— ¿Y así de loco fue? ¿Nadie hizo nada una vez que se enteraron de la situación?El hombre, ya bastante afectado por la bebida, se balanceaba sobre su asiento en el mini bar al aire libre. Emitió un desagradable sonido de garganta antes de tragar. Con un esfuerzo exagerado, abrió los ojos y jugueteó con el vaso, rebobinando su historia en su mente.Sintió cómo su lengua se entumecía y negó con la cabeza, arrastrando las palabras.— Ni una sola persona me creyó, y juro que lo vi todo... — Su cabeza se balanceó peligrosamente hacia adelante, pero su compañero de bebida, igualmente borracho, pero más sereno, no se inmutó. — Todas esas personas muertas salieron de portales mágicos, y hubo algunas que simplemente se levantaron y se fueron.— De verdad... — Comentó el otro hombre con una mezcla de incredulidad y somnolencia en su rostro. Aplaudió lentamente y enarcó una ceja. — Los del pueblo pueden no creerte, pero, ¿Los guardias del señor feudal?, Esto me huele a algo muy raro.— ¡Eso, eso! ¡Yo también lo pensé! — Afirmó triunfante el hombre más borracho, levantando su vaso. Había pasado toda la noche bebiendo, y el vendedor había comenzado a servirles agua en secreto para calmarlos. — Hubieras visto sus caras... ¡Estaban de piedra! Me dijeron que solo podía haber visto tonterías porque estaba borracho. ¡Tonterías su abuela...!— De verdad... — Repitió el segundo hombre, con una curiosidad tranquila. Revolvía el agua de su vaso, prestando una atención incómoda al contenido. — ¿Y cómo es que se levantaron esas personas que, según tú, estaban bien?, Había muchísima gente muerta allí en la colina. Ni siquiera la escéptica de mi esposa se cree ese cuento de que fue un asesinato en masa de un momento a otro.El hombre más borracho, con un gesto de súbita claridad en sus ojos nublados, se inclinó hacia su compañero. Parecía recordar algo crucial, algo que había pasado por alto. Bajó la voz, casi hasta un susurro, y se acercó al otro hombre, con un aire de confidencia conspiratoria.— Los guardias se pusieron muy serios cuando lo dije. — Murmuró, temeroso de pronunciar las palabras en voz alta. —A su alrededor, la actividad matutina continuaba sin pausa. Los mercaderes pregonaban sus productos, los niños corrían y jugaban, y las mujeres charlaban mientras compraban en el mercado. El susurro del hombre parecía un secreto escondido entre el bullicio, un cuchicheo inaudible frente al trajín del mundo.El hombre más sereno, aun revolviendo su vaso de agua, levantó la vista con una expresión de sorpresa contenida. Sus ojos se estrecharon, intentando comprender la gravedad del secreto.— ¿Es cierto? — Preguntó, manteniendo su voz baja, pero con una curiosidad penetrante. —El primer hombre asintió con firmeza, su rostro serio a pesar de la borrachera.— Sí, sí. Te lo juro. Creía que me iban a arrestar solo por mencionarlo. Pero... — Hizo una pausa, como si aún no pudiera creer lo que estaba diciendo. — creo que las personas que vi levantarse e irse, eran Shinobi.El hombre más sereno se quedó en silencio por un momento, procesando la información. La revelación colgaba en el aire entre ellos, un peso invisible que parecía afectar incluso a la atmósfera alrededor del pequeño bar.La mención de los Shinobi, seres envueltos en misterio y poder, cambiaba todo lo que sabían; todo lo que pensaban que entendían sobre lo sucedido en la colina.La gravedad de la información era palpable. Si la teoría de que los ninjas habían salido de los portales resultaba cierta, el asunto se volvía más serio de lo que podían manejar. Como civiles, sabían que lo más prudente era guardar silencio y mantenerse al margen. Entrometerse en asuntos de ninjas nunca traía nada bueno, y la discreción era su mejor defensa.Ambos hombres dirigieron la vista hacia una de las calles más concurridas, donde la actividad parecía haber aumentado. El hombre más sobrio comentó en voz baja, consciente de la presencia de posibles oídos indiscretos.— Es mejor que no nos metamos en esto... — Susurró el hombre más sobrio. —Y no era para menos. Desde que la teoría de que las personas que se levantaron, eran realmente Ninjas, el bajo mundo de los rumores, se descontroló. Los guardias comenzaron a ser más discretos, y sus rostros eran más temidos por el desconocimiento que por otra cosa.Además, últimamente se veía más humo saliendo de detrás de la gran casa del Hombre más importante del país; Específicamente, en el patio trasero de la histórica mansión.Se rumoreaba que se trataba de una fogata clandestina, ideada por los empleados del señor feudal, para quemar a todos esos cuerpos que encontraron para no dejar que los civiles tuvieran alguna oportunidad de adentrarse más en sus asuntos.No tenían que ser inteligentes (O Estar sobrios), para darse cuenta de que este problema, no les correspondía a ellos.El hombre más borracho asintió con un gesto torpe, sus pensamientos vagando entre la borrachera y la creciente paranoia. Desde su posición, podían ver las grandes puertas de la antigua residencia vacacional del señor feudal.Los guardias, vestidos con túnicas de tela gruesa y sombreros anchos, armados con lanzas y bastones, patrullaban discretamente, disuadiendo a los curiosos. Eran ninjas experimentados, obligados a vestirse de manera discreta para no alarmar a los civiles, vigilando las entradas con atención.Otros ninjas recorrían los alrededores, recogiendo incluso el más pequeño trozo de basura y examinándolo con meticulosidad.Mientras los dos hombres observaban esta escena con cejas enarcadas, un hombre sentado al lado del más borracho comentó, su voz llena de curiosidad.