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En la mansión, Amelia llevaba puesto un hermoso vestido, pero sostenía una muñeca desgastada en sus brazos. Jorge la guiaba escaleras abajo y detrás de ella iban Andrés, Chris y Enrique. Nadie vio que había un espíritu siguiendo detrás de estas personas. Elmer se apoyaba en la barandilla de las escaleras y sonreía a Amelia. —Afortunadamente, llegué a tiempo... —murmuró.
En ese momento, la luz repentinamente brilló y se centró en Amelia. Elmer levantó las cejas y chasqueó los dedos. La luz se tiñó instantáneamente con una capa de aura inmortal. El vestido rosa de Amelia se iluminó como un cielo estrellado, hermoso y esplendoroso. Además de eso, su cuerpo parecía estar envuelto por luz sagrada, haciendo que su rostro se viera aún más pálido, como una hada que había caído al mundo mortal.