de los evocadores se ha presentado desde hace un tiempo aparte de la señorita Rose. Como de costumbre, solo está presente aquel visitante, el capitán Jones, que se encuentra en el Océano de la Inspiración.

 

Mmm… bueno, no nos será de tanta ayuda —dijo Sandman—. En ese caso, lo mejor será dirigirnos directamente a los Campos del Descanso. Fantasos deberá estar ansioso de conocer a un nuevo evocador.

 

Elaine escuchaba la conversación con cierta confusión, pero decidió no interrumpir. Al salir del palacio, un vasto jardín se desplegó ante sus ojos, los árboles, de formas retorcidas y colores imposibles, se alzaban como guardianes silenciosos, sus hojas susurrando secretos al viento. Enormes flores de pétalos iridiscentes flotaban en el aire, emanando un perfume que llenaba el ambiente de un aroma casi palpable.

 

Criaturas curiosas deambulaban por el jardín. Parecían arbustos andantes, con extremidades compuestas de ramas y hojas, sus cuerpos eran un entrelazado de naturaleza viva y magia antigua. Vestían largas togas tejidas con hilos de luz estelar, que brillaban tenuemente con cada movimiento. Sus ojos eran como pequeños orbes de nebulosa, en los que centelleaban luces que recordaban a estrellas lejanas. Portaban herramientas etéreas, fabricadas con fragmentos de constelaciones y cometas, con las que cuidaban el jardín, podando hojas o tallando formas en la tierra con cierta delicadeza.

El aire estaba cargado de una energía suave y vibrante, y Elaine sintió cómo sus sentidos se expandían en este entorno. Caminando por el jardín, se podía escuchar el murmullo de un arroyo cercano, cuyas aguas cristalinas fluían sin fin, reflejando aquel cielo nocturno. Mariposas de alas transparentes danzaban en el aire, sus vuelos trazando patrones complejos que desaparecían tan pronto como se formaban.

 

En el centro del jardín principal, se alzaba una estructura que recordaba a un foro griego, majestuosa y atemporal. Era una construcción de piedra blanca y roca, cada bloque pulido y trabajado con una precisión imposible para manos humanas. Los escalones descendían en espiral hacia un centro amplio y abierto. La vegetación circundante parecía fluir hacia la estructura, en una danza perpetua de naturaleza y arquitectura.

 

Descendieron hasta el corazón del foro, con Dóulos a la cabeza, y se colocaron uno frente al otro.

 

Será mejor que cierres los ojos —le sugirió Sandman a Elaine—. No querrás que la luz te ciegue.

 

Elaine, desconcertada, obedeció. De repente, el suelo comenzó a brillar, iluminándose desde los escalones más altos hasta el centro donde se encontraban. La luz se intensificó hasta que todo se volvió blanco.

 

Cuando Elaine abrió los ojos, se encontró en un lugar completamente distinto. El palacio de Morfeo había desaparecido, sustituido por una estructura derruida y cubierta de enredaderas y musgo, como si hubieran pasado milenios. Las criaturas del jardín también estaban allí, operando como si nada hubiera cambiado. Las flores iridiscentes seguían flotando, pero sus colores se habían vuelto más cálidos, con la luz de sus pétalos la cual seguía iluminando suavemente el entorno, otorgando una sensación de quietud.

 

Elaine miró al horizonte y se encontró con vastos campos verdes que se extendían más allá de lo que sus ojos podían alcanzar, un océano de hierba meciéndose al compás de un viento suave y constante. Pequeñas burbujas flotaban en el aire, reflejando la luz en un espectro de colores que parecía cambiar con cada parpadeo. Algunas burbujas danzaban con serenidad a través del pasto, mientras que otras se elevaban hasta perderse de vista.

 

Sobre todo, lo que más capturó su atención fue el atardecer eterno que dominaba el cielo. Un sol dorado, suspendido en el horizonte, derramaba su luz cálida sobre el paisaje, pintando los campos y las ruinas con tonos anaranjados y rosados. Era como si el tiempo mismo hubiera decidido detenerse para contemplar la belleza del lugar. Finalmente, habían llegado a los Campos del Descanso.

