Carlos Charlie se quedó quieto:
—Mamá, ¿alguna vez has oído un dicho?
—¿Cuál?
—Esconder la cabeza como una tortuga.
Eve Thompson: ...
Al final, Carlos Charlie no sacó la cabeza.
Las extremidades de Carlos Charlie eran delicadas, y su cuerpo entero medía apenas veinte centímetros de largo. Cuando se enrollaba así, se convertía en un disco redondo del tamaño de la palma de una mano.
Era bastante pequeño, del tamaño justo para meterlo en una bolsa o sostenerlo en la mano.
Así que, Eve Thompson metió a Carlos Charlie en su bolsillo, siguió a un grupo de personas y llegó al Museo de Ciencia y Tecnología.
Carlos Charlie asomó su pequeña cabeza, y sus ojos vigilaban la multitud en la oscuridad, y sus antenas se erguían en su cabeza. Claramente, estaba muy interesado en el ambiente que lo rodeaba.
La competición de robótica de hoy era solo para estudiantes universitarios y no un evento nacional, pero aun así atrajo a muchos entusiastas de la tecnología.