—Lleva a tus hombres —le dije a Kururi—. No dejes que ninguno de ellos entre en nuestro perímetro.
—¡Sí, jefe! —Se fue inmediatamente después de la orden.
—¿César? —Lo miré—. Quédate de guardia en el puesto de control exterior.
Asintió.
—Iré con él —dijo Nora.
César la miró mientras todos estábamos de pie en el techo plano de la mansión y negó con la cabeza.
—Iré solo —dijo César, pero Nora ni siquiera lo miró, mantuvo sus ojos en mí ya que yo era el jefe.
Su mirada era intensa. Podía decir que quería quedarse con César.
—Está bien. Irás con él.
—¡Sí señor! —Ella se fue inmediatamente y César me miró.
—¡Arius!
—César —suspiré—, ella habría ido contigo incluso si le hubiera dicho que se quedara quieta. Lo mejor que puedes hacer es quedarte con ella —miré el cielo—. Es una mujer fuerte.
César suspiró y se fue detrás de ella.
Busqué en el cielo la respuesta que estaba esperando. Todavía no han llegado.