Gimiendo internamente, Eltanin tomó el montón y lo arrojó a la basura, y luego les prendió fuego. Mientras el fuego ardía en la basura, él remangó sus mangas deteniéndose justo debajo de sus codos y luego le ayudó con los pantalones enrollándolos en su cintura y atándolos con un cordón para asegurarlos. Podía sentir que ella se retraía, su cuerpo tenso.
Una vez vestida con su ropa, él se alejó para admirar su trabajo y la encontró parpadeándole con ojos de búho como si le estuviese preguntando '¿qué ahora?'.
La garganta de Eltanin hizo un movimiento. ¿Podría ella ser más adorable? Sus pensamientos se aceleraron ante el hecho de que esta delicada pieza iba a quedarse sola en las dependencias de los sirvientes y eso le provocaba ansiedad.
—¿Qué tengo que hacer, Su Alteza? —preguntó ella. Sus hermosos ojos azul-verdosos estaban fijos en él.