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Se preguntaba si siquiera estaba preparada para el papel que se suponía debía interpretar. No había absolutamente ninguna señal de que el rey fuera el avatar de Dios. Era un hombre completamente sin vergüenza. ¿Eran los dioses sin vergüenza como él y además tan pegajosos? Se le calentaron las mejillas al recordar cómo la atrajo hacia su regazo y la hizo comer de su mano. ¿Quién hace eso? Empezó a sospechar que él había descubierto su misión y la estaba engatusando al ser tan atento, para que ella revelara su propósito. Su inocente corazón no podía pensar que el rey tuviera alguna otra misión.
—¡Noooo! —otro grito retumbó por el corredor mientras más sirvientes eran arrastrados afuera.