Adeline observaba cautelosamente la puerta. ¿Quién podría ser? Solo había una forma de averiguarlo.
—Adelante —ella llamó.
Al instante, se abrieron las puertas. Sus ojos se abrieron de par en par, sorprendida.
—¡Liddy! —exclamó Adeline, mientras bajaba de la plataforma y se dirigía hacia su querida amiga.
Lydia Claymore también estaba vestida a la perfección. Llevaba un vestido color marfil con hombros descubiertos que revelaba su delgado cuello. Sus mangas eran transparentes y acampanadas, deteniéndose en sus codos. Margaritas con tallo verde trepaban por los bordes de su vestido de múltiples capas, creando la ilusión de una diosa saliendo de los prados.
—No pensé que vendrías —dijo Adeline, con el corazón acelerado. Estaba llena de alegría de no tener que soportar este aburrido baile sola. Al menos, su única amiga estaría a su lado.