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Chapter 30 - 030. Humillación en el jacuzzi

El sol de la tarde empezaba a descender, bañando la piscina y el jacuzzi con una luz dorada y cálida. Mei, con una sonrisa calculadora, se acercó al jacuzzi y, sin previo aviso, se situó entre Jason y Amelia, desplazando a esta última. 

—Li Wei, ven aquí, junto a Jason. Seguro que disfrutarás de la compañía —dijo Mei, su tono aparentemente casual, pero con una intención clara. 

Li Wei, aunque algo incómoda, obedeció y se sentó al otro lado de Jason, quien se encontraba ahora entre Mei y Li Wei. Amelia, percibiendo la situación, intentó mantener la calma, pero sentía una creciente incomodidad al ser desplazada de al lado de su novio. 

—Así que, Jason, ¿cuáles son tus planes para mañana? —preguntó Mei, tratando de desviar la atención mientras dedicaba una sonrisa triunfante a Amelia. 

Jason, notando las intenciones de su hermana, respondió con diplomacia. —Tengo varias reuniones importantes y algunos asuntos pendientes en la empresa. Será un día ocupado. 

Li Wei, adoctrinada por Mei, trató de halagar a Jason. —Es impresionante todo lo que logras manejar, Jason. No sé cómo encuentras tiempo para todo. 

Jason agradeció el cumplido con una sonrisa, pero entonces sintió una mano rozando su pierna bajo el agua. Era Li Wei, quien, siguiendo una indicación sutil de Mei, se había acercado más de lo necesario. 

—Jason, ¿sabías que Li Wei es una experta en masajes? —comentó Mei, con una sonrisa maliciosa—. Siempre ha sabido cómo aliviar la tensión de un hombre. 

Amelia estaba simplemente incrédula. Estaba viendo cómo Li Wei metía mano a su pareja delante de sus narices sin que este dijera nada. 

Jason trató de mantenerse sereno, pero la situación se volvía cada vez más incómoda. —Es bueno saberlo, Mei, pero creo que estoy bien por ahora. 

Li Wei, siguiendo el juego, deslizó su mano por el brazo de Jason, fingiendo una risa suave. —Sí, siempre me ha gustado ayudar a relajarse a mis amigos. 

Mei, disfrutando de la incomodidad de Jason, añadió: —Estoy segura de que podrías disfrutar de una noche muy relajante con Li Wei, ¿verdad, hermano? 

Jason, notando la tensión en el ambiente, decidió que era suficiente. —Perdón, pero tengo que revisar unos correos importantes antes de la cena —dijo, levantándose rápidamente y tratando de ocultar su entrepierna con una mano. 

Amelia observó la situación con una mezcla de alivio y preocupación, mientras Jason salía apresuradamente del jacuzzi. Mei y Li Wei intercambiaron miradas, con Mei sonriendo triunfalmente. 

—Vaya, parece que tu trabajo nunca termina, Jason —comentó Mei, con una risa ligera que ocultaba su satisfacción. 

Jason, sin volverse, respondió desde la distancia. —Así es, Mei. Algunas cosas no pueden esperar. 

Mientras Jason se dirigía hacia la casa, Amelia sintió una oleada de furia mezclada con impotencia. La descarada provocación de Mei la había dejado en una posición incómoda, pero sabía que enfrentarse directamente a ella no era una opción viable en ese momento. Necesitaba encontrar una manera de reafirmar su posición sin caer en las trampas que Mei le tendía. 

Amelia intentó suavizar la situación. —Mei, ¿te gustaría algo de beber? Podemos pedir que nos traigan unos refrescos. 

Mei asintió, observando satisfecha cómo Amelia se plegaba ante sus provocaciones. —Sí, gracias, Amelia. Eso suena bien. 

Amelia levantó una mano e inmediatamente una doncella se acercó. Ordenaron varios refrescos y la doncella desapareció. 

—Estáis yendo demasiado lejos. No voy a renunciar a Jason sin luchar y ambas podéis terminar mal —advirtió Amelia cuando la doncella se hubo retirado en busca de los refrescos. 

—¿Nos estás amenazando? Mira, asquerosa aprovechada, para mi hermano yo soy la persona más importante. Vuelve a amenazarme y te haré aplicar la disciplina de la familia. Tienes dos opciones: o aguantas esta semana de humillaciones o te marchas con el rabo entre las piernas. 

