La mujer se acercó a mí y me entregó un vestido.
De hecho, lo arrojó hacia mí.
—Vístete y vámonos —me dijo.
Asentí. —Gracias.
Ella me ignoró y vi que no tenía intención de darme privacidad para vestirme.
Así que me puse el vestido por la cabeza y salí de la cama antes de alinearlo sobre mi cuerpo.
Era un sencillo y llano vestido crema que lamentablemente mostraba mi escote.
Entonces la línea de la cintura acentuaba las curvas de mi cintura y el resto caía hacia abajo.
—Bueno, ven —me dijo—. No tenemos todo el día.
Y la seguí fuera de la habitación.
—¿Cómo te llamas? —me preguntó ella.
—Jazmín —respondí en voz baja.
—Harás lo que se te dice —dijo ella—. Sin quejas. Si me entero de que estás causando problemas entre los otros trabajadores, serás castigada.
Asentí. —No le daré problemas, señora.
Ella me ignoró y continuó guiando el camino.
Noté que había miradas de los transeúntes y también susurros.