Así como Elías había engañado a Adeline, ella hizo lo mismo. Cuando cayó la noche, comió su cena de prisa y sin él. Un nuevo grupo de criadas entró tan radiantes como Jenny, pero con la experiencia de Jean. Si sabían que su Reina era humana, no lo mostraban.
Mientras la bañaban, con cuidado y delicadeza, Adeline se preguntaba si Elías las había atemorizado para que la respetaran. Bajaban sus miradas y nunca las levantaban, incluso cuando los humanos eran inferiores a su especie.
—Gracias —dijo Adeline agradecida después de que la vistieran bien y peinaran su cabello.
Las manos de las criadas temblaron de sorpresa, casi soltando el cepillo de sus manos. El Rey las llamaba por sus nombres, pero nadie en el palacio les ofrecía gratitud, excepto una chica humana.
—Por favor, Princesa, no tiene que agradecerme —le habían dicho las criadas.