— ¿Puedo saber por qué tanta atención a la basura? — Su pregunta casi la escuchó el propio dueño del local, quién observó, un poco alarmado, al cliente que había pasado desapercibido, pese a su gran tamaño. Su tono pillo no pasó desapercibido, casi como si se burlara de la situación. — Dudo mucho que Ninjas con un título tan importante, se hayan inscrito para limpiar las calles de la basura que fue esparcida por el viento... ¿No?Ambos hombres se giraron hacia él, y el más sobrio le lanzó una advertencia en tono serio.— Mejor no preguntes en voz alta. — Dijo, su tono cargado de una advertencia implícita. —El más borracho añadió, con una sonrisa amigable pero cansada.— Sí, haz como nosotros. Mantén la boca cerrada. Esos guardias no son violentos... pero últimamente, se han vuelto bastante quisquillosos. No los provoques.El tercer hombre, terminando su bebida, sonrió con indiferencia, como si la situación no fuera nada fuera de lo común.— Lo mismo ha ocurrido en otros lugares cercanos. — Dijo, su tono despreocupado. —Los dos hombres se miraron, sorprendidos.— ¿Es cierto? — Preguntaron al unísono, sus voces cargadas de incredulidad y temor. —El tercer hombre asintió con seguridad.— Han aparecido personas muertas, pero muchos dicen que vivas también. — Su suspiro dejó en evidencia los distintos relatos, narrados por las personas menos cuerdas que se haya encontrado en su investigación. — Hasta me tocó escuchar a uno que juró ver a alguien que controlaba cadáveres, he escuchado cada cosa.El hombre más sobrio, dudoso y escéptico, cuestionó la veracidad de la declaración.— ¿Y quién eres tú para saber eso?El tercer hombre sonrió ampliamente, apuntándose a sí mismo con un aire de ingenio— Soy Jiraiya, uno de los legendarios Sannin. ¡Y mi trabajo es precisamente descubrir este tipo de cosas!Los dos hombres borrachos se quedaron en blanco, sus miradas fijas en el hombre que se presentaba como 'Jiraiya'. La sonrisa de Jiraiya permaneció en su rostro, mientras una brisa silbaba, cortando el incómodo silencio. Finalmente, uno de los borrachos habló, su voz llena de incredulidad.— Nunca he escuchado ese nombre.Jiraiya se hundió un poco más en su asiento, pero su sonrisa no desapareció. En ese momento, el dueño del local se adelantó, conmovido y animado, sorprendiendo a los borrachos.— ¡Yo sí sé quién es! — Exclamó el dueño, con una mezcla de admiración y emoción. — Ese es un título muy importante. ¿Han ido a la escuela ustedes dos, al menos?Los borrachos miraron al dueño con sorpresa, mientras Jiraiya soltaba una risa escandalosa, su voz resonando en el pequeño bar al aire libre.— ¡Sí, así es! — Dijo Jiraiya, todavía riendo. — Estaba paseando cuando me topé con este problema, que, al parecer, se está volviendo mayor. ¿Tiene idea de lo que ocurrió por aquí?Su tono bromista parecía destinado a no alarmar a los civiles que lo escuchaban. El dueño del local asintió con naturalidad, colocando una mano en la cadera y señalando hacia la gran casa del señor feudal.— Ya van casi dos semanas desde que aparecieron esas personas muertas en la colina. — Dijo el dueño. — La seguridad en el hogar del señor feudal ha estado incrementando.Jiraiya hizo un sonido de comprensión, asintiendo lentamente.— El señor feudal debe de estar pasándolo mal.El dueño del local negó con despreocupación, encogiéndose de hombros.— En realidad, no es así. El señor feudal salió de su casa desde el incidente y no ha regresado. Seguramente está en otro recinto carísimo, gozando de permanecer lejos de esta desgracia... cosas de ricos.Con esa última observación, el dueño del local se retiró para atender a otro cliente. Jiraiya, desde su posición, observó la gran casa del señor feudal con nitidez y curiosidad. Los muros altos y las puertas imponentes, custodiadas por ninjas disfrazados de guardias comunes, eran un recordatorio constante de la tensión que se respiraba en el ambiente.Jiraiya, con su experiencia y ojo entrenado, pudo notar detalles que pasarían desapercibidos para otros. Los guardias vestían túnicas de tela gruesa y sombreros anchos, armados con lanzas y bastones, pero su postura y movimientos delataban su verdadero entrenamiento como ninjas. Algunos patrullaban discretamente, disuadiendo a los curiosos, mientras otros examinaban minuciosamente el entorno, recogiendo incluso el más pequeño trozo de basura y analizándolo con cuidado.Los dos hombres borrachos seguían observando la escena con cejas enarcadas, aun procesando la revelación.Jiraiya observó las puertas imponentes de la gran casa del señor feudal, su mirada analítica captando cada detalle. Recordó las palabras del dueño del local sobre la ausencia del señor feudal y las implicaciones de la creciente seguridad alrededor de su residencia. Se recordó a sí mismo la carta que había comenzado a escribir para Tsunade, llena de información incompleta y suposiciones, y decidió que no valía la pena enviarla todavía. Necesitaba más certezas antes de alertar a Konoha.Atando cabos sueltos en su mente, Jiraiya se levantó de su asiento, fingiendo diversión frente a todos mientras se dirigía hacia las cercanías de la gran casa del señor feudal. Su rostro, sin embargo, mostraba una seriedad que contrastaba con su actitud relajada. La tensión en el aire era palpable y Jiraiya sentía que cada movimiento era observado.Muchos civiles caminaban por los alrededores, haciendo lo mismo que él: observar. Desde su posición, Jiraiya estudió las ventanas de la casa, las puertas y cualquier punto que pudiera considerar fácil para entrar. Murmuró para sí mismo, con una mezcla de asombro y sospecha:— Qué conveniente, es demasiado fácil.Un sorbo ahogado y el sonido de una pajita succionando aire lo interrumpieron. Jiraiya se rió, divertido, disculpándose al instante.— ¡Ah! — Carcajeó. — ¡Lo siento, Lo siento! ¡Mi culpa!Se volvió para ver a un joven de cabello negro y desordenado, con rasgos finos y casi femeninos. El chico se rascó la mejilla con un dedo, riendo penosamente.