Mae
La tarde se tornaba noche cuando Henry y Mae llegaron a la casa de Samuel. Ambos se sentían exhaustos y preocupados, pero no por la carrera. Mae había intentado dar sentido a las preguntas y preocupaciones que inundaban su mente mientras subían los conocidos escalones.
La puerta se abrió de par en par antes de que Mae pudiera siquiera llamar. Samuel estaba allí, luciendo una sonrisa traviesa.
—Es bueno que ustedes dos no sean los líderes de un ataque sorpresa; su aproximación es todo menos sutil. Los escuché venir desde más de una milla de distancia —comenzó Samuel, sonriendo.
En otras circunstancias, Mae se habría divertido con los chistes de Samuel, pero en ese momento apenas podía esbozar una sonrisa.
—Necesitamos tu ayuda y la de cualquier otra persona que esté dispuesta a unirse a nosotros —respondió Henry, cambiando su tono de inmediato. La expresión de Samuel se volvió seria al instante cuando les hizo pasar.