—¿Qué... qué? —pregunté incrédula.
—¿También te has vuelto sorda? —Luna María me siseó.
Cerré la boca y bajé la vista hacia mis manos.
—Él te llevará consigo a su manada —mi padre me dijo, su expresión era severa—. En un país diferente. Espiarás por mí y me enviarás información sobre sus planes para atacarme con la próxima luna nueva.
Respiré agitada.
Espiar era un delito en cualquier manada y el castigo era la muerte. Muerte instantánea.
—Pero eso es una sentencia de muerte —conseguí decirle.
—Si eres inteligente no te atraparán —mi padre me dijo.
Tragué incómodamente.
Lo que me estaba pidiendo que hiciera...
—¿Estás cuestionando la decisión de yo, tu Alfa y el que te dio la vida? —me exigió—. ¿Estás pensando en traicionarme?
Agité rápidamente la cabeza, la frente sudando profusamente.
—No, Alfa Bale —dije.
Él resopló hacia mí y luego se giró hacia Luna María.
Una anciana que nunca había visto antes entró en la habitación.
—Date la vuelta, niña —me dijo con desprecio.
