Capítulo 51: El amor está en el aire
Narra Brenda
El viento que entraba por la ventana acariciaba mi cuerpo y me transportaba a un paraíso después de la inolvidable noche que vivimos. Fue una noche mágica y no podía evitar soñar con volver a hacer el amor con él.
Aún nos encontrábamos en Cambridge, en una hermosa casa junto a la playa.
La luz del sol se filtraba entre mis párpados y me obligaba a abrir los ojos. Al hacerlo, me encontré en una cama cubierta de pétalos de rosa que habían sido esparcidos con amor la noche anterior. Y a mi lado, allí estaba él, mi querido profesor, durmiendo plácidamente. Su cabello despeinado, su mandíbula tensa y sus largas pestañas que ocultaban sus preciosos ojos azules lo hacían ver aún más guapo.
No pude resistir la tentación y comencé a besar su frente, su cuello, su hombro, su pecho, su torso y finalmente sus labios.
En ese momento, sentí cómo se movía en la cama y vi cómo abría lentamente sus hermosos ojos azules, regalándome una dulce sonrisa.
- Buenos días, preciosa - me dijo, dándome un beso en los labios.
- Buenos días, Alan. ¿Cómo dormiste? - le pregunté, con ternura en mis palabras.
- Dormí de maravilla, gracias a ti, preciosa - respondió, provocando que mis mejillas se tiñeran de un suave rubor. Este hombre era realmente maravilloso.
- ¿En qué estás pensando? - me preguntó, sacándome de mis pensamientos.
- Estaba pensando en lo maravilloso que eres - le dije, mientras volvía a besar sus labios - pero creo que deberíamos levantarnos. Estamos en la playa y podrían vernos.
- No te preocupes, amor. Esta playa es privada, la compré especialmente para nosotros dos - me dijo con dulzura.
No podía creerlo. Una playa privada en la ciudad de Cambridge, además de la cabaña junto al lago en Londres. Alan nunca dejaba de sorprenderme.
- ¿Tienes hambre, hermosa? Si quieres, podemos ir a la cocina y comer algo - me preguntó Alan.
- ¡Tengo mucha hambre! - respondí, dándole un pequeño beso en los labios.
- Vamos entonces, a la cocina. Yo también muero de hambre - dijo, devolviéndome el beso.
Nos levantamos de la cama y nos dirigimos a la ducha juntos. Mientras el agua caía sobre nosotros, Alan me enjabonaba suavemente y me daba pequeños masajes. Cada roce de sus manos me hacía sentir una oleada de placer...
Después de disfrutar de un relajante baño, nos vestimos con la ropa que habíamos llevado la noche anterior, nuestra ropa de boda. Luego, nos dirigimos a la cocina para preparar un delicioso desayuno.
Pasamos unos maravillosos 15 minutos en la cocina, entre risas, bromas y algunos besos robados. Era increíble cómo cada momento con Alan se volvía más especial y emocionante.
Justo cuando pensaba que mi día no podía ser mejor, apareció una mujer vestida como mucama.
- Buenos días, señor y señora Freeman - saludó.
Sonreí ante el título de "señora Freeman". Me sentía tan afortunada de estar junto a Alan.
- Buenos días - respondimos Alan y yo al unísono.
- ¿Desean que comience a limpiar ahora o prefieren que vuelva más tarde? - preguntó la mucama, llamada Rosita.
- No te preocupes, Rosita. Puedes comenzar. Nosotros ya nos íbamos - dijo Alan, presentándome a Rosita como su ama de llaves encargada de la playa.
- Mucho gusto, Rosita - dije, estrechando su mano.
- El gusto es mío, señora Freeman - respondió Rosita. No pude evitar sentirme emocionada al escuchar ese título.
Salimos al exterior y nos esperaba una elegante limusina. Subimos y nos llevó al aeropuerto para regresar a Londres. Afortunadamente, mi madre pensaba que estaba con Anabela, lo cual nos daba un poco de privacidad para disfrutar de nuestro amor.
