—¡Oh, Dios mío! ¡Violeta! —exclamó la mujer corriendo con los brazos abiertos para abrazar a Violeta.
Esa acción casi hizo que Violeta quisiera llorar. Gwen era la única que realmente podía hacerla sentir querida dentro de esas paredes.
Violeta no tenía muchos amigos en realidad, eran solo ellas dos y Lance.
Pero su relación con Lance era torpe y a veces incómoda, así que Gwen era la única que le quedaba.
—No creí cuando me dijeron que habías vuelto —comentó Gwen retirándose del abrazo.
—Sí, de hecho, acabo de llegar a casa.
—No puedo ni imaginar por lo que has pasado.
Sin embargo, Violeta no estaba de humor para contar nada.
Así que se limitó a asentir, intentando fingir que estaba cansada.
—Date un baño y descansa un poco —dijo Arden detrás de ellas.
Ella se giró para mirarlo nuevamente, aun digiriendo su indiferencia hacia ella desde que había vuelto.
Violeta volvió a mover la cabeza en señal de afirmación.