lyla
Me desperté sintiéndome atontado.
Me rodeó calidez, así como un par de brazos fuertes. Me acurruqué en el duro pecho de Rashid, empapándome de lo que quedaba de nuestro tiempo juntos.
No quería levantarme ni irme, pero sabía que tenía que hacerlo.
Mi coche estaría aquí pronto, llevándome a un aeropuerto y enviándome a casa pronto, para no volver a poner un pie en los Emiratos Árabes Unidos nunca más.
Pasé mis manos por el torso de Rashid, avanzando hasta donde estaban las cuerdas de su hombro y cuello. Presioné mis dedos a lo largo de su suave piel.
Lo iba a extrañar muchísimo. Ya me había arruinado lo suficiente como para que la siguiente persona decidiera arriesgarse y tratar de hacerme cambiar de opinión acerca de amar a otra persona. Odiaba lo mucho que me deprimía ese pensamiento, pero pase lo que pase, sabía que era verdad.
Rashid gruñó suavemente, moviéndose debajo de mí.