La caminata fue horrible.
Cada uno de sus hombres montaba a caballo.
Nadie caminaba como yo.
Era vergonzoso mientras iba rezagada con mi vestido blanco que aún mostraba las costuras de haber sido rasgado después de que él me quitara la virginidad.
Sentía que mi cabeza daba vueltas.
No podía calcular cuánto había estado caminando, pero lo único que permanecía en mi cabeza era que no podía desmayarme.
Si lo hacía, traería vergüenza sobre mi padre.
Temblaba porque tenía miedo de él aunque ahora estuviera a millas de distancia.
Mis muslos internos ardían y sentía como algo goteaba por mi pierna con cada paso que daba.
Los hombres charlaban, ninguno me miraba como si fuera un ser humano.
Era insignificante, irrelevante y su enemiga.
Todos me odiaban y nadie quería tener nada que ver conmigo.
Entonces el viaje se detuvo.
Los caballos se detuvieron en seco.
También tuve que detenerme en seco.
La puerta del carruaje se abrió y Xaden salió.
Mi corazón se detuvo.