Después de unos días cuidándome y tratando mis heridas, ya estaba bastante bien.
Ella me dio algunas medicinas.
—Necesitas tomar estas —me aconsejó—. Te ayudarán a sentirte más fuerte y a comer.
Me había ayudado a pesar de que era una extraña para ella, incluso sabiendo que solo hacía un par de días que me había quedado en casa, en la manada, y nadie se molestó en ayudarme.
Tragué pesadamente.
—Gracias —dije—. No sé cómo agradecerte lo suficiente.
—No tienes que hacerlo —me prometió—. Eso es lo que hace la gente. Ayudarse mutuamente.
En todos los días que había estado despierta, no había visto a Alfa Xaden ni a ninguno de sus hombres.
Me había quedado en la habitación hasta que estuve completamente curada.
—Esas heridas en tu espalda —me dijo.
Me quedé en silencio.
Ella sabía quién era yo.
Al menos por lo que me dijo, ella sabía que yo no era Jessica.
Sonreí débilmente. —Fui irrespetuosa y fui castigada.