Laura no podía desaprovechar la oportunidad. Tras sembrar las dudas en la recepción, se fue a buscar a la mayor chismosa de la oficina. Se dirigió a la cafetería, donde se encontró con Marta y otros compañeros. Su objetivo era Marta, su secretaria y quien estaba dispuesta a cargarse la reputación de cualquiera que pudiera hacer sombra a Laura.
—Pobre Amelia, parece que la reunión con Sandro no salió nada bien —dijo Laura con un suspiro, asegurándose de que su tono sonara genuinamente preocupado.
Marta levantó la vista, interesada. —¿Qué pasó?
Laura bajó la voz, como si no quisiera que la oyeran. —No estoy segura de todos los detalles, pero Amelia estaba muy alterada. Es posible que haya intentado usar su encanto personal para influir en Sandro y no haya funcionado, o quizás no sirve para un trabajo de tan alto nivel y simplemente no ha podido conseguir cerrar el trato.
Marta, conocida por su propensión a los chismes, no perdió tiempo en comenzar a difundir las historias, aunque por supuesto le parecía mucho más jugosa la de Amelia prostituyéndose para conseguir el contrato y siendo rechazada. —¿En serio? Siempre pensé que Amelia era más profesional que eso.
Laura asintió con gravedad. —Sí, es una pena. Quizás no estaba preparada para un puesto de tanta responsabilidad.
—¿No es la novia de Jason? ¿Cómo se atreve a usar su cuerpo para conseguir un contrato? ¿Así aprecia al jefe? Acordaros de las fotos del otro día. Quizás tenían razón los rumores de internet y es una puta —dijo Marta, sonriendo con malicia al ver cómo la reputación de Amelia caía hasta los suelos.
Los compañeros de Marta comenzaron a murmurar entre ellos, alimentando la historia con especulaciones y añadidos personales. La cafetería se convirtió en un hervidero de chismes, y pronto, la noticia se esparció por todo el edificio como un reguero de pólvora.
Un grupo de empleados en el pasillo discutía acaloradamente.
—¿Has oído lo de Amelia? Dicen que intentó seducir a Sandro y no le salió bien —dijo uno de ellos.
—¿De verdad? Siempre me pareció que era más íntegra que eso —respondió otro.
—Bueno, después de esas fotos que circularon, ya no sé qué pensar. Parece que hay más verdad en esos rumores de lo que creíamos —añadió una tercera persona, su voz teñida de juicio.
La conversación llegó a los oídos de Ana, una de las secretarias en el departamento de recursos humanos. Decidió averiguar más y se dirigió a Marta, quien estaba encantada de compartir los detalles que había oído de Laura.
—Ana, es peor de lo que pensábamos. Parece que Amelia ha estado usando sus encantos para tratar de conseguir ese contrato con Sandro. Y no ha funcionado —dijo Marta, su tono lleno de falsa preocupación y auténtica satisfacción.
—No puedo creerlo. ¿Qué va a hacer Jason cuando se entere? —preguntó Ana, conmocionada.
—Bueno, no creo que esto se pueda mantener en secreto por mucho tiempo. Todos están hablando de ello —respondió Marta, con una sonrisa de suficiencia.
Ana, sintiéndose obligada a actuar, se dirigió a la oficina de Nuria para compartir lo que había oído. Entró y cerró la puerta detrás de ella, su expresión grave.
—Nuria, tienes que escuchar esto. Hay rumores horribles circulando sobre Amelia. Dicen que intentó usar su cuerpo para cerrar el trato con Sandro y que todo salió mal —dijo Ana, su voz llena de preocupación.
Nuria levantó la vista de sus papeles, su rostro reflejando una mezcla de sorpresa y enojo.
—¿Qué? Eso no puede ser verdad. Amelia no es así —respondió Nuria con firmeza.
—Lo sé, pero todos están hablando de ello. Creo que deberíamos hacer algo antes de que la situación se salga de control —dijo Ana.
Nuria asintió, su expresión endureciéndose con determinación. Sabía que tenía que actuar rápidamente para defender a Amelia y detener los rumores antes de que causaran un daño irreversible.
