Entrada de diario
Ya pasaron un varios días desde aquella noche
Y aunque agradable fue el sueño que me cedió mi mente al día siguiente el tormento precedió al futuro
Puse música en mis audífonos y salí a correr como siempre está vez había una lluvia ligera así que me lleve un impermeable
Y Con una cara más dormida que despierta empecé mi trote, todo era normal, las casas y las tenues luces que parecían desvanecerse con el tiempo
Los días de lluvia son difíciles para alguien que quiere siempre un día soleado
la lluvia cayendo en mi cara hacia el trabajo de correr más difícil, recuerdo que en ese momento pensé
Arthur - (no quiero rendirme)
Hoy no es el día, aún puedo correr
La angustia y tristeza que sentía debido a las duras noches que he estado atravesado se hicieron parte de la escena
Arthur - (no quiero perder la chispa que me dió) mientras intentaba secar mis lágrimas sin éxito alguno, no sé si resbale o cayó mi pie en un agujero pero…
Recuerdo estar tendido en el suelo un rato, no tenía el valor para abrir los ojos y enfrentar el fracaso, aún así tomé valor y cuando tuve el leve amago de levantar mi cabeza oí una voz.
…
Ana lo encontró así, su figura desdibujada por las cortinas de agua que caían del cielo gris. Se apresuró hacia él, sus propios zapatos chapoteando en los charcos.
Ana - Arthur, ¿qué haces aquí? - me preguntó con voz suave pero preocupada mientras se agachaba a mi lado.
Levanté la vista con dificultad, mis ojos oscuros y cansados encontraron los de Ana, llenos de preocupación.
Arthur - No lo sé, Ana - respondí con un suspiro. - Simplemente... no podía más.
Ana me extendió la mano, y después de un momento de vacilación, la tomé. Con esfuerzo, me ayudó a levantarme. La lluvia seguía cayendo, implacable, pero el calor de la mano de Ana en las mías me proporcionaba un pequeño consuelo.
Vamos, vamos a buscar un lugar seco - dijo Ana, guiándome hacia un pequeño refugio bajo un árbol grande y frondoso.
Una vez allí, Ana me miró con preocupación y seriedad.
Ana - Arthur, ¿qué está pasando? - preguntó. - ¿Te sentiste mal acaso?
desvíe la mirada, sintiendo el peso de mis propias expectativas y el miedo al fracaso.
Arthur - No sé si puedo lograrlo, Ana - dijo finalmente, su voz apenas un susurro. Mis ambiciones... parecen tan inalcanzables ahora. Todo lo que quería, todo por lo que luché... se siente tan distante.
Ana me observó y con los labios apretados dijo:
Arthur, todos tenemos momentos así - dijo con suavidad. - Momentos en los que nuestras ambiciones parecen demasiado grandes, demasiado imposibles. Pero eso no significa que debamos rendirnos.
La mire y con ojos cansados y un evidente estado mental le dije;
¿Y si no soy lo suficientemente bueno? - pregunte
Ana apretó su mano con más fuerza.
Ana - La grandeza no se mide por los éxitos, sino por la persistencia, por la capacidad de levantarse después de cada caída - dijo - Tus ambiciones son una parte de ti, y tú tienes la fuerza para perseguirlas, incluso cuando el camino es difícil.
Arthur - sentí esa chispa de esperanza en sus palabras, una pequeña luz en la oscuridad de mi mente.
Arthur - Gracias, Ana —dijo, su voz más firme—. Realmente lo necesitaba.
Ana sonrió, el alivio reflejado en sus ojos.
Siempre estaré aquí para ti, Arthur. No estás solo en esto.
Mientras la lluvia empezaba a disminuir, Arthur sintió que el peso en su pecho se aligeraba un poco. Con el apoyo de Ana, sabía que podría enfrentar sus miedos y seguir adelante, un paso a la vez.