El sueño de Alejandro se había transformado en una obsesión. La biblioteca mental, antes un mero concepto, ahora tenía un propósito claro: acumular el conocimiento más elevado de la humanidad. No solo quería leer los libros, sino también escribirlos, crear estanterías infinitas en su mente y llenarlas con las joyas del saber.
Cada noche, en el umbral de los sueños lúcidos, Alejandro se adentraba en su biblioteca. Las estanterías se multiplicaban, y los títulos brillaban con letras doradas. "Filosofía antigua", "Teoría cuántica", "Poesía renacentista", "Historia de civilizaciones perdidas"... Cada tema, cada disciplina, estaba allí, esperando ser explorada.
En su búsqueda de conocimiento, Alejandro dialogaba consigo mismo:
"¿Cómo puedo recordar todo esto?" se preguntaba. "¿Cómo organizo la información para que no se pierda en los pasillos interminables?"
"Quizás necesito índices", respondía su voz interior. "Etiquetas mentales que conecten conceptos. Un sistema de referencias cruzadas."
"Pero, ¿cómo evitar la confusión? ¿Cómo distinguir entre lo real y lo imaginario?"
"La mente es un laberinto", reflexionaba. "El consciente, el subconsciente y el inconsciente se entrelazan. Pero si logro discernir, si encuentro la clave..."
En la clase de filosofía, el profesor García habló sobre Platón y su alegoría de la caverna. Alejandro escuchó con atención. "¿Somos prisioneros de nuestras propias sombras? ¿O podemos liberarnos, ascender hacia la luz del conocimiento?"
Sus amigos también se involucraron. María, la científica, le habló de Newton y sus leyes. Carlos, el poeta, recitó versos de Neruda. Lucía, la historiadora, compartió relatos de Alejandría y sus bibliotecas perdidas.
"Ser recordado por la humanidad", pensó Alejandro. "Eso es lo que anhelo. No solo como un nombre en un libro, sino como una idea, un legado."
Y así, en la penumbra de su habitación, con los ojos cerrados y la mente abierta, Alejandro continuó su experimento. La biblioteca mental crecía, y él se convertía en su propio bibliotecario onírico. Su objetivo estaba claro: alcanzar las estrellas del saber y grabar su nombre en el firmamento de la historia.