Iris Thompson instintivamente levantó la pierna, apuntando directamente a la otra persona.
Pero la otra persona hábilmente esquivó su ataque.
La mente de Iris Thompson se aceleró —gritó:
— ¡Maestro!
Pero en el siguiente momento, la persona frente a ella se acercó, y un aroma familiar golpeó su rostro.
Iris Thompson se quedó atónita, y dudó:
—¿Maestro?
¿Resultó ser Reginald Bates?!
¿Qué hacía en su habitación a altas horas de la noche en lugar de estar durmiendo?
Inmediatamente, su voz familiar llevaba dureza y franqueza:
—Dormiré aquí esta noche.
¿Voy a dormir aquí esta noche?
Una frase tan simple y directa hizo que las mejillas de Iris Thompson se enrojecieran instantáneamente.
Se mordió el labio, tragando saliva.
Siempre supo que su Maestro la cuidaba, pero el vínculo entre ellos siempre había sido ambiguo e indefinido, y su Maestro nunca cruzó ese límite.