 

Muy bien, hasta aquí puedo acompañarlos —dijo Dóulos, deteniéndose en seco—. Debo volver para seguir ocupándome de los asuntos que me solicitó el gran Morfeo. No se preocupe, Señorita Nox, volveré tan pronto como decidan regresar al palacio. Elaine —corrigió ella con actitud decidida—. Sólo llámame Elaine, y… muchas gracias por traernos y acompañarnos, señor Dóulos.

 

El rostro de Dóulos se iluminó con una ligera sonrisa, claramente complacido por la confianza que Elaine mostraba hacia él. Con un gesto de despedida, el siervo se retiró, desvaneciéndose a través del portal por el que habían llegado.

 

Elaine y Sandman continuaron su camino, avanzando por las vastas praderas que se extendían como un mar verdeante bajo el eterno atardecer. A lo lejos, Elaine reconoció a los corderos que había visto en su juicio, correteando en grupo por el campo. No estaban solos; otras criaturas igualmente extrañas y majestuosas los acompañaban. Entre ellos, distinguió búhos acorazados con lanzas de oro, sus ojos brillando con una inteligencia tranquila. También había seres altos con cabeza de alce, cuyas astas se extendían hacia el cielo, y gatos silvestres de pelaje negro que se movían con gracia y sigilo.

 

Cada grupo parecía tener una formación propia, con corderos, búhos y alces flanqueados por uno o dos gatos que lideraban la marcha. Había un orden en su disposición, una armonía que hablaba de siglos de coexistencia. Sin embargo, cuando divisaron a Sandman, esa calma se rompió. Uno a uno, los grupos se detuvieron en seco, y un murmullo de emoción recorrió el aire. Los ojos de todos se volvieron hacia el hombre cósmico, y, como si fueran uno solo, corrieron a su encuentro. La noticia de su presencia se esparció rápidamente, y criaturas de todos los rincones comenzaron a congregarse, ansiosas por verlo.

 

A cierta distancia, cerca de otra estructura en ruinas, un joven búho se encontraba trabajando en silencio, puliendo su lanza con esmero. Este búho era diferente a los demás; sus facciones tenían un toque más humano, y su armadura, sencilla y desgastada, contrastaba con las más elaboradas que portaban otros. Al notar la conmoción a su alrededor, levantó la vista, observando cómo todos corrían hacia la misma dirección.

 

¿Qué está ocurriendo? —preguntó, dejando su trabajo por un momento.

 

¿No lo escuchaste? ¡El señor Sandman ha venido esta noche! —respondió otro búho, pasando a su lado con prisa.

 

Aquel búho tragó saliva, sintiendo un nudo de emoción formarse en su pecho. Sin pensarlo dos veces, se levantó y, como los demás, corrió para encontrarse con el gran Sandman.

 

En otro rincón del campo, una gata negra y peculiar descansaba perezosamente. En su pelaje, oscuro como la noche, se reflejaban brillos tenues de polvo estelar. Estaba disfrutando de su descanso hasta que un aroma familiar llegó a su sensible nariz. Olfateó el aire con curiosidad, y al reconocer el olor, se incorporó de un salto.

 

¡Oh! ¡Así que al fin volviste! —exclamó la gata, sus ojos brillando con un destello astuto, antes de salir corriendo para unirse a la multitud que se reunía en torno a Sandman.

 

Las criaturas se aglomeraron alrededor de Sandman, saludándolo y demostrando con entusiasmo lo mucho que lo apreciaban. Los corderos lo alababan como a un gran guerrero, mientras que los búhos lo veían como un igual, estrechando sus manos en un gesto de camaradería, agradeciéndole por estar allí con ellos. Elaine, por su parte, se sintió abrumada por la multitud. Tanta gente, o más bien, seres oníricos reunidos a su alrededor, le dio una clara impresión de la estima y veneración que Sandman inspiraba en su mundo. No cabía duda de que él era alguien realmente especial.