La disciplina familiar se aplicaba con latigazos. Cuando Amelia leyó sobre esas costumbres de la familia Xiting, le parecieron terribles. ¿Cuántos latigazos debería soportar si le daba una cachetada a esta malcriada? Podría merecer la pena por arrancarle esa estúpida sonrisa de superioridad. 

—Tu hermano sabe que me estoy esforzando al máximo. Si le pides que me aplique la disciplina de la familia, quizás te sorprendas. Jason no desea ser obligado a casarse con alguien que no sea de su elección. Si tanto lo quieres, tú y Li Wei deberíais aceptarlo. 

Mei miró furiosa a Amelia. ¿Cómo se atrevía a decirle qué debía hacer? Si cualquier chica deseaba acercarse a su hermano, debía contar con su aprobación. Si estaba dispuesta a dar guerra, la destrozaría. 

Li Wei miraba la escena con estupor. Había realizado la escena de antes para evitar oír a Mei, pero las cosas estaban escalando demasiado rápido. —Mei, por favor, vamos a retirarnos. Lo dije antes, Amelia no parece mala persona y tu hermano la quiere. ¿De verdad crees lo de los correos? Se ha ido por no montar un número. 

Amelia la miró furiosa ante las palabras amables de Li Wei después de haber metido descaradamente la mano en la entrepierna de Jason. —¿Por qué ahora dices eso cuando hace un momento estabas metiendo mano a mi novio? 

Li Wei bajó la mirada, su expresión reflejando un conflicto interno. Finalmente, levantó la vista y dirigió su mirada a Amelia. —Lo siento, Amelia. Me iré a un hotel el resto de la semana —contestó, su voz cargada de culpa y resignación—. Mei está convencida de que no mereces a su hermano y empeñada... 

Antes de que pudiera terminar, Mei la interrumpió con un tono tajante. —Cállate, Li. No debes nada a Amelia. He decidido que seas la esposa de mi hermano. Cuando termine con Amelia, lo serás. 

Amelia sintió un nudo de ira y frustración en su estómago, pero permaneció en silencio, observando cómo Li Wei enfrentaba a Mei. 

Li Wei frunció el ceño y dio un paso atrás, cruzando los brazos sobre el pecho. —¿Y si yo no quiero? —su voz era firme, desafiando la autoridad de Mei por primera vez. 

Mei la miró con incredulidad, como si no pudiera creer lo que estaba escuchando. —¿Qué has dicho? ¿Cómo no vas a querer ser mi cuñada? Somos amigas desde la infancia —respondió, su tono lleno de desconcierto y un toque de desesperación. 

Li Wei soltó un suspiro profundo, sus hombros tensándose mientras enfrentaba a Mei. —Somos amigas porque mi padre me obligaba a adularte y obedecerte. Mei, te he aguantado de todo y te aprecio, pero esto está yendo demasiado lejos. Me has hecho ponerme un bikini indecente, meterle mano a tu hermano y has sugerido que soy una puta experta en satisfacer a los hombres. —Sus palabras salieron con un tono cargado de resentimiento y tristeza—. ¿Hasta dónde vamos a llegar? 

Mei se quedó en silencio, sus ojos llenos de una mezcla de sorpresa y rabia. No estaba acostumbrada a que Li Wei, siempre obediente y sumisa, se le enfrentara de esta manera. Miró a su amiga como si fuera una extraña, sintiendo que el control que siempre había tenido se deslizaba entre sus dedos. 

Amelia observaba la escena, sintiéndose un poco más esperanzada al ver que Li Wei finalmente había decidido ponerle límites a Mei. Sabía que la situación seguía siendo delicada, pero al menos ahora no estaba sola contra Mei. 

—Deja de sonreír. Tú tienes la culpa de que Li Wei me hable así. Li, nosotras siempre hemos sido amigas, no dejes que esta basura te meta ideas raras —Mei empezaba a perder demasiado terreno en esta guerra. Debía redirigir su ataque hacia Amelia. 

Li Wei, con el ceño fruncido, tomó una decisión. —Mei, ¿quieres demostrar que Amelia es una mala persona? Te ayudaré, pero debes dejar de jugar sucio. 

Mei no pensaba dejar de jugar sucio. Debía destrozar a la mujer que había osado interferir entre ella y su hermano. 

Amelia, cansada ya de esta discusión, solo deseaba relajarse en el jacuzzi antes de cenar. —Mei, ¿qué debo hacer para demostrar que soy digna de tu hermano? 

