—¿Papá? —Lydia llamó, chasqueando sus dedos frente a su rostro.
Poco después de que Lydia hubiera hecho su pregunta sobre si su padre permitiría que Adeline residiera en la finca principal de los Claymore si ella huyera del castillo, su padre quedó con una mirada vacía en su cara. Notó que sus ojos estaban vidriosos. Estaba físicamente sentado con ella, pero no estaba mentalmente presente.
—Lo siento —respondió Leonard al instante—. ¿Qué acabas de decir, cariño?
Lydia frunció un poco el ceño.
—Pregunté si acogerías a Adeline
Un fuerte zumbido la interrumpió.
Leonard levantó un dedo, pausándola. Pulsó el botón de llamada cerca de su teléfono, e instantáneamente se oyó la voz estoica de su secretaria.
—Presidente Claymore, la reunión de las subsidiarias del este comenzará en menos de diez minutos.
Los hombros de Lydia se hundieron en decepción.