 

De repente, entre el ajetreo, una figura familiar apareció en el aire, proyectándose hacia Sandman. Era aquella gata, que se abalanzó sin dudarlo sobre su rostro, aferrándose a él con sus garras mientras exclamaba con voz aguda:

 

¡Hasta que al fin vuelves! ¡Maldito bastardo! ¿Cuánto tiempo pensabas dejarme aquí, esperando?

 

Los corderos jadearon sorprendidos y los búhos parpadearon, en un estado de shock ante la audaz escena. Elaine no pudo evitar abrir los ojos en una mezcla de asombro y enigma.

 

Sandman, aunque al principio se quedó inmóvil, recuperó la compostura rápidamente. Con paciencia y resignación, tomó a la gata suavemente, separándola de su rostro y sosteniéndola frente a él. La miró directamente a sus brillantes ojos estrellados y esbozó una sonrisa.

 

Lo siento, lo siento —dijo Sandman, con su voz rebosante de una suavidad que pocos le habían escuchado—. Sé que te hice esperar, Skía, pero ya estoy aquí, como te lo prometí.

 

Skía, con una expresión ofendida y su cola moviéndose con energía, respondió mientras empezaba a aruñar el aire en un claro gesto de reproche.

 

Eso veo, bastardo. ¡Y más te vale llevarme contigo esta noche! ¿Me oíste? —Sus garras afiladas cortaban el aire como pequeñas cuchillas, pero su tono, aunque molesto, tenía un deje de cariño.

 

El ambiente se relajó cuando los presentes comprendieron que esta era una escena habitual entre ellos, y las sonrisas y risas comenzaron a surgir.

 

Mientras tanto, a lo lejos, el joven búho de antes luchaba por abrirse paso entre sus compañeros para lograr ver a Sandman de cerca. Su insistencia comenzó a molestar a uno de los búhos mayores que estaba adelante, quien, irritado, empujó al joven con brusquedad, haciéndolo tropezar y caer aparatosamente frente a todos.

El murmullo que llenaba el aire se desvaneció de inmediato, dejando un silencio incómodo. Los presentes se apartaron, formando un pequeño círculo alrededor del joven caído. Con el rostro encendido por la vergüenza y el dolor en su cuerpo, el joven búho se levantó lentamente, sintiendo el peso de todas las miradas sobre él. Pero en lugar de una reprimenda, encontró la mano extendida de Sandman, quien lo miraba con una cálida sonrisa.

 

Vaya… creo que no nos conocemos —dijo Sandman, inclinándose ligeramente hacia el joven—. Debes ser uno de los guardias nuevos.

 

El joven búho, nervioso, se sacudió rápidamente el polvo de las plumas y se irguió, intentando mostrar una dignidad que apenas sentía en ese momento.

 

¡S-sí señor! —respondió con voz temblorosa—. ¡Soy nuevo dentro de los Campos del Descanso, señor!

 

Sandman asintió, llevándose una mano al mentón en un gesto pensativo.

 

Ya veo… —sus ojos brillaron con curiosidad—. Dime, ¿cuál es tu nombre, muchacho?

 

El joven búho parpadeó sorprendido, sin esperar que el gran Sandman se interesara tanto en él, y respondió de inmediato.

 

E-Elysion, me llamo Elysion, señor.

 

Oh… Entiendo… —Sandman sonrió ampliamente y, sin previo aviso, le dio una fuerte palmada en la espalda—. ¡Venga! ¡No hay necesidad de tanta formalidad! Jajaja, será un placer trabajar contigo, ¡Elysion!

 

El golpe amistoso casi hizo que Elysion perdiera el equilibrio de nuevo, pero esta vez se mantuvo firme, admirando la risa contagiosa de Sandman. Mientras Sandman continuaba su camino junto a Elaine, seguido por las demás criaturas, Elysion permaneció en su lugar, sorprendido pero animado por la amabilidad del hombre cósmico. Con renovada determinación, decidió acompañar al grupo en su trayecto.