Nuria sabía que debía actuar con premura, pero también con tacto. Amelia necesitaba apoyo inmediato, pero Nuria también necesitaba una estrategia a largo plazo para protegerla y detener los rumores de una vez por todas.
Desde pequeña, siendo una niña por encima de la media, Nuria había luchado contra el acoso de sus compañeros. El problema siempre se resolvía atacando y destruyendo el origen. Pero, ¿quién era el origen?
—¿Quién inició esos rumores? —preguntó, observando detenidamente a Ana.
Ana dudó un momento antes de responder. —Podría ser cualquiera, pero he acudido a Marta porque suele ser la más chismosa y siempre tiene la información más completa.
Ana no quería señalar a nadie directamente. Amelia, siendo la nueva, estaba recibiendo golpes de todos lados, lo que le generaba simpatía hacia ella. Pero si se trataba de Marta, la conocía desde hace tiempo y la consideraba una amiga. En cuanto a los rumores de Laura, todos sabían que era mejor no involucrarse con ella.
Nuria pensó en qué hacer. Podía acudir directamente a Amelia para saber lo ocurrido, aunque eso era estúpido. Era Sandro; seguramente fue al revés, él intentó acosar a Amelia y por eso no pudo cerrar el trato. Después estaba Jason, él era un gran hombre y Amelia era su novia. Seguramente él era el más indicado para poner fin a los rumores, pero acudir a Jason sin antes hablarlo con Amelia no era correcto.
Nuria miró su reloj. Eran las 17:48; apenas quedaba tiempo para salir, y quitando a unos pocos entusiastas con su trabajo como ella, a las 18:00 todos darían de mano hasta el lunes. Subiría al despacho de Amelia, ya hoy no se podía hacer nada, pero al menos sí apoyar a su compañera.
Con pasos decididos, Nuria se dirigió hacia el ascensor. Su mente trabajaba rápidamente, elaborando un plan para abordar la situación de la mejor manera posible. Sabía que hablar con Amelia era crucial. Tenía que saber exactamente qué había sucedido y cómo se sentía ella al respecto.
El ascensor parecía moverse con lentitud exasperante. Nuria miraba las puertas cerradas, escuchando el suave zumbido mientras ascendía. Finalmente, llegó al piso de Amelia. Salió del ascensor y se dirigió directamente a su despacho, tocando suavemente la puerta antes de entrar.
—Amelia, ¿puedo pasar? —preguntó Nuria, tratando de sonar lo más calmada y comprensiva posible.
Amelia levantó la vista desde su escritorio, sus ojos aún reflejaban el tumulto emocional que había vivido. Asintió lentamente. —Claro, Nuria. Pasa.
Nuria cerró la puerta tras de sí y se sentó frente a Amelia. —He oído algunos rumores desagradables y quería asegurarme de que estás bien. ¿Qué pasó en la reunión con Sandro?
Amelia suspiró, su mirada cansada se posó en Nuria. —Fue horrible, Nuria. Sandro... intentó aprovecharse de la situación. Me hizo sentir incómoda todo el tiempo, con insinuaciones y toques inapropiados. Intenté mantener la compostura, pero no pude cerrar el trato. Y ahora... estos rumores...
—He visto en internet cómo algunos dicen que uso mi cuerpo para cerrar los tratos, pero que soy tan mala en la cama que ni así lo consigo. —Los ojos de Amelia se llenaron de lágrimas. ¿Qué había hecho ella para merecer ese odio?
Nuria sintió una oleada de rabia al escuchar las palabras de Amelia. —Amelia, lo siento mucho. No debiste pasar por eso. Ni por estas hienas que se alimentan del anonimato de internet para hacer más daño por unos pocos "Me gusta" y "Republicaciones". Vamos a hacer algo al respecto, pero primero, necesito que sepas que no estás sola. Estoy contigo. Debía haberte advertido sobre la reputación de Sandro.
Amelia asintió, agradecida. —Gracias, Nuria. Aunque seguramente no hubiera dado mucha importancia a tu advertencia.
