—¿Te caíste? —preguntó con voz baja llena de ira. Ella asintió. Su respiración se volvió superficial mientras sus hombros se tensaban.
—¿Alguien te lastimó? Otro asentimiento. Iba a matar al bastardo con sus colmillos y ofrecería su sangre a los pies de ella.
Ella asintió con reticencia.
—Espera aquí para mí. No te atrevas a salir de aquí. ¡Vuelvo enseguida! —Con los labios temblorosos, dijo.
—Pero
—¡Es una orden! —Enfadado, la interrumpió.
—Sí, Su Alteza —dijo ella, sometiéndose a él.