Mei la miraba con rabia. Ella no podía ser la mala. La mala era Amelia. —Para empezar, arrodíllate y pega tu frente contra el suelo. 

Amelia apretó los puños. Se levantó y se arrodilló ante Mei. Esta sonrió y le hizo una señal para que hundiera su cabeza en el agua. Amelia respiró profundamente, más para tranquilizarse que para coger aire, y sumergió su cabeza hasta golpear contra el suelo. Li Wei comenzó a mirar preocupada cuando el tiempo empezó a pasar. Amelia soltó un poco del aire almacenado en sus pulmones, y Mei apretó con el pie la cabeza de esta contra el suelo. 

—Mei, ya basta. Se ahogará si no la dejas levantarse. 

Mei no hizo caso a su amiga, incluso se puso de pie para hacer más fuerza con su pie sobre la cabeza de Amelia. Esta comenzó a llegar a su límite, expulsó lo que quedaba de aire en los pulmones y empezó a golpear el suelo con sus manos. Una sonrisa de satisfacción se dibujó en la cara de Mei. A pesar de estar al borde de la muerte por ahogamiento, Amelia no hacía fuerza para sacar su cabeza. 

—Por favor, Mei. Te lo suplico. No te volveré a desafiar, pero deja que viva. 

Li Wei estaba aterrada. Apenas conocía a Amelia, pero no quería su muerte. Desesperada, empujó a Mei y sacó a Amelia del agua. 

—¡Respira! —dijo Li Wei, con la voz temblorosa. 

Amelia respiró agobiada por unos segundos, pero en cuanto recuperó el aire, luchó con Li Wei para volver a arrodillarse ante Mei. 

—Vale, por esta vez te perdono tu osadía de enfrentarte a mí, pero deberás seguir obediente el resto de la semana si deseas mi aprobación. 

Amelia, de rodillas frente a Mei, inclinó la cabeza en señal de sumisión. Deseaba rebelarse, golpearla, pero ahora no estaba Jason. ¿A quién creería? Ya el viernes había creído unos rumores. ¿Cómo iba a creerla a ella frente a su hermana? 

La doncella, con los refrescos en una bandeja, había estado observando buena parte de la escena, sorprendida. Tosió para hacerse notar. 

—Señoras, he traído sus bebidas —dijo la doncella, rompiendo el tenso silencio que se había instalado. 

Li Wei tomó un refresco, tratando de recuperar la compostura. —Gracias. Amelia, ¿quieres uno? 

Amelia asintió, levantándose lentamente. —Sí, por favor. —Tomó un vaso de la bandeja y bebió, intentando calmar su mente y cuerpo. 

Mei, por su parte, tomó su bebida con una sonrisa triunfante. —Bien, ahora que todo está en orden, podemos disfrutar de la tarde. ¿Verdad, Amelia? 

Amelia solo pudo asentir, sabiendo que tendría que soportar las humillaciones de Mei hasta que Jason volviera. Pero también sabía que no se rendiría fácilmente. No iba a rendirse ante Laura en la oficina y no se rendiría ante Mei en casa. 

—Mei, ¿puedo hacerte una pregunta? —preguntó Amelia con la cabeza gacha. No deseaba pasar toda la semana con la cabeza inclinada, pero al menos aguantaría lo posible. 

Mei miraba sonriente la actitud de Amelia. En apenas unas horas había conseguido subyugarla; ahora solo faltaba demostrar a Jason que no era una buena esposa para él. —Pregunta, pero arrodíllate y masajea mis pies como el ser indigno que eres. 

Amelia se levantó de su asiento en el jacuzzi y dudó un momento si tirar de dignidad y marcharse o humillarse y arrodillarse. Con un suspiro, tomó la segunda opción, haciendo un verdadero esfuerzo para no doblarle el pie. 

—¿Por qué, sin conocerme, soy indigna de Jason? 

Mei sonrió ante el descaro de Amelia. ¿Por qué era indigna? Las cualidades que la hacían digna debían preguntarse mejor. 

—No eres una mujer de Suryavanti. No perteneces a una buena familia. No has sido educada para comportarte como se espera de una dama de la familia Xiting. ¿Te parece poco? 

Amelia sintió ganas de retorcerle el dedo gordo, pero solo se limitó a suspirar con frustración. Todo eran idioteces. La auténtica razón para no gustarle se la estaba guardando. 