—Por ahora, terminemos el día y tomemos el fin de semana para calmarnos un poco. ¿Hablarás con Jason al respecto? No permitiremos que Sandro ni nadie más te haga daño. ¿Te parece bien? —dijo Nuria con una voz firme pero suave.
Amelia asintió de nuevo. —Sí, debo hablar con él. Afortunadamente viene el fin de semana; necesito un poco de tiempo para recuperarme.
Nuria se levantó y se acercó a Amelia, dándole un abrazo reconfortante. —Nos veremos el lunes, y no te preocupes, encontraremos una solución.
Al salir del despacho de Amelia, Nuria experimentó una renovada sensación de determinación. Tenía que proteger a su compañera y amiga, y asegurarse de que aquellos que intentaban difamarla pagaran las consecuencias. Mientras tanto, el rumor seguía propagándose como un incendio, pero Nuria sabía que con la verdad y el apoyo adecuado, podrían apagarlo antes de que causara más daño.
Amelia se quedó en su despacho, pensando en cómo abordar el tema con Jason. Debía hablarlo, pero ¿cómo se lo tomaría? ¿Le creería? No tuvo que esperar mucho para que todo estallara. De repente, la puerta de su despacho se abrió con cierta violencia sin previo aviso. Jason estaba en la puerta acompañado de Isabel.
—¿Qué has hecho? —La pregunta de Jason era una sentencia. Había creído los rumores sin esperar su explicación.
—Yo... Jason... Jamás... —Amelia se derrumbó, temblando sobre la mesa. No podía mirar a Jason y ver en su rostro la acusación. Podía soportar el acoso de Sandro y los rumores malintencionados, pero no podía aguantar la pérdida de confianza de Jason.
—Jason, cálmate. Seguramente Amelia pueda explicarlo todo.
La voz de Isabel sonaba amistosa, y un rayo de esperanza llegó a su corazón. Pero justo en ese momento, su pelo fue jalado con violencia.
—¡Abre la boca! —rugió Jason.
Amelia estaba verdaderamente asustada. ¿Qué era ese frasco que sostenía Jason sobre su boca? ¿La iba a envenenar? No, no podría hacerle daño así. La señora Montalbán lo perseguiría. Temblando, ya no de miedo sino de terror por la actitud de Jason, Amelia abrió la boca confiando en él. Jason vertió todo el contenido en su garganta, y el líquido descendió por ella con un sabor amargo pero soportable.
Jason la soltó del cabello y tomó asiento enfrente de ella. Isabel, con el rostro serio, se sentó en la otra silla. Amelia los miró a ambos; parecían impacientes, pero ninguno hablaba. No se lo podía creer. Isabel había sido buena con ella desde su llegada, y Jason... Bueno, aunque había sido vendida a él, en los últimos días se había mostrado muy cariñoso.
—Solo hay una verdad en... —Amelia intentó comenzar a contar lo sucedido, pero la mirada de Jason la asustaba—. Jason, jamás te engañaría. Ni por el mejor contrato del mundo. Jason, sabes mi origen. ¿De verdad piensas que me lanzaría en los brazos de otro por un contrato?
Jason no contestaba; simplemente la miraba con severidad. Amelia desvió su mirada hacia Isabel buscando comprensión, y la encontró, pero Isabel no intervino.
—Debí marcharme cuando me hizo sentar en un sillón en lugar de la mesa —continuó Amelia—. Cerró el pestillo de la puerta. Lo que ocurrió entonces fue...
La voz de Amelia volvió a quebrarse al recordar todo, y las lágrimas volvieron a sus ojos. No podía ser posible. Había pasado por una de las peores experiencias de su vida, y Jason la juzgaba tomándola por una puta. Jason miró el reloj y entonces rompió el silencio.
—Amelia, responde con sí o no. ¿Has intentado seducir a Sandro para firmar el contrato?
—No.
—¿Te ha podido la presión al negociar y por eso no has conseguido la firma?
—No exactamente.
—¿Qué ha ocurrido exactamente? Lo que bebiste era una poción de la verdad. No puedes mentir. Por ejemplo, intenta decir que otro hombre te quitó tu virginidad.
