Bai Di limpió cuidadosamente el cuerpo de Huanhuan.
Sus movimientos eran demasiado suaves. Huanhuan no pudo resistir la tentación de dormir. Al final, cerró los ojos y se quedó dormida.
Después de la ducha, Bai Di la levantó y la secó. La acostó en la cama y la ayudó a vestirse.
A la mañana siguiente, Huanhuan despertó en los brazos de Bai Di.
Alzó la vista y le sonrió dulcemente. —¡Buenos días!
Bai Di bajó la cabeza y besó sus labios. Su mirada era tierna. —¿Dormiste bien anoche?
Huanhuan asintió. —¡Muy bien!
—Bien —dijo Bai Di mientras se levantaba y se vestía—. Es temprano. ¿Por qué no duermes un poco más? Te prepararé el desayuno. ¿Qué quieres desayunar?
Huanhuan no pudo evitar pellizcar su cintura. —Quiero comer bollos.
Hacía mucho tiempo que no comía los bollos de Bai Di. Realmente los extrañaba.
Bai Di tomó su traviesa mano y besó el dorso de ella. —Está bien, comeremos bollos esta mañana.