Días después, cuando estaba saliendo para la escuela, mamá vino corriendo hacia mí —¡Lexus! —gritó y yo me giré—. ¿Tu papá hizo esto? —Al mirar sus manos noté que sostenía la camisa quemada.
Debí haberla tirado...
—Sí —respondí y ella entró en pánico, agarrando mis brazos me giró y levantó mi camisa, luego jadeó.
—Dios mío... —Retrocedió—. Lexus, ¿por qué no me lo dijiste?
Volví a acomodar mi camisa —Realmente ninguna razón.
—Podríamos haber tratado eso...
—Eso costaría demasiado, los tratamientos son caros mamá, déjalo estar.
—Lexus...
—Me voy ahora, si no llegaré tarde —Empecé a moverme, luego me pausé y miré atrás—. Y- ah, voy a pasar más tiempo en casa de un amigo. Volveré a casa, de vez en cuando.
—Está bien... ¿Quieres que se lo diga a tu padre?
Asentí. Ella me miró un poco extrañamente, había algo en sus ojos pero no pude precisarlo.
Pero no me preocupé mucho por eso, todo lo que necesitaba era alejarme de aquí y pasar más tiempo en casa de la abuela.