Amelia miró a Isabel, quien en ese momento miraba hacia el techo, incómoda.
—Mi primer hombre como mujer has sido tú. Eres mi único hombre. No puedo decirte algo que ambos sabemos es mentira.
Tras esto, Amelia se relajó y comenzó a contar todos los detalles, especialmente los más escabrosos. No quería ocultar ni el más mínimo detalle. Durante veinte minutos, Amelia estuvo hablando sin parar, solo deteniéndose unos momentos para sobreponerse a sus sentimientos de dolor al recordar los hechos.
Jason, poco a poco, se fue sintiendo cada vez más culpable por haber creído los rumores y no haber esperado a confrontar a Amelia y escuchar su versión de los hechos. Isabel, con una expresión severa, miraba a Jason, esperando su pronunciamiento.
Jason tomó una profunda inspiración y dijo:
—Amelia, lamento mucho haberte hecho pasar por esto. He sido un idiota al creer en esos rumores sin darte la oportunidad de explicarte.
Amelia levantó la cabeza, sus ojos aún llenos de lágrimas, pero con una chispa de esperanza.
—Prometo que no dejaré que nadie vuelva a hacerte daño, y me encargaré personalmente de limpiar tu nombre —continuó Jason, con determinación en su voz.
Isabel asintió, satisfecha con la reacción de Jason, y se dirigió a Amelia.
—Vamos a tomar venganza por esto. No estás sola —dijo, su voz cargada de una furia contenida. Luego se volvió hacia Jason—. ¿Puedo tomar sanciones disciplinarias contra todos los que han esparcido estos rumores?
Jason asintió. No podía permitir más rumores sobre Amelia, y menos dentro de su propia empresa.
—En cuanto a Sandro, ¿rompemos todos los contratos con su empresa o hacemos algo más dirigido hacia su persona?
Jason pensó por un momento en los gusanos de Inmaculada. —De momento, Amelia, espera aquí. Voy a tratar esto en privado con Isabel y luego vendré a buscarte.
Jason e Isabel salieron del despacho de Amelia y se dirigieron al despacho de Jason. Una vez dentro, Jason cerró la puerta con firmeza y se giró hacia Isabel, su rostro una máscara de fría resolución.
—Quiero que secuestres a Sandro y le des una paliza que nunca olvide. Necesito conseguir cierto bicho de la señora Montalbán para completar su castigo. Quiero un video de la paliza. Si no puedo conseguir el gusano, lo torturaremos hasta la muerte o lo venderemos a alguna red de tráfico de personas —dijo Jason, su voz baja pero cargada de veneno.
Isabel asintió, sus ojos brillando con la misma intensidad vengativa. —Entendido. Me encargaré de que Sandro pague por lo que le hizo a Amelia. Nadie se burla de nosotros ni de nuestra gente y sale impune.
—Perfecto. Asegúrate de que sufra cada segundo —respondió Jason, su voz gélida—. Y asegúrate de que todos los que participaron en esparcir esos rumores también sientan las consecuencias. No quiero que vuelva a ocurrir algo así.
Isabel asintió de nuevo y salió del despacho de Jason, su mente ya trabajando en el plan para hacer pagar a Sandro y a todos los que se atrevieron a difamar a Amelia.
Jason se quedó un momento en su despacho, respirando profundamente para calmar la furia que hervía en su interior. Sabía que debía mantener la cabeza fría para manejar la situación de la mejor manera posible.
Finalmente, salió de su despacho y regresó al de Amelia. La encontró aún sentada, con los ojos llenos de preocupación. Jason se acercó a ella, tomando sus manos entre las suyas.
—Todo estará bien, Amelia. Nos encargaremos de que todos los responsables paguen por esto. No permitiré que nadie te vuelva a hacer daño.
Amelia, aunque aún dolida por la desconfianza inicial de Jason, sintió un peso levantarse de sus hombros. Sabía que el camino por delante sería difícil y peligroso, pero con Jason e Isabel a su lado, estaba dispuesta a enfrentarlo todo, decidida a asegurarse de que todos los responsables pagaran con creces por sus acciones.