 

Finalmente, llegaron a su destino, una colina coronada por unas ruinas que parecían desafiar la lógica con su geometría perfecta. Desde allí, se podía observar todo el horizonte en detalle, admirando la belleza interminable del lugar. El atardecer eterno bañaba todo con su luz dorada, mientras una suave brisa llevaba consigo el aroma dulce.

 

En el centro de aquel paraje, una figura casi celestial flotaba en medio de las ruinas. La presencia de aquel ser amalgamaba la serenidad de un pastor con la majestuosidad de una deidad antigua. Era alto y esbelto, y su figura parecía desafiar las dimensiones del entorno a su alrededor. Vestía una túnica etérea de tonos plateados y azules profundos, que fluía como el agua mientras se movía, adornada con patrones de estrellas y constelaciones que cambiaban y brillaban suavemente, evocando el cielo nocturno. Su rostro poseía una belleza serena y enigmática, con rasgos que recordaban a los de Morfeo, pero con una suavidad sacerdotal y femenina. Sus ojos, de un azul profundo como el agua, irradiaban calma y sabiduría, y su cabello largo y plateado, recogido en una coleta en constante movimiento, brillaba como un río de plata bajo la luz de las estrellas.

 

Lo más peculiar eran sus orejas, alargadas y ligeramente puntiagudas, asemejándose a las de un corderito, adornadas con delicadas joyas que reflejaban la luz de manera que parecía capturar y dispersar la energía de los sueños. A su lado, reposaba un báculo tallado en un material que parecía una mezcla entre madera antigua y cristal, grabado con runas que brillaban con una luz cálida. En su punta, una esfera luminosa emitía una luz suave, en sintonía con el pulso de los Campos del Descanso.

 

Aquel ser que reposaba en una quietud casi meditativa alzó la mirada hacia el horizonte, como si hubiera percibido la presencia de Sandman y Elaine antes de que ellos mismos llegaran. Aquel ser no era otro que Fantasos, el santo de los Campos del Descanso.

 

Los oniros se detuvieron al ver a Sandman y Elaine acercarse. Sandman, con un paso más adelante, avanzó hacia Fantasos y se arrodilló en señal de respeto.

 

Su santidad, he venido para hablar con usted —dijo Sandman, inclinando la cabeza.

 

Fantasos no respondió de inmediato, limitándose a girar su mirada hacia Sandman con una expresión indiferente y un sutil toque somnoliento, observándolo en silencio.

 

Sé que es muy repentino de mi parte —continuó Sandman sin levantar la mirada—, pero quería solicitar la bendición del Santo de los Campos del Descanso para formar un pequeño escuadrón que entrene con la señorita Nox... la nueva evocadora bajo el auspicio del gran Morfeo.

 

Al escuchar mencionar a una nueva evocadora, los ojos de Fantasos se abrieron de par en par, y su mirada buscó de inmediato a la mencionada. Al encontrar a Elaine, corrió hacia ella con un entusiasmo infantil.

 

Fantasos se inclinó hacia Elaine y comenzó a revolotear a su alrededor, examinándola con fascinación. Empezó a tomar mechones de su cabello, estirándolos y peinándolos con sus dedos largos y finos, mientras murmuraba en un susurro distorsionado que parecía mezclarse con el viento que acariciaba los campos.

 

Qué... hermosa... —susurró Fantasos con un brillo en sus ojos.

 

Elaine comenzó a sentirse incómoda ante la insistencia de Fantasos, quien parecía absorto en la belleza que tanto lo había cautivado. Cuando Fantasos tomó su rostro entre sus manos para observarla más de cerca, Elaine reaccionó instintivamente, empujándolo con firmeza, alejándose de él. La reacción causó un murmullo inquieto entre los oniros que observaban la escena.

 

Fantasos retrocedió, sorprendido, y la miró con curiosidad renovada. Elaine, con una postura defensiva, se preparaba para lo que pudiera suceder. Pero Sandman intervino, colocando su brazo entre ambos y enfrentándose a Fantasos con calma.

