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—Oh Dios mío. Oh Dios mío. ¡Oh Dios mío! —Las palabras simplemente se repetían una y otra vez en mi cabeza mientras entraba a mi habitación.
—Oh Dios mío. Oh Dios mío. Oh Dios mío. ¿Qué acabo de hacer? ¿Qué acabo de permitir que pasara?
—Acabo de dejar que Artem me besara. Sin mencionar que había dicho que sí cuando me pidió salir con él, en una cita. Solo nosotros dos.
—¿Qué íbamos a hacer en una cita? ¿Qué se supone que debía hacer? Estaba perdida y mi mente no paraba de correr.
—Estaba cansada, pero ya no. Había querido ir a la cama, pero ahora no podía. ¿Cómo podía esperar dormirme después de eso?
—Necesitaba pensar en esto. Necesitaba intentar entender lo que acababa de suceder. Necesitaba hablar con Chay.
—Quizás ella podría explicarme algo de esto. Tal vez sería capaz de decirme qué demonios acaba de pasar aquí, porque yo ciertamente no tenía idea.