Alejandro se encontraba en el centro de su biblioteca mental, rodeado de libros y conocimientos. Pero había algo más que quería explorar: la creación de clones mentales. Estas réplicas de sí mismo podrían estudiar y aprender de manera independiente, cada una sumergida en un área diferente del saber.
*"Si cada clon se dedica a un libro," pensó, "podrían integrar el conocimiento mucho más rápido. Sería como tener múltiples versiones de mí mismo trabajando simultáneamente."
Concentrándose, Alejandro visualizó su primer clon mental. Era una copia exacta de él, pero con una mirada intensa y enfocada en la física cuántica. Pronto, más clones aparecieron, cada uno con un libro en mano, sumidos en temas como la literatura clásica, las matemáticas avanzadas y la filosofía existencial.
Al principio, el progreso fue asombroso. Alejandro podía sentir cómo su conocimiento se expandía, cómo los clones mentales debatían y resolvían problemas complejos. Pero con el tiempo, comenzó a sentir un cansancio mental abrumador.
"Es como si estuviera pensando en mil cosas a la vez," se lamentó. "Cada clon consume una parte de mi energía mental."
En su vida diaria, Alejandro notó que se volvía más lento, más fatigado. Sus amigos lo veían distraído, perdido en sus pensamientos.
"¿Estás bien?" preguntó María, preocupada.
"Sí, solo estoy... cansado," respondió Alejandro, ocultando la verdad.
"Quizás estás tomando demasiado café," bromeó Carlos.
Alejandro sonrió débilmente. Sabía que no podía seguir así. Necesitaba encontrar un equilibrio entre el desarrollo de su biblioteca mental y su bienestar.
Esa noche, decidió disminuir el número de clones mentales. "Debo concentrarme en calidad, no en cantidad," se dijo. "Cada clon debe ser una extensión de mí, no un sustituto."
Y así, Alejandro aprendió una valiosa lección. La búsqueda del conocimiento es importante, pero no debe consumir toda su energía. Debe haber espacio para el descanso, la reflexión y la vida fuera de la biblioteca mental.