— No hay problema. — Dijo el joven, su voz suave, y Tímida. —Jiraiya abrió los ojos con sorpresa al escuchar la voz, volviendo a sonreírle.El chico con la capa amarilla no era un chico, sino una chica.Una chica de aspecto amigable y hasta masculino, con los ojos rojos.(火)Desesperación.Había aprendido a manejarla desde el momento en que se vistió de blanco y empuñó una llave inglesa. Sabía el uso de todas ellas, hasta de las que se usaban en medicina, pero su campo era la robótica. En la infravalorada área, ella había aprendido a manejar la desesperación.Una computadora no nace, se crea; y para hacerla funcional, se debe tener a raya la desesperación para desarrollarla. Son como los perros: si no las adiestras bien, terminan siendo unas más del montón, sirviendo para el motivo por el que fueron creadas; pero no para la tarea compleja que iba más allá de ser útil a los humanos.Ese era el pensamiento de Akita, la última sobreviviente del clan Inuzuka, proveniente del futuro. Caminaba por los pasillos de la torre Hokage, observando con curiosidad casi infantil los detalles arquitectónicos, mientras su mente procesaba a la velocidad de una supercomputadora.Akita no mostraba signos de miedo o angustia. Al contrario, su postura relajada y la sonrisa acolmillada, característica de su clan, que jugaba en sus labios eran desconcertantes para los demás. Para ella, la situación en Konoha era un desafío más, una ecuación por resolver, más que un juego de matar o morir.Los Anbu de la Hokage, en cambio, estaban visiblemente incómodos y alertas (Hasta dónde se podía ver). Miraban a Akita de reojo tras sus máscaras, preguntándose cómo podía estar tan tranquila, en una situación en dónde su propia seguridad estaba en manos de Konoha, y pudieran deshacerse de ella cuando la Hokage lo ordene.Escondieron su tensión, sus posturas rígidas, mientras custodiaban la entrada de la Habitación en dónde yacían Sumire y a los niños.Desafío.Esa era la palabra que Akita prefería. No era solo una situación peligrosa, sino una oportunidad para poner a prueba sus habilidades y conocimientos. La tecnología que había desarrollado en su tiempo podría ser clave para resolver la crisis actual.Simultáneamente, sus pensamientos se centraron en una sola cosa:Lo que hay después del Pergamino.Akita no se consideraba un genio en su campo, y era demasiado humilde para su bien. Pero, fuera de la humildad, realmente era un genio entre los genios de la robótica, y estaba dispuesta a ayudar a otros gratuitamente si eso le otorgaba resultados.Pero en esta situación, era un dar y dar. No estaba allí para hacer caridad.Estaba poniendo su cabeza en orden; Aglomerando todos los pensamientos que favorecían a los niños que vinieron con ella, a un rincón oscuro de su mente. El favoritismo hacia los suyos no traería nada bueno, y solo los pondría más en peligro si Konoha no cediera a sus demandas al sacarle ese comportamiento en cara.Senju Tsunade era la Hokage, y una muy decidida. Pero cuando una persona está en el poder, no está sola; Ella misma había encarnado un papel importante en el resguardo y destrucción de las maquinarias, una vez se decidió que el cataclismo ocurriría más tempranamente.La Quinta Hokage sería más desconfiada con ella, si tomaba en cuenta las opiniones de quienes la seguían, y Akita tenía que tener eso en cuenta si quería formar una alianza con ella que las favorecería a ambas.Sus tobillos jugueteaban con el equilibrio al caminar, tratando de ganarles la ronda amenazante a sus pies. Akita había perdido los tacones de sus zapatos en el cataclismo, y Honestamente, estaba cansada de estarse balanceando de un lado a otro, incluso hacia atrás, caminando como alguien a quién se le habían implantado nuevas piernas mecánicas.Observó con un entusiasmo palpable y suprimido (Con esfuerzo), la construcción de los pasillos de la torre Hokage. Iba de un lado a otro, queriendo ver de cerca hasta la más mínima mancha inmortal que se había quedado por la falta de limpieza añeja en las paredes. No era muy diferente a su Konoha, pues hasta el Hokage priorizaba a su gente antes que cosas tan pequeñas como una mancha que solo verías una vez cruzases el pasillo, y te olvidarías de ella al salir de la torre. Pero, incluso su Hokage, quién sospechaba que era incluso más excéntrico que ella, optaba por limpiar él mismo esas manchas cuando nadie lo estaba viendo.Su pequeño perro, con una de sus extremidades siendo una maquinaria, Olisqueaba con vacilación las botas de los Anbus de la Hokage. Los mismos estaban posicionados a cada lado de la puerta de la habitación en dónde reposaba Sumire, junto con los niños. Desde afuera, se tomaría la situación como una protección genuina hacia los niños, pero Akita sabía que no se trataba de eso.Basándose en el criterio Anbu, cuyas decisiones giraban en torno a su empleador, supuso que la Hokage rubia había tenido más que suficiente contexto de lo sucedido con los portales, y de lo que los llevaron a abrirse, expulsando a personas sin vida, como si fuesen miserables muñecos de trapo.Akita era una Inuzuka de nacimiento, no una mujer casada con uno. Por lo tanto, su Chakra ya estaba registrado en Konoha, y no corría el riesgo de ser detenida por terceros, a menos que hiciera algo llamativo.El motivo por el que se encontraba justo aquí, con los Anbus juzgándola detrás de sus máscaras, y la Hokage y su Asistente al otro extremo, recaía en Ro; El Anbu más grande de los dos que habían sobrevivido al Cataclismo en Konoha, había estado esperando alguna señal que le indicara que huyera con los niños. Cuando Akita solucionó las cosas desde adentro, siguiendo el plan que tenían antes de llegar, se dirigió a su posición, atrayendo la atención de la gente de Tsunade.Hinoko ya había hecho lo suyo, y ahora le tocaba a ella.Escuchó murmullos a sus espaldas, y decidió que no era buena decisión voltearse y ganar un punto en contra si se le