Llegamos a Londres y nos encontramos con una elegante limusina esperándonos. Sin perder tiempo, subimos al auto y durante todo el trayecto no pudimos resistirnos a besarnos apasionadamente.
Al llegar a su departamento, Alan me miró con una sonrisa traviesa y me ayudó a desabrochar el vestido de novia, dejándolo caer al suelo. Me puse rápidamente la ropa que llevaba puesta antes de ponérmelo, mientras nuestras miradas se llenaban de deseo.
- Parece que no puedo tener suficiente de ti, Brenda - susurró Alan, acercándose a mí.
- Yo tampoco puedo resistirme a ti, Alan - respondí, sintiendo cómo la pasión nos consumía.
Nos ayudamos mutuamente a desvestirnos, dejando caer nuestras prendas al suelo. Luego, nos ayudamos a vestirnos nuevamente, pero esta vez con ropa más casual.
Decidimos llevar nuestros trajes de boda a la lavandería por la tarde, para que quedaran impecables y listos para guardar como preciosos recuerdos.
- Parece que nuestra aventura recién comienza, ¿no crees? - comenté, mirando a Alan con una chispa traviesa en los ojos.
- Así es, mi amor. Estoy emocionado por lo que el futuro nos depara - respondió Alan, acariciando mi rostro con ternura.
Salimos juntos del departamento y nos despedimos momentáneamente, manteniendo una distancia prudente para no despertar sospechas. Subí a mi auto y comencé a conducir, pero no pude evitar sonreír con complicidad. Sentía que estaba flotando en las nubes, con el corazón lleno de amor y felicidad. Con una mano en el volante, acariciaba la cadenita que llevaba puesta, recordando con cariño los dos momentos especiales en los que Alan me la había regalado: cuando nos hicimos novios y cuando nos casamos.
Llegué a mi casa, bajé del auto y una sensación de felicidad invadió todo mi ser. Entré a la sala y no vi a nadie, así que me dejé llevar por la euforia y comencé a reír a carcajadas mientras giraba alrededor de la habitación. Mis risas se mezclaban con la melodía de "My Heart Will Go On" de Celine Dion, que resonaba en mi mente y en mi corazón. Cerré los ojos y me dejé llevar por la música, cantando los fragmentos más emocionantes de la canción mientras me movía con gracia y alegría:
"Near, far, wherever you are
I believe that the heart does go on
Once more, you open the door
And you're here in my heart
And my heart will go on and on"
Sin darme cuenta, la canción llegó a su fin y abrí los ojos para encontrarme con una escena inesperada: mis padres y mi hermana estaban parados frente a mí, con los ojos y la boca abiertos, sorprendidos por mi espontáneo espectáculo.
- Mamá... Papá... Ingrid - dije nerviosa - ¿Cuánto tiempo llevan aquí?
Pasamos horas conversando, mientras mis padres y mi hermana me hacían preguntas curiosas sobre mi ausencia. Traté de evadir algunas respuestas, pero era evidente que no estaban satisfechos con mis evasivas. Finalmente, logré convencerlos de que me dejaran ir a mi habitación, necesitaba un momento para procesar todo lo que estaba sucediendo.
Una vez en mi cuarto, sentí la necesidad de compartir mis sentimientos con alguien en quien confiar. Sin dudarlo, llamé a Anabela y le agradecí por haberles dicho a mis padres que había dormido en su casa la noche anterior. La música de "My Heart Will Go On" seguía resonando en mi mente mientras le contaba a Anabela sobre mi encuentro con mis padres y cómo me sentía atrapada entre la verdad y la necesidad de proteger mi relación con Alan. Ella comprendió mi dilema y me ofreció su apoyo incondicional.
Juntas, nos sumergimos en una conversación llena de risas y confidencias, mientras el eco de la canción seguía latiendo en nuestros corazones, recordándonos que el amor puede superar cualquier obstáculo:
"Love can touch us one time
And last for a lifetime
And never let go 'til we're gone"
- Y... cuéntame todo, estoy emocionada por escucharlo - dijo Anabela con entusiasmo.
