Lily tenía ocho años, le encantaba pasar tiempo con su familia pero hoy, de todos los días, estaba sola en la casa.
Era el cumpleaños de su padre pero ninguno de los miembros de la familia estaba en casa, ¿cómo iban a celebrar?
Suspiró y rodó por el suelo para llegar al lado más fresco.
—Estoy tan aburrida— miró al techo. —Mami— llamó a su madre que no estaba allí y esperaba que ella traiga las cosas para el cumpleaños.
Entonces Lily se levantó y tomó el teléfono de la casa para hablar con su papá.
El teléfono sonó un rato pero él no contestó. Decepcionada, colocó el auricular de nuevo y trotó de regreso al salón para acostarse en el fresco suelo otra vez.
Justo cuando se acostó en el suelo el teléfono sonó, ella se levantó de un salto y corrió a contestarlo.
—¿Hola? —contestó ella.
—Hola princesa —era su padre—. ¿Llamaste?
—Sí. No hay nadie en casa. Así que me aburría.
—¿Dónde están tus hermanos y tu mamá?
—Mami llevó a Leo y a Theo al hospital.
—¿Al hospital?