escapaba esa mirada desdeñosa tras los lentes; La misma a la que Katasuke-san temía cada vez que atrapaba a Akita construyendo algún tipo de maquinaria a oscuras en la madrugada.Acarició con la yema de los dedos las paredes rústicas que estaba examinando con detenimiento, casi como si hubiera querido besarlas, solo para prolongar el encuentro de Miradas que tendría con la Hokage.Sin conocimiento de ello, sus lentes reflejaron la luz brillante del sol madrugador que se coló por la única ventana del pasillo, y solo pudo fruncir las cejas por la luz cegadora. Ignoró la falta de ventanas en los pasillos de la torre Hokage, pero culpó de ello a la época.Es una etapa de guerra, una en la que, mientras menos ventanas haya, más seguros se encontraran los de dentro. Las pocas ventanas que Akita había visto al subir a la torre, se situaban lejos de las Habitaciones, que estaban destinadas a invitados distinguidos, como otro Kage o el mismísimo Señor Feudal. La de Sumire era la más pequeña, y sospechaba que era solo una habitación de descanso, por lo que la importancia de la ventana en el pasillo, no le resultó impropio, si consideraba la situación.Los murmullos se hicieron más insistentes, lo que rascó provocativamente su fibra más sensible. Se había estado aguantando las ganas de investigar más a fondo su curiosidad en la más mínima cosa del pasado, y habido controlado sus expresiones para que los Anbus no creyesen que iba a eliminar a la Hokage con sus anteojos. Pero el descaro era insufrible, y lo hizo notar cuando toda su atención permaneció en la Hokage y su Asistente.La del cabello negro había estado usando una carpeta para cubrirse la boca mientras le susurraba cosas a la Hokage rubia. ¿Qué acaso se pensaba que Akita no tenía un muy buen oído?La Hokage permanecía estoica, con su frente arrugada en un pequeño entrecejo que la hacía parecer más dominante, de pie con una simple posición de hombros caídos, casi como si le dijera a Akita que no creía que pudiera hacerle frente en una pelea física.— Su confianza en sí misma es muy prominente. — Se dijo a sí misma. El brillo de los cristales de sus lentes solo avivó la pesadez en la expresión de la rubia, y Akita no retrocedió. — Es tan pesada como dicen, y su fuerza puede sentirse desde muy lejos... siento que me voy a marear si sigo cediendo a mi Instinto de lucha.Su retiro del campo de Batalla, se remontaba a la época del sexto, cuando Akita era tan solo una Jovencita que había sido llevada al campo de batalla como un Médico emergente, cuya posición no era estar junto al resto de Médicos, sino, siguiendo a los Ninjas más de cerca, y auxiliarlos de ser necesario.En ocasiones, peleó con uñas y dientes para ganarse su puesto ahora, de estar viva. Perdió a compañeros caninos en el camino, y desde entonces, nunca más quiso pisar el campo de batalla.Sin embargo, eso no significaba que estuviera oxidada, como una anciana que solo vivía de sus viejas Historias de guerra. Akita, sin duda alguna, era una de las más talentosas de su clan, no solo por su conocimiento en robótica, sino por algo muchísimo más resaltante entre todos los Inuzuka, quienes se identificaban por su olfato.Ella tenía su glamoroso sentido de la Audición, y nadie podía quitárselo.Por eso, cuando observaba el detenimiento de alguien tan poderosa como la quinta Hokage, su llama se activó; aquella que no había sido encendida desde hace más de diez años.Sus músculos estaban tensos, listos para saltar en cualquier momento y defenderse. Cuidaba bien de su Chakra, manteniéndolo listo en sus tímpanos y extremidades, dispuesta a explotarlos si tenía un encuentro con la Hokage. Pero, más allá de toda preocupación y preparación ante un posible ataque, Akita parecía apacible; Como si le respondiese a Tsunade, que ella era capaz de esquivar sus puños con dedicación.Aguantó las ganas de soltar una risita. Lo menos que quería era reírse frente a una Hokage que estaba siendo aconsejada por su asistente.¿Ella? ¿Haciéndole frente a Tsunade Senju, una de los Hokage más poderosos? Se había venido muy arriba, pero no lo diría en voz alta. Era de las que aprovechaba las apariencias confiadas para huir de un problema mayor.— Ya veo, así que de eso se trata. — Reflexionó, guardándose la decisión de revelarle a Tsunade su habilidad tan pronto. — ... Pensar que hasta la mismísima Tsunade tuviera un miedo tan paradójico. En otras circunstancias, sería cosa de risa.Shizune notó que Akita llevaba más de cinco minutos sin comentar para sí misma la suciedad de las paredes, y ofender al servicio con sus comentarios, aparentemente, inofensivos para ella misma. Apegó la carpeta a su pecho, apretando los labios y aguantándose una expresión consternada.Lo que le había dicho a Tsunade, solo le daba más la razón a Akita de que no había sido mala decisión haber convencido a Hinoko de soltarlo todo, una vez fuera atrapada por la Hokage."El Asunto no fue pasado por alto, y ya deben de estar dirigiéndose a la sala común para hablar de ello con usted." Le había susurrado la pelinegra a su Maestra.Akita no dejó salir ese detalle con tanta facilidad, y su corazón solo tamboreó con un ligero frenesí en preparación. Al menos, había un punto a su favor.Tsunade no se iría de aquí sin escucharla, porque de hacerlo, sería atrapada por sus asesores y no tendrían la oportunidad de hablar con tanta privacidad. De ser peor, hasta obligarían a Sumire a estar en el mismo sitio que sus Aliados Anbus.La Inuzuka excéntrica, tragó saliva con anticipación, y relajó como pudo los músculos tensos. Se acomodó, posicionando todo su cuerpo de tal manera que pudiera tener una conversación más justa y respetuosa con la mujer que alguna vez fue Hokage.