En la biblioteca, el silencio solo se veía interrumpido por el pulsar de teclas. La luz tenue de las lámparas creaba un ambiente sereno y cálido, mientras tanto Amelia como Jason estaban absortos en sus portátiles, sumidos en el trabajo. La atmósfera era densa con la concentración y el ligero aroma a café que aún quedaba en el aire. De vez en cuando, Amelia levantaba la vista para observar a Jason, preguntándose si quizás hubiera sido mejor proponer ver una película, jugar al billar o los dardos. Sentía un escalofrío recorrer su espalda al pensar en tener sexo para animarlo. Amelia se sintió asqueada por estar dispuesta a eso por compasión. Ella había decidido entregarse a él, pero la discusión de ayer había dejado una tensión palpable y entregarse esa noche podría entenderlo como lástima. Desgraciadamente, ¿cuánto tiempo debería esperar para que no se considerara lástima?
Jason, sintiéndose observado, levantó los ojos y sus miradas se cruzaron. En ese instante, el mundo pareció detenerse para ambos. Inmaculada había dado con una joya. No comprendía cómo en solo tres días Amelia se había colado en su corazón. Su intención había sido usarla para escapar de su hermana y su empeño por casarlo con su amiga. No esperaba enfadar a su padre de esa manera, aunque su hermano mayor había estado intentando quitarlo de en medio desde hacía tiempo. ¿Y si todo hubiera sido orquestado por su hermano?
Amelia sonrió al ver cómo Jason también la miraba y su corazón se aceleró. Sentía como si una corriente eléctrica la recorriera, desde la punta de los dedos hasta el fondo de su estómago. ¿Cómo era posible? Había pasado de ser un hombre hetero a ser una joven que se ruborizaba y se le aceleraba el corazón al ver a un hombre. ¿Cómo podía haber aceptado su cambio tan rápido? Aun aceptando su nuevo cuerpo, ¿cómo podía estar fantaseando con un hombre?
—¿Estás feliz? —La pregunta de Jason la sacó de sus pensamientos.
Amelia lo miró, sus ojos brillando con una mezcla de emoción y confusión.
—Sí, mucho, pero a la vez no entiendo nada. Por encima de todo, no sé por qué estoy pensando en cuando podríamos... —Amelia miró hacia abajo, sonrojándose, sintiendo el calor subir por su rostro.
Jason la observó con ternura, su mirada suave y comprensiva. Sabía que ambos estaban navegando en aguas desconocidas, pero sentía una conexión que no podía ignorar.
—Magia —respondió con una sonrisa Jason—. Si te sirve de consuelo, yo tampoco entiendo cómo has conseguido ganar mi corazón. Te había seleccionado de manera fría y calculada. Quería un juguete, una esclava y, sin embargo, me estoy enamorando de ti.
Amelia sintió que su corazón daba un vuelco. ¿Enamorado? ¿Jason se había enamorado de ella? No, no era posible. ¿Cómo se iba a enamorar tan rápido? No debían faltarle pretendientes. ¿Por qué enamorarse de ella? Hoy no había bebido. Esto no era el alcohol. ¿Quizás era por la emoción de la batalla? De la batalla comercial contra el Grupo Xiting. Pero la sinceridad en sus ojos y el calor en su voz la hicieron dudar de sus propias inseguridades.
—Jason, no sé si esto es real —dijo Amelia con una mezcla de emoción y duda—. Todo ha pasado tan rápido.
Jason se acercó, sus manos buscando las de ella, entrelazando sus dedos con suavidad.
—Lo sé, Amelia —respondió Jason, acercándose y tomando sus manos—. Pero, sea lo que sea, quiero averiguarlo contigo. No me importa lo que digan los demás, quiero estar contigo.
Amelia sintió un nudo en el estómago, una mezcla de alegría y miedo. Las palabras de Jason resonaban con sinceridad y pasión, pero el temor a lo desconocido aún la inquietaba. Decidió confiar en sus sentimientos y en las palabras de Jason.