 

.. Como decía, su santidad —prosiguió Sandman—. Ella es la nueva evocadora bajo el manto del gran Morfeo, y a partir de ahora trabajará con nosotros. Por ello, solicito su permiso para formar un escuadrón y entrenar a nuestra nueva adquisición.

 

Fantasos, aún conmocionado, no dejó de mirar a Elaine, pero al notar la seriedad de Sandman, finalmente asintió con un gesto de aprobación.

 

¡Excelente! —dijo Sandman con una sonrisa, tomando la mano de Elaine y alejándola rápidamente del lugar—. Con su permiso, entonces, me tomaré la libertad de formar el escuadrón. Estoy muy agradecido por su bendición, su santidad.

 

Sandman y Elaine se apresuraron a descender la colina, mientras los oniros se apartaban a su paso. Algunos los seguían con la mirada, otros regresaban a sus tareas. Fantasos, por su parte, recuperó su compostura y lanzó una mirada enigmática a sus siervos, indicándoles que retomaran sus labores. Con ese gesto, los oniros se dispersaron y Fantasos volvió a su posición, sumido en sus pensamientos.

 

Mientras bajaban, Sandman susurró a Elaine sin apartar la vista del camino.

 

Lamento la actitud del Santo. Normalmente, él no reacciona ante ninguna gestión, sólo cuando algo o alguien despierta su extrema curiosidad... quién diría que también se interesaría en ti. En todo caso, no podíamos operar en este lugar sin su permiso, pero ya con su aprobación, podemos seguir adelante.

 

Elaine, aunque disgustada, sabía que era necesario presentarse ante Fantasos, pero de ser posible, preferiría no volver a acercarse a él.

 

Una vez abajo, Sandman reunió a un grupo de oniros que mostraron interés en formar parte del escuadrón, aunque algunos parecían desconcertados ante la idea de trabajar con una humana. Sin embargo, dado que era una petición de Sandman, ninguno se atrevió a negarse.

 

Muy bien... como sabrán, esta chica está bajo la protección del gran Morfeo y acaba de ser aceptada para operar en este lugar con la bendición de Fantasos. Quiero formar un pequeño grupo con algunos de ustedes para que me acompañen a entrenarla y formarla en este mundo. ¿Alguno se ofrece como voluntario? —preguntó Sandman.

 

Al principio, algunos oniros se mostraron motivados, pero también dudaban si debían participar. No obstante, quien aceptó sin dudar fue la gata Skía, que dio un paso al frente con orgullo.

 

Ya te dije que te acompañaría, ¿no? —dijo Skía—. Necesitarán un explorador si no quieren ser sorprendidos por alguna pesadilla, ¿y quién mejor que yo?

 

Las últimas palabras de Skía provocaron que varios otros gatos negros la miraran con molestia y le reprocharan su actitud, pero ella solo se rió de ellos y avanzó hasta estar al lado de Sandman.

 

Yo también los acompañaré —dijo uno de los alces, más alto que el promedio—. Necesitarán un canalizador para almacenar la energía onírica.

 

¡Nosotros también nos animamos! —dijeron al unísono un trío de corderos más pequeños que la media—. Le mostraremos a esta mocosa cómo trabajamos aquí.

 

Todos avanzaron y se pararon cerca de Sandman, llevando consigo su equipo.

 

Perfecto —dijo Sandman alegre—. Ahora sólo nos faltarían algunos guardias para defendernos en caso de peligro.

 

Tres búhos se animaron y se acercaron a Sandman, ofreciendo su ayuda con confianza. Sandman aceptó y agradeció su apoyo para este desafío, pero al observar detrás de la multitud, notó que Elysion, quien también parecía interesado en unirse, se retiraba al ver que el grupo estaba formado. Sandman se abrió paso entre el grupo y se dirigió a Elysion.

 

Oye tú —dijo Sandman—. ¿No te gustaría también formar parte de esta incursión? Eres nuevo, después de todo, y seguro que un entrenamiento de primera mano te vendría bien para mejorar tus habilidades.

 

Elysion mostró una mirada iluminada y aceptó la petición de Sandman sin dudarlo.