— Viendo como están las cosas... — Empezó la castaña, con un tono de voz que denotaba ecuanimidad. Shizune pareció un tanto sorprendida por su intromisión. — ... Parece que tendré que ser yo la que inicie todo.Tsunade no objetó en sus palabras, y en lugar de eso, permaneció en un astuto silencio. Conociendo lo calculadora que era la Hokage, era probable que se beneficiaría más del mutismo si Akita estuviera tratando de manipularla, utilizando los propios conocimientos de Tsunade, en su contra.Así mismo, eventualmente se podía llegar a la teoría de que era una mentira bien planeada entre los Anbus y Akita, inclusive si su procedencia del futuro, era la verdad.— Como dije antes, mi nombre es Inuzuka Akita.La mujer con la bata blanca de los médicos de Konoha, hizo una seña con su mano. El perro, que se había ganado la atención de ambas mujeres del pasado por su pata trasera mecánica, dio un calculado salto hacia Akita, y escaló hábilmente hasta recostarse entre su hombro y brazo izquierdo. Akita lo balanceó juguetonamente, y le sonrió con su amigable sonrisa acolmillada.— Y este pequeño, es Chamaru. Un placer. — Concluyó, dejando salir una tonalidad amistosa a las mujeres del pasado. —La familiaridad con la que Akita trataba a los demás, no pasó por alto. Era una sensación compleja; como relajante, pero alarmante a su vez. ¿Estaba bien confiar en alguien que se comportaba así, aun cuando los de su bando eran, de alguna manera, rehenes?El ladrido amistoso de Chamaru, sacó a Tsunade de sus pensamientos. La rubia apretó los labios, y volvió a estudiar a Akita de arriba abajo, mientras que, en su mente, procesaba el apellido que acababa de escuchar, aunque ya estaba avisada de quién era el tercer miembro entre los adultos que había informado Hinoko.— ¿Se puede saber qué haces con eso puesto? — Señala Tsunade, guardando la calma para elegir bien sus preguntas. Se le notaba igualmente tensa por el contra reloj, pero no era lo mismo para Akita. — Tú y los demás parecen haber burlado todos nuestros medios de seguridad.— Uh, es cierto. — Casi canta Akita, acariciando al perro en sus brazos con una expresión solemne. — ¿Hinoko-chan te dijo todo sobre la evasión de ello, Tsunade-sama?, ¡Oh!La indiscreción se hizo notar, y mientras Shizune solo le lanzó una mirada de obvia molestia, Akita rió despreocupadamente como disculpa. Estaba claro que se tomó la libertad de ser grosera al tutear a la mismísima quinta Hokage.Hasta su perro se mostró avergonzado, entristeciendo las orejas al bajarlas y gruñendo de lástima.— Se negó a contármelo todo. — Habló Tsunade, ignorando el atrevimiento con su imponente presencia. — Argumentó que, como supuestamente había personas a las que no me convenía tener como enemigas, involucradas, no podía revelármelo. Sigo sin entender la lógica de ustedes.Su última frase fue como un dolor de muelas para la rubia, ya que levantó la comisura de sus labios al rechistar en fastidio.— Uh... — Soltó Akita, sin importancia. —Las dos mujeres solo permanecieron activas, dispuesta a obtener las respuestas que se merecían, y, en cambio, la supuesta Inuzuka no daba señales de importarle en lo más mínima la situación.Hinoko, o Soku, el cual era su nombre de Anbu, había dado detalles de todo lo que recordaba, incluyendo el cómo se organizaron para ocultarse de Konoha. Pero, salvo por mencionarle a la Hokage los medios que utilizaron para hacerlo, y abstenerse a dar nombres, incluso así lucía puramente preocupada por Konoha, si es que Tsunade se tragaba al fin ese cuento.Pero Akita era otra historia. Ella estaba más despegada del asunto.— Estamos en una posición bastante compleja, Hokage-sama. — Suspiró infantilmente la castaña, mientras pateaba una piedra imaginaria en el suelo. — Nuestro lugar en la misión, no nos permite interferir en pleitos que son de SU incumbencia, Hokage-sama. En otras palabras, si no hay persona o situación del futuro involucradas, no podemos entrometernos; Tiene que resolverlo usted, encárguense de los topos ustedes mismos y extermínenlos.Akita pareció dar en el blanco, porque la ceja de Tsunade se contrajo momentáneamente. Akita aguardaba tranquilamente, confiada en que tenía la ventaja; Pero no se sacó la tensión que le provocaba Tsunade, de la cabeza.— ¡¿Te crees que soy tan tonta para confiar en personas que dicen supuestamente, saber de traidores en mi propia aldea?! ¡¿Con quién crees que estás hablando?!El rugido de Tsunade casi hizo vibrar las paredes, y Shizune y los Anbus se estremecieron, intercambiando miradas entre la Hokage y la autoproclamada Inuzuka.La de lentes se mantenía impasible, como si hablase de un negocio mal hecho con un compañero, con las manos en los bolsillos de su bata y los pies separados. Daba la apariencia de estar midiendo sus siguientes palabras, para que Tsunade las pudiera digerir. Todo mientras el golpe tormentoso de la acusación, pasaba a través de ella como una fuerte ventisca.— Entiendo su punto de vista. — Asintió Akita, observando a Tsunade a lo bajo y acentuando su tono. — Pero, dado a que soy una adulta que pudo vivir la época de su liderazgo, no puedo tomar el riesgo de ponerla a usted, y por conexión, a mi propia familia en un escenario que atraería el mismo futuro que mató a los míos. Me niego rotundamente, aún si al hacer eso, llego a ofenderla de alguna forma.Un filo puntiagudo se disparó de los ojos cafés de Akita, en dirección a Tsunade. La propia Hokage era la que más dominaba ese tipo de hazañas, y contraatacó de la mejor forma. Pero la vida en los propios globos oculares de la castaña, envió una ola extraña de electricidad hacia la punta de los dedos de Tsunade.No era miedo, eso ya lo sabía.Sin embargo, la mirada penetrante y aguda que persistía en una simple mujerzuela con un perro, pudo convencer a Tsunade de que lo que estaba diciendo, era la verdad. A Regañadientes, decidió darle el beneficio de la duda.Quizás su maestro, Sarutobi Hiruzen, se hubiera creído lo de los portales después de interrogar a Hinoko. Él era un pacifista devoto, incluso si tenía que liberar a un maleante de sus tierras a otras que no eran suyas.Pero Tsunade no era así. Por lo que guardó silencio cuando la autoproclamada Inuzuka dio unos cuantos pasos para aproximarse a ella. Su perro bajó de manera temeraria, con solo un salto, haciendo que Shizune abriera los ojos hacia él cuando se sentó, bien portado, haciéndose a un lado para darle espacio a su ama.Comenzaba a asemejarlo a un perro que la obedecería inteligentemente. Su inocencia y ternura, vistas en un cachorro, contrastaban con los aires que dio en ese salto. Shizune juraba que si Akita aclamaba un "¡Salta!", el perro respondería "¿Qué tan alto?".Tsunade aguardó en silencio, con Akita a pocos metros de su rostro.