La mirada de Frans se deslizó inmediatamente a través de las asistentas que lo rodeaban, y después de ver que cada una parecía culpable y temerosa, tuvo su respuesta.
—Yanyan, prueba este plato —ahora que conocía la razón, no había prisa. Dejó que Sally comiera primero hasta saciarse, después de todo, el niño no debe pasar hambre.
—Mmm, mientras no pienses que soy una cerda —Sally cogió de nuevo los cubiertos y masticó lentamente la comida, saboreando cada bocado.
—No, no, no, yo soy el cerdo —respondió inmediatamente Frans, ocupándose afanosamente de atenderla con cuidado.
Los rostros de aquellas asistentas se habían vuelto cenicientos en ese momento.
No fue hasta que Sally terminó completamente cada plato en la mesa, sin desperdiciar ni un bocado, que se levantó de la mesa con el apoyo ligero de Frans y salió del comedor.
En cuanto a aquellas asistentas, ¡quedaron petrificadas después de la partida de la pareja!