 

¡S-sí señor! Daré lo mejor de mí —respondió Elysion con entusiasmo.

 

Muy bien, ¿entonces qué esperas? Únete al grupo —dijo Sandman con una sonrisa cálida, dándole una palmada en la espalda como motivación.

 

Todos los del grupo se reunieron, formando un círculo mientras los demás oniros se retiraban silenciosamente del lugar. Uno por uno, comenzaron a presentarse ante Elaine, con un aire de solemne expectativa en el ambiente.

 

El primero en hablar fue el Alce. Con una inclinación leve pero elegante, su gran figura mostraba una serenidad que contrastaba con su tamaño imponente.

 

Será un gusto trabajar con usted, señorita —dijo, con su voz profunda resonando con tranquilidad.

 

Elaine, algo nerviosa, respondió con una sonrisa tímida.

 

Claro… el gusto es mío.

 

La atmósfera cambió repentinamente con la aparición de los corderos. Uno de ellos, con un tono desafiante, la miró directamente a los ojos.

 

Más te vale no estorbar y estar atenta —gruñó.

 

¡Sí! No somos muy buenos repitiendo instrucciones —añadió otro, con una sonrisa traviesa.

 

¡Exacto! … espera, ¿qué dijiste? —preguntó el último, claramente confundido

 

Antes de que pudiera responder, los otros dos corderos le dieron un ligero golpe en la cabeza, como si esperaran arreglar su memoria con ese gesto. Elaine no pudo evitar soltar una risa contenida mientras los corderos se alejaban, murmurando entre ellos.

 

Skía, la gata negra, pasó junto a Elaine, sus movimientos fluidos y su pelaje brillante irradiaba un aura de orgullo. Al detenerse, la miró con una mezcla de recelo y desaprobación.

 

Más te vale estar a la altura —dijo con voz baja pero firme—. No querrás defraudar a Sandman y perder la fe que él tiene en ti.

 

Sus palabras, aunque dichas en tono bajo, calaron profundo en Elaine, dejándola con una sensación incómoda en el pecho mientras observaba a la gata alejarse con la misma gracia silenciosa con la que había llegado.

 

Por último, Elysion se acercó a ella. Su figura, más distante que la de los demás, irradiaba una frialdad que parecía deliberada. Para él, los humanos seguían siendo criaturas de las que debía desconfiar. Durante un instante, el silencio se apoderó de ambos, creando una tensión palpable. Finalmente, Elysion rompió el silencio, apretando con fuerza la lanza que sostenía.

 

¡Esforcémonos juntos! —dijo con determinación, aunque su tono parecía forzado.

 

Elaine, sorprendida por la súbita energía en su voz, asintió rápidamente.

 

¡S-sí!

 

Con las presentaciones hechas, Skía tomó la delantera, seguida de cerca por Sandman, todos comenzaron a avanzar en formación hacia uno de los puntos del Campo del Descanso. Los búhos se posicionaron en los extremos, adoptando posturas de defensa, mientras el Alce cargaba una gran mochila en su espalda, con pasos pesados pero seguros. Los tres corderos iban acompañados de una carretilla, aparentemente tirada por algo invisible, con una gran manta que ocultaba los artilugios que llevaban.

 

El viaje hacia su destino fue breve, pero el paisaje era tan vasto y cambiante que parecía extenderse eternamente. Al llegar a un campo abierto, Elaine levantó la vista y quedó atónita. Burbuja tras burbuja flotaba en el aire, algunas gigantescas, otras más pequeñas, todas emitiendo una luz tenue que parecía respirar con vida propia. La visión era abrumadora, y a medida que se acercaban, las burbujas se volvían más grandes, casi aplastantes en su magnitud.

 

Sandman junto a Skía se detuvieron para evaluar cada una con cuidado, hasta que sus ojos se posaron ante una burbuja en particular, no tan intimidante como las demás, pero aún imponente.

 

Muy bien, esta nos servirá para iniciar —anunció Sandman.