—Lo de Suryavanti no puedo solucionarlo. Soy la ahijada de Inmaculada Montalbán. No sé qué tan importante sea en Suryavanti, pues creo que también tiene negocios allí, pero aquí es una de las diez principales fortunas. En cuanto a comportarme como una dama de la familia Xiting, no es tan difícil; solo se espera docilidad ante nuestros esposos y saber manejar sus negocios si fuera necesario. Por otro lado, Jason me instruiría si cometiera algún error con el látigo disciplinario sin dudarlo. Ahora, ¿puedes decirme el motivo real? 

Amelia ni levantó la mirada del pie derecho con el cual estaba ocupada mientras razonaba todo esto. Mei, en cambio, la miró con cierto enfado. No tenía una razón de peso para odiarla. Solo estaba enfadada por no haber sido consultada por su hermano y por no ser una de sus amigas. Debía reconocer que Amelia se había estado esforzando en agradar, se había humillado y ahora mismo se encontraba a sus pies dándole un masaje sin rechistar. 

—No somos amigas —contestó fríamente Mei—. Si te muestras sumisa como ahora mismo toda la semana, quizás te acepte. 

Amelia soltó el pie, se levantó y miró a Mei a los ojos. —Entonces, lo siento. Por Jason estaría dispuesta a humillarme toda la semana, pero como futura esposa de Jason Xiting, no puedo humillarme todo el rato ante otra mujer que no sea la jefa de la familia Xiting. No quieres una buena esposa para tu hermano, quieres una mujer dispuesta a ser tu esclava. ¿Sabes lo más gracioso? Tu hermano sí puede tratarme como su esclava y aun así jamás lo ha hecho. Quería ser vuestra amiga. Estaba dispuesta a hacer todo por caeros bien y contentaros, pero todo tiene un límite. 

Amelia se volvió y salió del jacuzzi, dejando a las dos amigas en él. Si seguía allí un minuto más, terminaría perdiendo los estribos. Era consciente de la terrible semana a la cual se iba a enfrentar. 

Mei no estaba dispuesta a dejar escapar a Amelia. Había visto potencial en ella. No era tan dura como se quería hacer ver; se había humillado y mostrado sumisa. Además, Jason no la dejaría a menos que encontrara una falta muy grave y no parecía tan estúpida. 

—¡Detente y vuelve aquí! —ordenó enfadada Mei. 

Amelia se volvió con ojos desafiantes hacia Mei, pero no dijo una palabra. 

—Vuelve y negociemos. 

¿Qué podían negociar? Mei quería destruirla y no iba a parar hasta conseguirlo. Ella podía no ser rebelde, tenía miedo a defraudar a Jason y terminar en un burdel, pero ¿cuáles iban a ser los términos de la negociación? 

—No comprendo. Yo voy a seguir cumpliendo con lo impuesto por Jason y eso es haceros de guía y tratar de complaceros en todo, pero no me voy a humillar toda la semana por tu capricho. No hay más que te pueda dar. 

Mei la miraba con una gran sonrisa confiada. Simplemente haberse parado y vuelto ya dejaba clara la inseguridad de Amelia; incluso podía observar cómo temblaba ligeramente. 

—Sí te vas a humillar toda la semana. Temes ser rechazada por Jason, ¿tan segura estás de tu poder frente al mío? Si no te humillas, Li se echará en brazos de Jason en público. ¿Cómo quedará tu reputación si ella es la prometida de Jason y tú la amante? 

Amelia tragó saliva. Mei acababa de plantar todas las cartas encima de la mesa y ella iba de farol. ¿Era el amor de Jason por ella superior al amor por su hermana? Si Li Wei era mostrada en redes sociales y en su oficina como la prometida de Jason, ¿podría ella luchar contra todos esos rumores? 

—Si acepto tus humillaciones cuando estemos solas nosotras tres, ¿dejarás de atacarme? 

—No, aún debo jugar mis cartas, pero mientras lo aceptes, no insistiré con Li Wei como novia de mi hermano y no se lanzará a sus brazos. En eso sí te doy mi palabra. Eso no quita que señale todos los defectos presentes en ti. Al final de la semana, si has cumplido y no he conseguido hacer que Jason te rechace, te aceptaré como mi cuñada. 

Amelia miró hacia el suelo. Tendría que encontrar una forma de demostrar su valía a pesar de los obstáculos que su cuñada le pusiera en el camino, pero el trato no era del todo desfavorable. ¿Una guerra abierta entre las tres o una guerra fría?