Alejandro se encontraba frente a la gran puerta de roble de su biblioteca mental. "El primer nivel", murmuró, "debe ser accesible en todo momento, incluso fuera de los sueños lúcidos."
Con un empuje suave, la puerta se abrió, revelando una sala iluminada por la luz suave de lámparas de aceite. El primer nivel era acogedor, con estanterías de madera repletas de libros de tapa gruesa. Cada libro representaba un conocimiento básico, una habilidad o un recuerdo significativo que Alejandro podía recordar con facilidad.
*"Este es el nivel de la conciencia,"* pensó. *"Aquí guardo lo que uso todos los días, lo que no requiere un esfuerzo para recordar."*
Se acercó a una estantería y pasó sus dedos por los lomos de los libros. "Matemáticas básicas", "Historia de Colombia", "Introducción a la filosofía"... cada uno estaba clasificado de manera intuitiva, fácil de encontrar y de recordar.
Alejandro se sentó en una de las mesas de lectura y reflexionó. "Para que mi biblioteca sea la más completa, debo comenzar por lo fundamental. Debo asegurarme de que este primer nivel esté siempre actualizado y ordenado."
Más tarde, compartiendo un café con sus amigos, Alejandro les habló de su visión.
"Imaginen una biblioteca mental donde el primer nivel sea como nuestra memoria a corto plazo," les dijo. "Un lugar donde todo lo que necesitamos a diario esté al alcance de la mano."
Sus amigos asintieron, intrigados.
"¿Y cómo decides qué va en el primer nivel?" preguntó María.
"Por su relevancia y frecuencia de uso," respondió Alejandro. "Como una biblioteca real, donde los libros más populares están al frente."
"Interesante," dijo Carlos. "Es como tener un índice mental para navegar por tus pensamientos."
"Exactamente," dijo Alejandro con una sonrisa. "Y este es solo el comienzo. Hay más niveles por explorar, más conocimientos por acumular. Pero el primer nivel... es el fundamento de todo lo demás."