—Rosalie
Dudé un poco antes de entrar, pero sabía que Alios nunca tenía la culpa. Era un buen chico. Probablemente ni siquiera recuerda lo que pasó hace todos esos años, pero aun así, me recordó. Y quiere verme de nuevo, ¿no es eso suficiente?
Abrí la puerta y entré a su lugar de trabajo. Estaba de pie en el mostrador y al oír la puerta, me miró.
—¡Rosy! —Se le iluminó la cara.
—Hola, Alios —le devolví el saludo con la mano—. De verdad viniste. Me alegro —me dedicó una sonrisa—. Eso significa que no me odias, ¿verdad?
—No. No lo hago —negué con la cabeza—, nunca lo hice.
—Menos mal —siempre tuve miedo de que lo hicieras. Luego miró a su alrededor. No había clientes en ese momento, así que me hizo un gesto para que me acercara—. No puedo venir a sentarme contigo, así que tendremos que hablar así —luego echó un vistazo a la puerta trasera que lleva a la zona de descanso de los empleados—. Vale. No hay señales del jefe. Así que, ¿espero que la vida te haya tratado bien?