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El hombre vio su apariencia y no dijo nada más. Tomó una posición de caballo y le dijo:
—Empecemos por lo básico.
Iris Thompson asintió.
Ella lo siguió y tomó posición, pero en apenas treinta segundos, ya no pudo sostenerse más, y sus piernas empezaron a debilitarse y temblar.
Sin embargo, el hombre se enderezó y encontró una regla de algún lugar, golpeándola con fuerza en la pantorrilla.
El dolor la hizo caer directamente al suelo.
El hombre era muy estricto:
—¿Por qué tiemblas? ¡Levántate!
Iris apretó los dientes y recuperó su postura.
Ambos estaban serios: uno intentaba usar el dolor físico para aliviar su estrés mental, el otro enseñaba con precaución, sin tratarla como a una mujer delicada.
Una hora más tarde, Iris estaba empapada en sudor.
Aunque extremadamente cansada, se sentía mucho mejor mentalmente.