<<¿Qué es el amor? Escribe Ashley en su diario con su labial rojo>>
El maquillaje de Ashley empezó a correrse y lo mejor que pudo hacer fue tomar un poco de papel higiénico, limpiar el exceso y corregir las partes más oscuras. Al terminar, subió el cierre de su chaqueta y soltó un par de mechones teñidos de morado separándolos de su corta melena negra. Tras colocarse la capucha, se miró una vez más para comprobar la palidez de su piel; tan blanca desde su nacimiento que a veces dudaba si corría sangre por sus venas. Detrás del lavado se escuchó un leve sollozo; alertada por el ruido salió apresurada al pasillo desde donde se dirigió al salón de clases: es un espacio amueblado y capacitado para un máximo de ochenta estudiantes, las paredes de tono blanco cremoso están repletas de pancartas sobre acontecimientos sociales, históricos y personajes de renombre, con algunos ventanales cerrados; tras sentarse y tomar un bolígrafo y libreta de apuntes, entre sus cosas se deja ver un cuaderno rojo que sobresale de su bolso. Alguien de la clase de ciencias se acerca desde atrás; como si fuese animal acorralado, se puso a la defensiva, se gira y sin pensar siquiera automáticamente retrocedió. Luego de unos minutos de conversación sobre la clase, no pudo sortearlo más, se empezó a marear, apenas podía respirar, su estómago se había vuelto una roca pesada. La voz del chico le resulta áspera, casi pastosa, como si se arrastrara por sus cuerdas vocales. Dejó al chico hablando solo tras salir corriendo camino hacia la salida con prisa, dejando la clase a medias.
Tras una breve pausa en su casa, para dejar el bolso y cuidar de su madre, escuchó cómo la puerta se abría y cerraba de forma estruendosa. Con nervios se apresura en atender a su madre para seguido escabullirse por la salida trasera sin ser vista. Llega a un viejo puente, donde el tránsito es casi inexistente, donde el silencio y el cielo nublado son su única compañía. —¿Está bien si te visito? ¿Verdad? No me gusta aquí, odio a los hombres que están aquí. —murmuró sollozante mientras escribe en el cuaderno, usando un labial rojo. Ashley está sobre la baranda de seguridad, sus lágrimas arruinaron su maquillaje, tiene una mirada vacía, no es la típica mirada de una feliz veinteañera. Ella extraña a alguien y los golpes de la vida reflejan cansancio en su rostro pálido. Está a punto de... El retumbante motor de una motocicleta se escucha cada vez más cerca y justo en el momento en que se disponía a dar el paso decisivo se escuchó: —¡ey, chica suicida!—. Se escucharon pasos acercándose.
—¡Si vas a saltar, hazlo de una vez! ¡Salta! —Tiene una voz fácil de olvidar y muy genérica, lo sarcástico de sus palabras molestó a Ashley. Continúa animándola —vas a saltar, ¿no? Entonces hazlo.
—¿Quieres que salte? —La voz le salió chillona, una mezcla entre desconcierto y miedo.
—Diría que sí. —Salta hacia la baranda mientras se sostiene para acto seguido inclinarse y observa el precipicio—. Pero también diría que no —silbó, mientras se inclina—. ¿Sabes? Es una gran caída, ya me imagino cómo quedarás desde esta gran altura. ¡IRRECONOCIBLE! —dijo tomando pausa entre sílabas, tomando nuevamente una actitud desagradable.
El chico de un tirón se sienta en la baranda y acto seguido las nubes se dispersan, dejando todo el puente impregnado de la luz de la luna. —¿Sabes? Las lágrimas son transparentes porque muestran que el dolor es real, eres la primera con lágrimas negras... ¿Qué significa?, Tus familiares tendrían que velar polvo, pero no de «ESTRELLAS».
Ashley se fija por primera vez en el sujeto que le está hablando, él tiene un físico promedio, pero su sonrisa es desconcertante como si se estuviera riendo de una mala broma.
