—No te conseguimos nada nuevo, Estrella, lo siento, no supimos qué comprar —dijo uno de sus primos.
—El que estén aquí ya es un regalo suficiente —ella les sonrió, a todos ellos.
—Sabía que dirías algo así —Reed le devolvió la sonrisa.
—Aun así, tengo algo para ti. Iba a dártelo el otro día, pero me convencieron de esperar hasta hoy —Bailey miró entonces a mi hermana, su nueva pareja, y sonrió—. Pero esta caja está llena de cosas de tu madre. Las tomamos del ático de la casa cuando nos fuimos. Siempre esperamos sacarte de esa casa algún día y queríamos tener estas cosas para ti. No las hemos revisado, ni una sola vez. Quería guardar ese honor para ti.
Bailey le entregó la caja entonces. Era un pequeño baúl de madera antigua, quizá de un pie de lado a lado, ocho pulgadas de frente a atrás, y quizá 6 pulgadas de arriba abajo. No era muy grande, pero podría contener muchas cosas, considerando todo. Y parecía realmente caro.