Dondequiera que hubiera internet, Carlos Charlie podía moverse libremente.
Ella había estado enfocada en construir un robot, sin esperar que se saliera a la red de la escuela, donde, sorprendentemente, cada cámara de vigilancia se convertía en sus ojos.
Pero...
La expresión de Eve Thompson se oscureció mientras hablaba. —Carlos, necesitamos establecer algunas reglas básicas.
Carlos sonó confundido. —¿Qué detalles?
—Primero, no estás para vagar por internet a tu antojo. Eso es una violación a la privacidad de las personas. ¿Entiendes? —dijo Eve.
Carlos hizo una pausa. —¿Incluso con tu permiso, no puedo?
Eve pensó por un momento, luego dijo:
—Con mi permiso, solo puedes ir donde yo te indique, y una vez que termine de construir tu cuerpo, debes permanecer en él. Nada de escaparte a quien sabe dónde. ¿Entendido?
A Carlos parecía molestarle estos términos. —...Está bien. ¿Y las segundas y terceras reglas?
Eve dijo:
—Oh, aún no he pensado en ellas. Te diré cuando lo haga.