— Todo lo que te ha dicho Hinoko-chan, es verdad. — Afirmó con una firmeza tal, que Shizune casi se movía de su sitio para defender la cara de su maestra. — Desgraciadamente, muchísimas de esas mierdas, han tomado lugares que no les corresponden, y se andan paseando por allí afuera, esperando la oportunidad para venir ellos a enredarlos a ustedes en sus jodidas telarañas de mentiras. ¿Es eso lo que usted prefiere en nuestro reemplazo?Shizune se sacudió por la acusación, y el escenario impuesto. Abrió la boca, pero se mordió la lengua instantáneamente al divisar la vivaz mirada que Tsunade lanzaba en su defensa.Pero, sorprendiendo incluso a los Anbus que se mantenían rígidos para cumplir órdenes, y que ahora veían la escena con estupefacción, Akita igualó el tamaño de la confianza de la Hokage. En un tiempo que ya no era suyo; En una villa que ya no la reconocería ni a ella, ni a su fiel compañero canino, como Inuzukas.Akita casi escupe, acomodando su tono a regañadientes para no sacar a la luz el resentimiento que se había asentado durante la última semana.— Debería estar agradecida de que los que aparecieron en su querida aldea, fueron solo niños. Niños sin hogar, sin familia; creyendo obstinadamente en la idealización de ustedes los Hokage, de que cualquiera sería recibido si era inocente, haciéndose la idea de vivir a escondidas para no meterla a usted, una Ninja altamente premiada, en un enorme problema. — El ceño de Tsunade se arrugó, especialmente en su sien. Akita no retrocedió, y le dio pelea al sacar parte de lo que rugía vengativamente en su pecho. — ¿Cree justo que ahora, esos mismos niños estén siendo tratados como criminales, cuando ellos también salieron del mismo lugar de donde provienen todos esos cuerpos que ustedes recogieron con tanto respeto? ¡¿Y es usted quién habla de atrevimiento, Quinta?!La cara de Tsunade se tensó momentáneamente.Ella era hipócrita; Todo Kage, tenía que serlo, si hacerlo llevaba a los suyos a un lugar seguro en el mundo Ninja, dónde las guerras eran un evento cotidiano.Nunca se vio a sí misma como una defensora de la lealtad o la paz, solo peleaba para mantener a sus enemigos a raya, y colaboraba con ellos para llegar a un acuerdo que los beneficiaría mutuamente.Ser idealista no era lo suyo; ése no era su papel como Hokage. Su propio maestro lo demostró privadamente, y tuvo que hacer sacrificios para que Konoha no cayera sobre sus propios cimientos.Pero, de alguna forma, Akita había tomado un atrevimiento que fue perdonado en el instante que Akita mencionó a los muertos. No lo reconocería, pero tratarlos con un ligero respeto al no reconocer su procedencia, era lo menos que se merecían. Por otro lado, cuando Kakashi le llegó con la información de que todos esos muertos se trataban de personas del futuro que fueron víctimas de un Cataclismo, lo sintió como una responsabilidad que no podía pasar por alto.Futuro o pasado, ella era una Hokage. Si de verdad provenían de un futuro, significaba que Konoha tenía uno, y su gente había sucumbido de la peor forma. No sería capaz de visitar la tumba de su hermano menor, y después hablar de nobleza si no tomaba riendas en el asunto.Hasta Shizune se sorprendió. La mismísima Hokage había dejado caer los hombros, mirando al suelo. No estaba llorando, tampoco se le veía afectada emocionalmente, pues Tsunade no era alguien fácil de roer.Ni siquiera la misma Tsunade tenía idea de todo lo que se mezclaba en su pecho. Divisó de reojo la puerta, a pocos metros tras Akita. Del otro lado, había niños... siendo una de ellos, la supuesta heredera de la voluntad de alguien poderoso de la futura aldea de la Hoja.Eso le dijo Hinoko.¿Cómo podía alguien tan joven asumir un papel tan importante?, Además, no es como si ella viniera y tuviera el control total de Konoha; nada era seguro, e incluso así, los dos Anbus que se mantenían bajo custodia, y la mujer imponente frente a Tsunade, estaban dispuestos a verla y respetarla como tal.— Tome en cuenta la situación en la que atraparon a Ro-san. — Habló la Inuzuka, igual de hosca y tranquila. Tsunade pensó en el nombre, y recordó que había un segundo Anbu además de la que se llamaba 'Hinoko'. — No lo encontraron hasta que se percataron de que alguien de los suyos fue sospechosamente al bosque. En otras palabras, él pudo haberse ido con los niños, y abandonado a Hinoko, conmigo aquí sin levantar sospechas. Eso deja mucho que desear con respecto a su seguridad contra personas como nosotros.La Sannin de la babosa se enderezó para guardar parcialidad en sus presencias, y su expresión Aunque no se suavizó, se calmó significativamente.— Tu Chakra está registrado. — Afirmó Tsunade a lo bajo, sin quitar sus ojos de los de Akita. Ésta solo se acomodó los anteojos para mirar hacia otro lado, como si el tema le incomodase. — Eso significa...