—Tú... ¿Qué diablos estás haciendo? No... Déjame... ¡Estoy cansada! ¿No puedo descansar un poco? —Savannah comenzó a forcejear, pero apenas podía moverse ya que estaba firmemente sujeta por su mano.
Tomando una respiración profunda, solo pudo cerrar los ojos, esperando que la tormenta la atravesara como lo que había tenido unas horas antes en el coche.
Cinco segundos pasaron...
Diez segundos pasaron...
Medio minuto pasó...
Se dio cuenta de que él no estaba haciendo nada malo, y...
Vino una sensación fresca y cómoda en su muslo, y la fragancia de un ungüento, que era como el aceite refrescante que su padre le pasaba en el tobillo torcido cuando era niña.
Él estaba masajeándola en su parte íntima con el ungüento; su movimiento era simple y suave.
Su corazón se llenó de un calor indescriptible, que no había sentido en mucho tiempo desde antes de vivir en la casa de su tío.
Pero hoy, sintió eso de parte de Dylan...