—Yo también quiero estar contigo, Jason —susurró, mirándolo a los ojos—. Pero prométeme que, pase lo que pase, seremos honestos el uno con el otro.
Jason apretó sus manos, mirándola con una seriedad que ella no había visto antes.
—Te lo prometo —respondió Jason con firmeza, apretando sus manos con calidez y seguridad.
El momento se cargó de una intimidad silenciosa, donde ambos se miraron a los ojos, entendiendo que, aunque el camino por delante podría ser complicado, estaban dispuestos a recorrerlo juntos. Amelia sintió una renovada confianza en su relación y en su capacidad para enfrentar los desafíos que venían.
El aire entre ellos parecía vibrar con una energía palpable, una mezcla de promesa y esperanza. Ambos sabían que el camino no sería fácil, pero por primera vez, sentían que estaban en la misma sintonía, dispuestos a enfrentar lo que fuera necesario. En ese instante, el pasado y el futuro se fusionaron en un presente que solo ellos dos comprendían, un presente lleno de posibilidades y de un amor que estaba comenzando a florecer contra todo pronóstico.
Finalmente, Jason rompió el silencio, su voz suave rompiendo la concentración que ambos habían mantenido durante horas.
—Creo que ya hemos trabajado suficiente por hoy. ¿Vamos a la cama? —sugirió, con una sonrisa pícara que hizo que el corazón de Amelia latiera más rápido.
Amelia asintió, agradecida por la propuesta y sintiendo una mezcla de nerviosismo y emoción. Juntos, se levantaron de sus asientos, sus manos entrelazadas mientras caminaban hacia el dormitorio. Cada paso parecía cargar el aire con una electricidad palpable, la promesa de un momento de intimidad y conexión que los alejaría por un rato de las preocupaciones que los habían estado acosando.
Al llegar al dormitorio, la habitación estaba iluminada solo por la tenue luz de la lámpara de noche, creando un ambiente cálido y acogedor. Amelia se detuvo un momento, su respiración acelerándose mientras observaba a Jason despojarse de su ropa, quedando solo con los bóxers. Él se acostó en la cama, sus ojos llenos de deseo y ternura, observando cada movimiento de Amelia.
Decidida a hacer de este momento algo especial, Amelia dejó caer su vestido al suelo, sintiendo el ligero roce del aire fresco en su piel expuesta. Se aproximó a la cama con una mezcla de sensualidad y timidez, sus movimientos tratando de imitar los de las películas eróticas que había visto, pero sin estar segura de si resultaban excitantes o ridículos. Cada paso parecía resonar en sus oídos, amplificando la anticipación.
Gateó por la cama hacia Jason, relamiéndose de forma provocativa, sus ojos nunca apartándose de los suyos. Sentía cómo la tensión y el deseo se acumulaban en el ambiente, una sensación que la hacía estremecer. Al llegar a sus pies, Amelia comenzó a besar suavemente, dejando que sus labios rozaran su piel mientras subía por sus piernas, cada beso enviando una ola de calor a través de su cuerpo.
Al llegar a los bóxers, observó el contorno de su erección, contenido apenas por la tela. La visión la hizo temblar de deseo y nerviosismo. Pensó en arrancarle los bóxers y ser más atrevida, pero decidió tomarlo con calma. Besó la punta de su erección a través de la tela, disfrutando del gemido suave que escapó de los labios de Jason.
Sus besos continuaron subiendo por sus abdominales, deteniéndose un momento para saborear cada centímetro de su piel. Finalmente, llegó a sus pectorales, su corazón latiendo con fuerza mientras sentía el calor y la firmeza de su cuerpo bajo sus labios. Sus bocas se encontraron en un beso apasionado, cargado de deseo y promesas no dichas.