— Sí. — Se adelantó Akita. Quería barrer el tema tabú sin entrar en detalles. — Si me presenté con mi apellido, es para que puedan verificarlo por sí mismos. Pero me niego rotundamente a tener algo con mi clan, incluso encontrarme con alguno, aunque sea verlos a través de una ventana.Shizune sudó frío, al considerar las posibilidades que se construían en su cabeza. Lo peor llegó cuando Akita, cohibida para contarlo, pero todavía firme en su presencia madura, miraba a otro lado con su fino rostro arrugado.— Sería un mal augurio. — Murmuró, lo suficientemente alto para que incluso los Anbus pudieran escucharla, como testigos. — Si por casualidad llego a encontrarme conmigo misma, siquiera verla, puedo provocar una grave sacudida en los Chakras y línea de tiempo... y alguna de las dos, moriría.La revelación erizó los vellos de Shizune. Inuzuka solo rio amargamente, viendo a las dos mujeres, como si la tensión pasada no hubiese pasado.— Hm, En el peor de los casos, sería yo la que sucumbiría. No puedo morir tan pronto, tengo una misión qué cumplir. — El silencio que vino después, aclaró su mente, y aclaró con una sonrisa amistosa. — Ustedes pueden verificar por sí mismos. 'Inuzuka Arika', hija de un hombre bastardo del clan, pero murió cuando yo era muy pequeña.La innecesaria aclaración del trasfondo de su nombre, sacó un poco de lugar a las cuatro personas del pasado que se encontraban allí presentes. Tsunade, que había tomado un tono firme hacia Akita, ahora estaba ahí parada, con una expresión resignada. No había pegado el ojo durante dos semanas, y la causa estaba frente a ella, simpatizando con los que le ofrecerían un trato.No vio manera de seguir con la rudeza cuando Akita había dado, por lo menos, una prueba de su procedencia, aunque fácilmente pudo haberla estudiado de antemano.Le dio una mirada cansada a Shizune, que entendió rápidamente, y anotó lo dicho por la de bata blanca en su carpeta con su letra clara y marcada.La Sannin regresó a Akita, y esta vez, más calma, prosiguió con el intercambio.— Explícate. — Dijo. — Reconozco que tu parte de la historia tiene sentido. Pero, ¿Por qué permanecer aquí, cuando pueden irse y estar al margen de todo esto?, Yo misma mandé a un informante a investigar, y sigo esperando respuestas. Pero, si la información que recibí por otra fuente resulta ser cierta, entonces es muy peligroso que esos niños estén en medio de esto. ¿Por qué?Al conseguir finalmente una formulación más calmada, Akita sonrió, se acomodó los lentes, y se posicionó cerca de la pared frente a los Anbus. Quería que todos le vieran la cara, pero, por otro lado, quería estar viendo la puerta de la habitación en la que estaba Sumire.Parte de sus sentimientos, gritaban que tenía que protegerla a ella con su propia vida.— Si me pregunta eso, es porque Hinoko-chan respondió todo lo relacionado con el cataclismo, ¿Me equivoco?— El interrogatorio concluyó cuando reveló que tenía a una tercera persona entre los adultos. — Aceptó Tsunade. —— Ya veo. — Reflexionó Akita. — ¿Tiene usted idea de los que se encuentran afuera?La Hokage no mostró expresión alguna. Akita miró a Shizune, pero la pelinegra solo le prestó más atención a su carpeta, aparentemente, anotando cada detalle resaltante que Akita soltaba. Se tomó esa actitud como una respuesta afirmativa, lo que le hizo preguntarse si sus compañeros habían cantado de más, pero lo negó sin tapujos.No se perdió ningún detalle en el rostro de Tsunade.— El cataclismo destruyó todo a su paso. — Reveló la castaña. — Pero, lo que supongo, usted ya está enterada, las otras aldeas ocultas también están involucradas en la destrucción.El silencio, sin un baño de preguntas, fue una manera de Hinoko informarle a Akita que Tsunade ya tenía el contexto completo, y que era libre de hablar sin miedo.Felicitó a la mujer Anbu con una sonrisa pequeña y personal, y prosiguió.— Los portales fueron como puertas que estaban siendo abiertas, incluso antes del día fatídico. — Dijo. — Si bien no fueron al nivel de destruirlo todo, tuvieron el tiempo suficiente para esparcirse por todas partes y finalmente romperse una vez el pergamino fue abierto. Eso quiere decir, que muchas personas como nosotros deben de andar por allá afuera.— Esa chica me dijo que, para sobrevivir a los portales, era cuestión de un buen equipo de Ninjas que lo mantuvieran abierto para otros, y la suerte. — Opinó la rubia. —Akita se despegó de la pared, y asintió, levantando un dedo para explicar. Secretamente, amaba ser ella la que diese explicaciones, debido a la información que manejaba.— Así es. Pero, si bien sobrevivir a ellos es algo bueno, vienes hasta aquí con serios problemas físicos. — Argumenta la castaña. — En nuestro caso, Ninjas ayudaron, por lo que, de cierta forma, estamos bien, aunque extensos al pergamino. Lo que nos hace blanco fácil para aquellos que buscan nuestro daño. En el caso de venir sin ayuda, y lograr sobrevivir, llegas con efectos secundarios.Shizune repitió lo último, en voz baja, asimilando el trasfondo de esos efectos. Akita asintió.— Hm, eso depende de cada quien, pero lo más normal serían las faltas de extremidades o cosas más complejas como la sordera o el mutismo.— ¿Y Esas personas... — Shizune, por primera vez, se dirigió explícitamente a Akita. Su cara revelaba el temor de alguna respuesta positiva. — ... Podrían ser Ninjas?Akita no quiso darle espacio al misticismo, pero buscó las palabras adecuadas, solo para conformarse con un vago asentimiento de cabeza. Vaciló en sus palabras.— En el escenario más devastador... la mayoría podrían ser personas poderosas con sus propios Ninjas. — Akita escupió, como si se tratase de veneno. — Konoha no quería mantener el cataclismo en secreto para los demás, y aunque fue un trato sumamente discreto, no me cabe duda que existen aldeas que ni siquiera usaron el pergamino para salvar a las personas, sino a sí mismos. Aquí hay muchísimas tierras sin dueño, y les conviene hacerse con ellas lo antes posible para fomentar las riquezas, y la información que tienen, podrían asegurarles poder político.