Shuang Yin aún pensaba en cómo explicar el regreso de Huanhuan cuando Xue Hui vio el rostro de Huanhuan.
En ese caso, Shuang Yin podría igual explicar todo de la manera más directa.
—Mamá no está muerta. Ha regresado.
Xue Hui se levantó y miró a la hembra frente a ella con ojos muy abiertos. —¿Realmente eres Huanhuan? —preguntó incrédula.
Ahora solo había cinco de ellos en la habitación. Todos estaban del mismo lado, así que no había necesidad de preocuparse demasiado. Por lo tanto, Huanhuan lentamente se quitó el sombrero velado, revelando su rostro completo.
Ella sonrió. —Soy yo.
Su piel blanca como la nieve la hacía parecer cubierta por una suave luz blanca. Sus rasgos faciales eran exquisitos y perfectos. Incluso Xue Hui, que también era hembra, tenía que admitir que era hermosa.
Xue Hui la miró durante mucho tiempo y dijo en un trance, —Después de más de diez años, aún te ves igual. No has cambiado en absoluto.