- ¡Por supuesto! Déjame contarte todo en detalle - respondí emocionada.
- Pero ve despacio, Brenda, quiero saborear cada momento - me advirtió Anabela con una sonrisa.
- Por supuesto, me aseguraré de que no te pierdas ningún detalle - le aseguré.
Después de traer el jugo para las dos, nos sentamos cómodamente y comencé a relatarle toda la historia a Anabela. Le conté cómo Alan y yo nos conocimos y cómo nuestra relación se fue desarrollando. Le hablé de nuestra primera noche juntos en la cabaña del lago, cuando aún no éramos amigas. Le expliqué cómo Alan me dio un número falso como coartada, pero más tarde descubrí que había comprado la cabaña especialmente para nosotros, como un gesto romántico.
Continué contándole sobre nuestra boda, llena de amor y felicidad, y nuestra increíble luna de miel en una hermosa casa en la playa en la ciudad de Cambridge. Le describí la playa privada que Alan había adquirido para nosotros, donde disfrutamos de momentos inolvidables juntos.
No dejé ningún detalle sin contarle a Anabela. Le compartí lo sucedido con Laura, la confusión de Alan y cómo finalmente me confesó su amor de manera sincera y apasionada. Cada palabra que salía de mi boca estaba llena de emoción y alegría.
- ¡Wow, Brenda! Tienes una historia de amor increíble. Se nota que Alan te ama de verdad - exclamó Anabela, emocionada por todo lo que le había contado.
Continuamos disfrutando de nuestro jugo mientras compartíamos risas y más detalles de mi relación con Alan. La complicidad entre nosotras se fortaleció aún más, y me sentí agradecida de tener a Anabela como confidente y amiga en este emocionante capítulo de mi vida.
- Sí, siempre pensé que nunca encontraría a alguien para mí... Hasta que conocí a Alan. Es como si estuviera hecho a medida para mí, Anabela. Cada momento a su lado es mágico y especial - comenté con entusiasmo.
- ¡Es increíble! - exclamó Anabela, sorprendida. - Entonces, ¿me estás diciendo que Alan compró una cabaña en el lago solo para ustedes?
- Sí, Anabela, es cierto. Alan quería crear un lugar donde pudiéramos escapar del ajetreo de la vida cotidiana y disfrutar de momentos de paz y amor juntos. Esa cabaña se ha convertido en nuestro refugio secreto, donde creamos recuerdos inolvidables - respondí, recordando las noches estrelladas y las risas compartidas en ese lugar especial.
- ¡Y también compró una playa privada en Cambridge para ustedes! - exclamó Anabela, asombrada.
- Sí, es un sueño hecho realidad, Anabela. Alan quería asegurarse de que tuviéramos nuestro propio paraíso en la playa, donde pudiéramos disfrutar de largas caminatas, puestas de sol románticas y momentos de tranquilidad. Esa playa se ha convertido en nuestro oasis de amor - dije, con una sonrisa radiante.
Pasamos horas hablando, compartiendo risas y confidencias. Anabela finalmente se despidió y decidí hacer algo arriesgado. Aunque era temprano, alrededor de las 9 pm, pedí permiso para ir a la biblioteca. A regañadientes, me dieron permiso, pero en realidad no tenía intención de ir allí. Mi corazón me guiaba hacia el departamento de Alan.
Con emoción y nerviosismo, llegué a su puerta y antes de tocar, Alan la abrió, como si hubiera sentido mi presencia.
- Hola, mi amor - dijo Alan, con una sonrisa que iluminaba toda la habitación.
- ¿Cómo supiste que iba a venir? - pregunté, sorprendida.
- Mi corazón siempre sabe cuando estás cerca, Brenda. Además, te vi por la ventana cuando llegaste al edificio. No podía esperar para tenerte aquí conmigo - dijo Alan, riendo suavemente.
Riendo junto a él, nos besamos apasionadamente y entramos a su acogedor departamento. Mi mirada se posó en una caja que contenía mi vestido de novia.
- ¿Qué hace esto aquí? - pregunté, riendo.