— ¡Eso es...! — Shizune exclamó a medias. —Por su parte, Tsunade reflexionó en voz alta.— Por eso mencionaste...Akita le dio su espacio para que se adentrase a hablar, pero lo encontró inoportuno. Era ella la que tenía las respuestas, y Tsunade no llegaría a ninguna conclusión si Akita no se aclaraba.Afirmó verbalmente, más bajo que antes.— Pueden venir sin violencia alguna, pero nunca se sabe. — Declara. Repartía miradas entre Tsunade y su asistente. Su perro observaba fijamente a los Anbus con máscaras de Gato, como si las hubiera encontrado graciosas. — Tsunade-sama, le advierto que guarde discreción cuando comiencen a llegar. Van a sacar provecho de su desconocimiento, y eso puede acabar con Konoha más rápido que tarde. Por favor, tome mi consejo.La Sannin giró un poco su cuello, para mirar por la pequeña ventana del pasillo. Su aldea se levantaba en alto bajo el sol, preparándose para los chismes mañaneros sobre una niña que había pescado la enfermedad de la demencia, y cómo debían de evitar un posible encuentro con ella.Escuchó de ellos por sus propios Ninjas, y aceptó que los dejaran en paz. Era mejor eso que darles información confidencial.— Hokage-sama. — El llamado de Akita fue casi implorado. Tsunade la miró de reojo, y por esta vez, su entrecejo se frunció en una mirada de pena. — Tengo conocimiento mecánico y militar, así como médico. Mis compañeros Anbu son aliados formidables, pero solo colaborarán si Sumire-chan está involucrada.Shizune compartió la misma sensación que Tsunade.Sumire era una niña que había reaccionado de una manera negativa a la luna. Hinoko, la Anbu, les había puesto al tanto de la razón.La luna había despertado después de que las personas transportadas se adaptasen. Y, Como un perro guardián que no acepta que los colados se queden, reaccionó. El pergamino estaba ligado a una leyenda que Tsunade solo pudo considerar ridícula, pero creíble, ya que involucraba al sabio de los seis caminos, y hasta al propio Sharingan. Explicó que la Luna solo mantenía a raya a todo aquel refugiado, y colado por los portales, por la noche. En el caso de los niños, quienes eran menores que el lapso de tiempo que separa esta época con la futura, los obliga a revivir el cataclismo hasta que éstos sean privados de la luz lunar. Hinoko misma negó conocer más detalles en el caso de los que son mayores que Sumire, pero que, bajo su propia experiencia, no sienten más que entumecimiento en sus ondas de Chakra, misma razón por la que Hinoko dijo haber vacilado al dispararle a Kakuzu con su rayo eléctrico.La idea de que se encontrasen más gente allá afuera, más niños, hizo que Tsunade tuviera sentimientos contradictorios.¿Proteger a los suyos, o los que son de alguien más, otro Hokage que quizás ella desconocía? ¿Seguir con su instinto, y hacer su trabajo?Akita avivó ese descontrol de emociones, con unas últimas palabras senténciales.— Quedarnos aquí, y ayudarla a contraatacar ataques del futuro, no es algo que solo Konoha va a tener a su favor. — Dijo la castaña, aserenando su mirar. — Las otras aldeas seguro van por el mismo camino... tarde o temprano, ellas van a tener a personas como nosotros, protegiéndolos, incluso si no quieren. Esto fue algo dictado por nuestros líderes, siéndoles fieles a sus obligaciones como Kages... no veían justo dejarles el muerto a ustedes, y a nosotros con vida. No me moveré de aquí, sin haber llegado a un acuerdo con la Hokage a la que tanto respetaba el mío.Esas últimas palabras la congelaron.Un Hokage... ¿Qué la conocía?, no sería sorprendente, si ese Hokage no fuese del futuro, o estuviese muerto.Shizune y los Anbus quedaron estupefactos, viendo a Akita como si lo que hubiera dicho no tenía nombre. Ella, sin embargo, mantuvo la frente en alto para sacar a relucir su sinceridad. No era mentira, su Hokage limpiaba las fotos de los viejos Hokage que cuelgan en la oficina principal con ayuda de sus clones, ella misma los ha visto cuando iba a acompañar o hacerle un mandado a Katasuke-sensei.Y Había escuchado suficientes historias que el Hokage soltaba a sus Genin, cuando los más entusiastas preguntaban por su pasado.— La Abuela Tsunade era muy estricta y con una mano dura para golpear, pero tenía un corazón de una doncella. — Recordó para sí misma, solo para sentir como su corazón se hundía al rebobinar la voz de su Hokage, disculpándose en voz alta al llamar a la quinta como 'Abuela'. Él mismo se incomodaría si uno de sus Genin lo llamaban 'Abuelo Naruto'. —Guardando la calma en sus músculos al ver la punzada que Tsunade les lanzó a los ojos, escuchó en silencio. Estaba claro que Hinoko fue bastante dura con no revelar la identidad del Hokage a Tsunade, porque todo eso era información de un futuro que ya no existirá. Pero, aun así, la rubia usó otras palabras.— ¿A Cuántos años estamos de tu tiempo?Akita abrió los ojos, pero no se inmutó.No se esperaba esa pregunta, aun cuando era la más común en esta situación, por lo que había visto en películas y Mangas.Eligió bien sus palabras. Las reuniones con todo el equipo de Katasuke-sensei, en presencia de uno de los clones del Hokage, quién se encontraba en una salud inestable; Lo que se habló reunión tras reunión, sus órdenes, sus obligaciones...Akita le era fiel a Konoha, a la suya. Y No le daría la espalda a otra Konoha que ya le estaba dando la oportunidad de abrazar a esos niños y darles la oportunidad de ser parte de ellos, aunque no sería igual que antes.Lo pensó bien, y cuando vio contraproducente tardarse más de lo necesario, suspiró. Observó a Tsunade con una pasión en sus ojos, que llameó como la llama de la antorcha casi extinta que sus compañeros caídos y familia le había encomendado para seguir con vida.Se mordió la lengua.— Estamos a más de treinta años de nuestro tiempo... Hokage-sama.