Los sueños, ya sean buenos o malos siempre llegan a su fin. Sin embargo, este en particular parece empeñado en quedarse, persistiendo en silencio mientras aguarda a que el joven rompa esa quietud.
—¿Quién sos? Nunca me lo dijiste —inquiere Soichi.
La figura de la mujer es etérea, casi como un delicado pétalo de flor emanando una calidez gélida. Toma la falda del kimono y se sienta junto a él:
—Nunca me lo preguntaste.
Soichi pone los ojos en blanco ante esa respuesta. Permanece en el suelo, recostado contra el sillón con una expresión de fastidio.
Con las manos apoyadas en las piernas y con una mirada amable, ella prosigue a explicar sin reservas ni restricciones:
—Para que puedas comprenderlo, usare una analogía sobre lo que hago. —Con delicadeza mueve los dedos mientras habla—. Soy como una tejedora, con estas manos voy uniendo hilos y más hilos, creando hermosas tramas.
La risa irónica del joven interrumpe la explicación de la mujer, cortando el flujo de sus palabras abruptamente. Es que todavía está aturdido, la mente y el cuerpo están filtrados por el sueño anterior. Las reacciones de Soichi varían según los límites establecidos por la punta de una aguja. En este punto, al escucharla no sabe si reír o llorar, la mira fijamente y habla con odio.
—Lo siento, la analogía correcta sería que eres una araña ¡Y yo soy la jodida mosca!
Ella capta el temperamento desbordado y mantiene un tono suave para continuar, pero eso no significa que desaproveche la oportunidad para hacerle una pequeña provocación.
—¡Has hecho un avance! ¡Cuántas palabras en una sola oración!
Soichi resopla en su interior, aunque las intenciones estén presentes, se abstiene de iniciar una discusión.
—No soy una simple araña que se sienta a esperar a que las presas caigan. Estos entramados que elaboro están diseñados exclusivamente para el cliente. Sería una contratista mediocre si solo desplegara hileras a la suerte. Trabajo día y noche diseñando y buscando la mejor calidad. Me ofendes si te refieres a mí de esa manera.
La mujer mantiene una postura recta pero distendida; aunque las palabras carguen indignación, su voz no lo demuestra. Solo fija los ojos en el cuello del muchacho que está sentado en el suelo.
Ambos quedan en un punto muerto, ninguno de los dos está dispuesto a ceder.
—Mejor continúo. En esta planificación personalizada, trato de ser una facilitadora, velo desde mi perspectiva. ¿En tan poco tiempo llegarías a cumplir con todo lo que te pido? No soy tu enemiga; firmamos un contrato y solo trato de que las circunstancias fluyan a tu favor.
—¿Entonces el listado que me diste?, al final las cosas se darán por sí mismas ¡Nada de esto tiene sentido! ¡Solo dame lo que te pido y listo!
—No lo creo, el precio a pagar es alto. Por más que sirvas la cena, el que decide comerla eres tú. Si no lo tomas, termina siendo solo eso, un plato que se pudriría esperando.
—¡Entonces por qué pedirme puras mierdas! —grita irritado, desde el primer día tenía atravesadas esas palabras.
—Las trivialidades de la cotidianidad a mi criterio no son nimiedades. Soichi, mientras una vela puede eliminar la oscuridad, al mismo tiempo una sonrisa desata una guerra...no son idioteces. —Eleva una ceja y mueve las manos para explicar—. Si le pido a un claustrofóbico que se encierre en una caja, ¿consideras que eso es absurdo o desafiante? Sí una persona tiene vértigo y le pido que suba una escalera para ascender dos metros, ¿crees que soy ignorante o lo estoy presionando al punto en que puede llegar a orinarse encima?
La mujer suspira, por un momento pierde la elegancia. Toca la frente con las yemas de los dedos y da unos toquecitos.
—Todo lo que construyó encaja perfecto, tu historia es un libro abierto a la espera de que lo hojee, mi intención no es que falles, buscar eso sería ilógico.
—Me siento halagado, solo soy un ser humano insignificante. La señora cuyo nombre desconozco parece preocuparse mucho por mí —dice con ironía.
La mujer sonríe y cruza los brazos.
—Miedos y resistencias. En resumen, es la historia de una vida, tu vida Soichi. Soy una espectadora a la que le permitiste participar en el desarrollo, el final queda expectante a tú decisión.
A pesar de los intentos por explicarle lo contrario, el joven contempla su existencia como una vida decorativa que flota por los cielos, brillando sin propósito mientras gira en su propio vacío. Todo se ha derrumbado a su alrededor, y él no puede asimilar vivir una felicidad falsa.
—Cada uno construye y se destruye a su manera; yo simplemente observo el potencial en cada individuo. Creo que con esto entenderás mi punto; imagina a alguien que simula antropofobia para evitar el contacto con los demás, debido al temor a establecer vínculos afectivos y entablar nuevas relaciones. ¿No crees que esta persona sufriría bajo el peso de mi solicitud? —Aunque está satisfecha con su elocuencia, siente la necesidad de preguntar—.¿No soy digna de elogio por mi ingenio?
Pero Soichi no lo admite; se siente avergonzado por su ignorancia. Todo está diseñado de manera tan simple que, naturalmente quiere darle la vuelta para encontrar el truco.
Hay que echarle flores y un par de ovaciones; la inteligencia de esta mujer es aterradora.
Ante el silencio del joven, ella se levanta y se posiciona frente a él, con las manos en la espalda. Su expresión cambia a una más seria y ajusta la voz para sonar firme.
—Han pasado seis días, esto debería haberse preguntado anoche, pero debido a las circunstancias y el hecho de que no hayas dormido, he sido considerada para prorrogarlo un día más. Soichi, aunque vas lento, todo avanza. Te haré una pregunta y debes elegir con cuidado, ya que no habrá vuelta atrás. Si confirmas, seguiremos como si esta pregunta nunca se hubiera planteado; si te negas, te indicaré cómo deberás compensarme por haber rescindido nuestro contrato. Soichi Takahashi, ¿continuamos o anulamos nuestro acuerdo?
Con un sabor agrio en la boca y el ceño fruncido responde:
—Escarbar en mi cabeza todo el tiempo...bien pensado. Gracias por recordarme el por qué de las cosas, no tengo intenciones de anular nada.
Ella retira esa expresión seria para dibujar una alegre y hermosa sonrisa.
—¡Perfecto! No interrumpo más tú descanso. —Abre los ojos de par en par y continúa—. Antes de que me olvide, te deje otro regalo.
El joven, abrumado y sin energía, fija las almendras grises en el rostro de la mujer. Se nota en su expresión el deseo de tirarla por la ventana.
—Es un buen obsequio, no te preocupes. Te recomiendo que te duches y te cambies; mi regalo te espera en la cama y la visita no tarda en llegar.
Soichi frunce los labios y las venas en el cuello se tensan.
—¡El camino es turbulento pero el resultado es el deseado, no te olvides de disfrutar el proceso! —exclama ella con una alegre sonrisa.
La mujer desaparece ante sus ojos, como la espuma del mar.
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