Shuang Yun ya estaba despierto.
No salió temprano en la mañana a cazar como siempre hoy. En su lugar, se quedó en casa y corría cada tanto a la puerta para estirar el cuello y mirar hacia afuera.
—¿Por qué no han vuelto aún? ¿Sang Ye aprovechó la oportunidad para secuestrar a Huanhuan? —se preguntaba Shuang Yun, quien se sentía aún más inquieto al pensar en esta posibilidad.
Los cachorros de lobo no entendían qué estaba haciendo su padre. Lo imitaron y se agacharon a su lado, estirando también el cuello para mirar hacia afuera.
Shuang Yun miró durante mucho tiempo pero no vio a Huanhuan. Levantó a su peluda y regordeta hija mayor y suspiró con tristeza. —Bebé, tu madre ya no nos quiere más. Tendremos que depender el uno del otro de ahora en adelante.
Ella sacó la lengua y le lamió la cara.
Shuang Yun se alegró al instante. Giró la cabeza. —¡Bebé, rápido! ¡Lámeme también en la otra mejilla!
Big Goody se abalanzó sobre él y le lamió la cara.