—¿Se está burlando de mí?—. Se preguntó Ashley mientras se siente molesta. Sus ojos son lindos, sin duda, pero sin emoción. Lleva el cabello largo atado en una coleta y va vestido con un jeans negro ajustado, unas botas Timberland y una chaqueta arrugada con una franela (playera). —Es raro, cuanto más lo miro detalle a detalle, es como si observara un ser de oscuridad, pero, también, el más bello de los celestiales —se pregunta mientras se pierde en sus pensamientos y el rostro del chico.
Ashley no soportó las incesantes burlas y cuando se dispuso a gritarle, el viento sopla estruendoso; su zapatilla resbala, y, lo siguiente que supo era que caía. Una mano la alcanzó y se escuchó un crujido grotesco, a lo que Ashley alza la mirada viendo al chico sujetarla, el cual se queja seguido de una risa desconcertante, casi siniestra, cargada de... ¿Dolor?, Estaba riendo y su cabello castaño ahora le cubría los ojos mientras él reía y forcejea por subirla. Ella apoyó su rodilla en una de las barandas y con la otra mano escaló mientras aquel chico de apariencia intimidante trabajó junto a ella para ayudarla a subir. Unos minutos después, ambos están tirados en el suelo completamente en silencio, tratando de recuperar el aliento, hasta que él se levanta.
—¡Bueno! Mi trabajo aquí terminó, discúlpame por interrumpir tu muerte. —Así, sin más, se despidieron.
Después de varios minutos de incómodos y dolorosos intentos, se vio imposibilitado para conducir. Cuando aquella chica desaliñada se le acercó, él solo la miró mientras ella le extendía la mano de forma exigente; sus ojos expresan una extraña mezcla entre gratitud y odio, se decidió a tomar las llaves de la moto mientras el chico se desmonta y la observa con mucha intriga.
—Sube, te llevaré al hospital—. Ordenó, notablemente aún afectada o nada más nerviosa, por su próximo intento de suicidio, en el cual se llevará una víctima en son de venganza.
—¿Sabes manejar? —preguntó entre sarcasmos, dejando escapar una sonrisa extraña.
El camino al hospital fue largo, demasiado largo. Ashley conduce fatal, es como si fuera la primera vez que esta chica conduce; por suerte o quizás destino, llegan al hospital. (Claro, derribaron uno que otro contenedor de basura y casi se estrellan, pero llegaron a su destino). Los chicos llegan por emergencia y pronto son atendidos. Le colocan una escayola en el brazo al joven, mientras le curan los raspones a Ashley y le hacen varias preguntas del incidente, a lo cual el chico que de por cierto se llama Gustavo respondió.
— Mi novia y yo dábamos un paseo y sin querer no vi un bache haciéndonos caer de la moto—. Sus palabras son poco creíbles, pero pudieron corroborar su versión, ya que están ambos raspados y la moto tiene signos de accidente. El doctor le dice a Gustavo que deberá estar con la escayola mínima un mes.
—El doctor cree que esta mierda me durará un mes —murmuró el chico entre quejidos.
Tras todo el papeleo y toma de información de ambos chicos, la enfermera llama a los parientes de los chicos sumados a un sermón para ambos. El tío de Ashley llega todo exaltado por la repentina llamada del hospital, mostrando una actitud autoritaria y posesiva ante lo sucedido, llevándose a la chica tras firmar unos papeles. Gustavo sale de emergencias y se dirige a agradecerle a Ashley, pero la mirada de su tío dejó bien claro lo que las palabras no podían; Ashley no voltea mientras camina hacia la puerta, en ese instante escucha una voz familiar, pero aun así no voltea ni por un instante siguiendo el apresurado ritmo de su tío.
Al día siguiente, Ashley camina por el campus acompañado de su mejor amiga Dennis y un chico que siempre se une al grupo de estudios llamado George (006). Ashley es intimidada por la confianza de George, quien coloca su brazo en el hombro de ambas chicas, reaccionando de forma extraña y muy disgustada al sentir el tacto de George sobre su hombro, pero es respaldada por Dennis.
—¿No te han enseñado a no ser tan confiado con las mujeres? —exhorta Dennis mientras le retira el brazo que tiene Ashley en su hombro.
—Solo era una broma, ya me conoces —responde tratando de calmar las frías palabras de Dennis.
En el momento en que Dennis le va a responder, se escucha el claxon de una moto seguido de —¡ey, pero sí es la chica suicida!