- La lavandería lo trajo de vuelta. Pensé que sería hermoso conservarlo como un recuerdo de nuestro día especial, de nuestro amor eterno - dijo Alan, abrazándome con ternura.
Tomé su mano y lo miré a los ojos.
- Quiero llevármelo, Alan. Quiero tenerlo cerca de mí como un recordatorio constante de la felicidad que compartimos y del amor que nos une - dije, con determinación.
Alan sonrió y asintió, entregándome los álbumes que contenían nuestros momentos más preciosos.
- También quiero llevármelos, Brenda. Pero he hecho copias de los álbumes para que siempre tengas nuestros recuerdos cerca, incluso cuando no estés aquí. Quiero que siempre sientas mi amor y nuestra historia juntos - dijo Alan, con una mirada llena de amor y compromiso.
Nos abrazamos, sabiendo que nuestros corazones estaban unidos para siempre. En ese momento, supe que había encontrado a mi alma gemela y que nuestro amor sería eterno.
- También quiero que lleves esto, Brenda - dijo Alan, sacando una pequeña caja de su bolsillo. - He hecho una copia de nuestra canción favorita en un USB. Quiero que siempre la tengas contigo, para que puedas escucharla y recordar nuestro amor, incluso cuando no estemos juntos físicamente.
Mis ojos se llenaron de lágrimas de felicidad mientras aceptaba el regalo de Alan. Sabía que cada vez que escuchara esa canción, sentiría su amor y nuestra historia juntos.
- Gracias, Alan. Esto significa mucho para mí - dije, con voz temblorosa por la emoción.
Alan me abrazó con ternura y susurró al oído:
- Siempre estaré contigo, Brenda. Aunque no podamos estar juntos físicamente en todo momento, nuestro amor trasciende la distancia y el tiempo. Siempre serás mi amor eterno.
Nos besamos con pasión y nos sumergimos en el momento, sabiendo que nuestro amor era fuerte y duradero. Con los álbumes, el USB y nuestros corazones llenos de amor, estábamos listos para enfrentar cualquier desafío que la vida nos presentara.
Y así, continuamos construyendo nuestra historia juntos, con la certeza de que nuestro amor sería eterno.
Luego, Alan me llevó a su habitación, donde me mostró dos cajas verdes. En una de ellas estaba su traje y en la otra estaban los tres álbumes con nuestras fotos. Observé con alegría cada imagen que capturaba momentos especiales de nuestra historia juntos. Nos despedimos con un beso eterno, y Alan me ayudó a llevar la caja con mi vestido de novia hasta mi auto, mientras yo sostenía los tres álbumes con cuidado.
- Me tengo que ir - dije, sintiendo una pizca de tristeza al pensar en separarme de él.
- No quiero que te vayas - dijo Alan, haciendo un puchero adorable que me derretía el corazón.
- Yo tampoco quiero irme, pero necesito asegurarme de que mis padres no sospechen nada - expliqué, con una mezcla de anhelo y preocupación.
- Si no hay más remedio... - dijo Alan, dejando escapar un suspiro resignado.
Nos abrazamos con fuerza, sin querer soltarnos. Sentía el amor y la conexión entre nosotros en cada abrazo.
- Te amo - susurré, sintiendo cómo las palabras salían de lo más profundo de mi corazón.
- Te adoro - respondió Alan, rodeándome con sus brazos fuertes y protectores.
Nos besamos apasionadamente una vez más, tratando de aferrarnos a cada segundo juntos. Finalmente, me subí a mi auto y conduje hacia casa. Al llegar, me aseguré de que no hubiera nadie presente antes de llevar la caja con mi vestido de novia y los tres álbumes de fotos a mi habitación, escondiéndolos cuidadosamente en un lugar seguro. Me acosté en la cama, con una sonrisa en el rostro y el corazón lleno de felicidad. Reviví en mi mente cada momento especial que habíamos compartido, dejando que la emoción me envolviera hasta que finalmente me quedé dormida, soñando con el futuro lleno de amor y aventuras que nos esperaba.