Ese día había agradecido al cielo por enviar al padre de Marianne a mi puerta justo cuando el padre de Isabela había venido a pedir nuestra boda.
Si ese día el padre de Isabela no hubiera estado allí, habría rechazado a Marianne sin importar lo que su padre me ofreciera.
Si no fuera por ella, tampoco me habría casado con Marianne. Marianne no era más que un peón, para hacer creer al mundo que me casé con ella por el dinero. Para que nadie pudiera obligarme a casarme con esta serpiente, Isabela.
Si su padre no hubiera venido ese día con una propuesta de la mano de Isabela, no habría dicho sí a Marianne con tanta prisa. Ahora que lo pienso, solo para salvarme de caer en el pozo, salté desde la colina. Qué similares eran ambas situaciones.
Pero era una buena oportunidad, dejar que ambas se enfrentaran y se expusieran, entonces encontraría una forma de ejecutarlas a ambas y viviría una vida pacífica.