Jason respondió a sus caricias con una ternura que la sorprendió. Sus manos recorrieron su cuerpo con suavidad, deteniéndose para apreciar cada curva, cada detalle, como si fuera un tesoro que quería memorizar. Amelia sintió un escalofrío de anticipación y deseo, mezclado con un nerviosismo latente. Sabía que este momento era especial y quería disfrutarlo plenamente.
—Amelia, si en cualquier momento quieres parar, dímelo, ¿vale? —susurró Jason contra sus labios, mirándola con una intensidad que la hizo sentir segura y deseada.
—Lo sé, Jason. Confío en ti —respondió ella, su voz apenas un susurro cargado de emoción.
Jason continuó acariciándola, tomando su tiempo para asegurarse de que Amelia estuviera cómoda y disfrutando. Lentamente, deslizó sus manos por su espalda, desabrochando su sujetador y dejando que cayera al suelo. Sus labios siguieron un camino descendente, explorando su piel con besos y caricias suaves. Amelia se estremeció bajo su toque, sintiendo cómo el deseo se intensificaba en su interior.
Cuando Jason finalmente la despojó de sus bragas, Amelia sintió un momento de vulnerabilidad, pero la mirada amorosa de Jason la tranquilizó. Sus dedos acariciaron suavemente su entrepierna, explorando con ternura antes de avanzar. Sus dedos dieron paso a algo más grueso a punto de entrar en su lugar más sagrado. Amelia se tensó nerviosa, sabiendo que una vez se hubiera cruzado ese umbral no quedaría nada de su anterior ser.
Los brazos de ella bajaron por los costados de él hasta fijarse donde la espalda pierde su santo nombre. Jason la miró pidiendo permiso, ella jadeante asintió a la vez que lo empujaba con sus manos hacia ella.
Amelia sintió un leve dolor al principio, tal como había leído, pero la ternura y el cuidado de Jason pronto lo transformaron en una sensación de placer creciente. Sus movimientos eran lentos y considerados, dándole tiempo para adaptarse a cada nueva sensación.
—¿Estás bien? —preguntó Jason, su voz cargada de preocupación y amor.
—Sí, sigue —susurró Amelia, aferrándose a sus hombros mientras el placer comenzaba a superar cualquier incomodidad inicial.
Los movimientos de Jason se volvieron más rítmicos y profundos, y Amelia sintió cómo una ola de placer la envolvía. Cada caricia, cada beso, aumentaba la intensidad del momento, llevándola a un clímax que la dejó temblando de éxtasis. Jason la siguió poco después, sus gemidos entrelazándose con los de ella en una sinfonía de pasión.
Finalmente, Jason se recostó a su lado, abrazándola con fuerza. Ambos respiraban pesadamente, sus cuerpos todavía vibrando con el recuerdo del placer compartido. Amelia se acurrucó contra el pecho de Jason, sintiéndose más conectada a él que nunca. Sentía la calidez de su piel contra la suya, el ritmo de sus corazones sincronizándose poco a poco.
El silencio de la habitación, roto solo por sus respiraciones entrelazadas, creaba un ambiente de tranquilidad y amor. Amelia cerró los ojos por un momento, dejando que la paz del momento la envolviera. Sentía una mezcla de emociones: alegría, satisfacción y una tranquilidad que la hacía sonreír suavemente. Había encontrado en Jason no solo un amante, sino un compañero de vida, alguien que estaba dispuesto a aceptarla y amarla incondicionalmente.
—Te quiero, Amelia —murmuró Jason, besando su frente con ternura.
—Yo también te quiero, Jason —respondió Amelia, sintiendo una profunda paz y felicidad. La vulnerabilidad y la entrega de ese momento habían fortalecido su vínculo de una manera que nunca había imaginado posible. Sentía que cada barrera que alguna vez había tenido se había desmoronado, dejando solo la pura esencia de su amor por él.
