Violeta estuvo llorando y sollozando durante tanto tiempo que perdió la noción del tiempo.
Su vida había terminado.
Había perdido la oportunidad de escapar y también había perdido a Jack.
Jamás aceptaría volver a entrenar con Morgana, así que reconocer y mejorar sus poderes también estaba descartado.
¿Qué le quedaba?
Iba a vivir una vida infeliz, sin poderes, sin el hombre que amaba, sin libertad.
Porque tenía muy claro que dondequiera que fuera -a casa con la Manada Diamante o prisionera en la mansión de Jack- sus pensamientos y deseos nunca serían tenidos en cuenta.
Pero lo que más hería su corazón era Jack. No podía dejar de pensar en él, en cómo la miraba con tristeza y rabia en los ojos.
Sabía que sería difícil confiar el uno en el otro, sobre todo porque él tenía aún más razones para dudar. Después de todo, había sido ella la que había intentado matarlo.
Él nunca le había hecho nada parecido. De hecho, solo le pagaba con amabilidad y tolerancia.