 

Mientras Sandman observaba la burbuja con los brazos cruzados, el resto del grupo se puso en acción. Los corderos sacaron herramientas de la carretilla: objetos que parecían hechos de estrellas y sombras, brillando con una luz que desafiaba la comprensión. El Alce, con movimientos meticulosos, colocó grandes frascos de vidrio junto a los corderos, como preparándose para contener algo invaluable. Los búhos empezaron a murmurar palabras arcanas a sus lanzas, que se envolvieron en un brillo dorado. Elysion, con cierta torpeza, intentaba replicar el ritual, mientras que Skía se limitaba a estirarse, como si la tarea que tenían entre manos no fuera más que una molestia pasajera.

 

Elaine observaba todo atenta. Aunque cada movimiento parecía ensayado, se sentía como una extranjera, no podía evitar sentir una mezcla de curiosidad e incertidumbre al ver cómo todos se preparaban meticulosamente para lo que parecía ser una tarea compleja.

 

Descuida —dijo Sandman, acercándose a ella—. Te iré explicando todo una vez estemos dentro. Es difícil enseñar si no tengo con que mostrarte.

 

Elaine asintió, acercándose con cautela a la burbuja que Sandman había señalado. Al mirar dentro con mayor detenimiento, pudo distinguir una figura en posición fetal descansando en su interior. Para su sorpresa, se trataba de un humano. Elaine retrocedió instintivamente, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda. Sandman, sin embargo, se acercó a ella y la detuvo, posando su mano en uno de sus hombros.

 

Bueno, creo que sí puedo explicarte esto —dijo Sandma—. No tienes por qué asustarte. Tal y como lo ves, se trata de una persona, pero no está atrapada en nuestro mundo. Todas las burbujas que flotan aquí son personas y seres de tu mundo. Cuando descansan, su conciencia trasciende y llegan a este plano, al Campo del Descanso. Aquí, expulsan la energía onírica que acumulan durante el día, pero la energía que expulsan no es suficiente. Aquí es donde entra nuestro equipo para extraerla de forma efectiva.

 

Todo está listo, señor Sandman —anunció el Alce.

 

Perfecto, entremos entonces de una vez —respondió Sandman.

 

Con un gesto protector, Sandman tomó a Elaine entre sus brazos mientras el Alce se acercaba a la burbuja y canalizaba su poder a su alrededor, haciendo que esta emitiera un brillo cegador. Los corderos, con sus herramientas listas, se aproximaron al Alce, preparándose para lo que vendría.

 

¡Prepárense todos! —ordenó Sandman.

 

Al unísono, todos cerraron los ojos, y de repente, el lugar se llenó de una luz blanca que lo cubrió todo, impidiendo ver más allá del horizonte. Cuando Elaine volvió a abrir los ojos, ya no estaban en el campo, sino en un sitio distinto, aunque extrañamente familiar.

 

Se encontraban en un pasillo blanco que parecía pertenecer a una escuela secundaria. A través de las ventanas, se vislumbraba un paisaje verde que se difuminaba en los bordes, dando una sensación peculiar. Lo más curioso era el suelo del pasillo, cubierto de pasto y flores que se mecían suavemente con una brisa invisible.

 

Los demás seguían en posición de guardia, vigilantes. Elaine, desconcertada, giró la cabeza hacia el Alce y notó que dentro de la burbuja la figura humana se hacía más clara. Era un chico joven, vestido con uniforme de secundaria, quien parecía estar inmerso en su propio mundo, ajeno a la presencia de los intrusos. A su alrededor, sombras con formas humanas interactuaban con él, formando un espectáculo fascinante y a la vez inquietante.

 

El aire en el pasillo vibraba con una tensión invisible, como si algo estuviera a punto de suceder. Elaine sintió un escalofrío recorrer su espalda, y cuando su mirada se cruzó con la de Sandman, supo que el verdadero desafío estaba por comenzar.

 

El grupo se preparó, atentos ante cualquier perturbación, conscientes de que lo que les esperaba en ese extraño lugar era impredecible. Y, sin embargo, con la sombra de lo desconocido acechando en cada esquina, todos se encontraban preparados para confrontar cualquier infortunio.