Se quedaron así, abrazados, disfrutando de la intimidad y la calidez del momento. En la mente de Amelia ya solo cabía ella como mujer; con una sonrisa se despidió de Roberto. Ya solo anidaba en ella Amelia, Roberto era un eco lejano del pasado, una sombra desvanecida por la luz del presente.
—¿Qué te hace gracia? —preguntó con curiosidad Jason, notando su sonrisa.
—Has borrado a Roberto, ya solo seré Amelia, tu novia, tu amante —le susurró—. ¿Qué se siente al convertir a un hombre en mujer?
Jason la miró un momento sonriendo, su mirada llena de amor y orgullo. Acarició su cara con una suavidad infinita, recorriendo con sus dedos cada contorno como si quisiera memorizarlo. Sus manos siguieron un camino descendente, acariciando sus senos, su cintura y finalmente colocó su mano en el lugar prohibido, haciendo que Amelia se estremeciera bajo su toque.
—Tú siempre has sido Amelia para mí. Hoy solo me encuentro feliz por habernos unido aún más —dijo Jason, su voz cargada de emoción. Sus palabras eran un bálsamo para el alma de Amelia, llenándola de una seguridad y confianza que nunca antes había sentido. Era como si, en ese momento, el tiempo se hubiera detenido, permitiéndoles saborear cada segundo de su unión.
Durante un rato, los dos siguieron acariciándose, besándose y diciéndose cosas cariñosas. Cada caricia y cada palabra eran una reafirmación de su amor y su compromiso. El mundo exterior parecía desvanecerse, dejando solo la burbuja de intimidad y amor que habían creado juntos. Cada beso era una promesa, cada caricia una declaración de amor que resonaba en lo más profundo de sus corazones.
Amelia se sentía completamente entregada a Jason, no solo en cuerpo, sino también en alma. Sus caricias eran tiernas y protectoras, y cada beso la hacía sentirse más amada y deseada. Sus cuerpos se movían en un ritmo lento y armonioso, disfrutando de cada momento, de cada sensación. Se sentía segura, envuelta en el amor de Jason, y sabía que él sentía lo mismo.
Finalmente, el sueño empezó a vencerlos. El día había sido un palo duro para Jason; mañana podrían haber nuevos desafíos, pero ahora solo existía para ellos su mutua felicidad. Amelia se acurrucó aún más cerca de Jason, su cabeza descansando en su pecho, escuchando el latido constante de su corazón. Era un sonido reconfortante que la arrullaba, llevándola lentamente hacia el sueño.
Aunque el futuro era incierto y los desafíos no habían desaparecido, sabían que juntos podían enfrentarlo todo. La conexión que habían fortalecido esa noche les daba la fuerza para seguir adelante. Amelia, por primera vez en mucho tiempo, se sintió completamente en paz. Y con una última caricia en el rostro de Jason, dejó que el sueño la llevara, segura de que, pase lo que pase, enfrentarían el futuro juntos.
El calor de los brazos de Jason, su suave respiración y el amor que compartían la envolvieron en una sensación de seguridad absoluta. Mientras se dejaba llevar por el sueño, Amelia sabía que habían encontrado algo especial, algo que nada ni nadie podría romper. Con una sonrisa, se sumergió en un sueño profundo y reparador, sabiendo que estaba exactamente donde debía estar: al lado de Jason.
Sin embargo, mientras la noche avanzaba y el mundo exterior seguía su curso, la realidad comenzaba a hacerse presente de nuevo. Jason y Amelia, abrazados en su refugio de amor y seguridad, se sumergían en un sueño profundo. Más allá de las paredes de su intimidad, las sombras de los desafíos futuros comenzaban a formarse, amenazando con poner a prueba la fuerza de su vínculo y su determinación. A pesar de la paz que ahora los envolvía, sabían que los días por venir no estarían exentos de dificultades. Pero en ese momento de tranquilidad, confiaban en que, unidos, podrían enfrentar cualquier obstáculo que el destino les pusiera en el camino.