La chica que venía caminando desde lejos llevaba un vestido blanco, su cabello negro azabache recogido detrás de su cabeza, dejando al descubierto sus delicadas facciones y su amplia frente.
Su rostro impresionantemente hermoso estaba ruborizado con encanto, sus cautivadores ojos de fénix ligeramente levantados, sus pestañas oscuras y largas hacían que sus ojos parecieran aún más grandes, su nariz delicada, y sus labios rosados cereza...
¡Era increíblemente hermosa y de una manera conspicua!
Con cada paso grácil, un aura indescriptible se desprendía de su cuerpo...
Todo el mundo estaba boquiabierto.
No fue hasta que se acercó, sonriendo dulcemente a Doris Armstrong, que inclinó la cabeza, abrió sus labios rojos y pronunció otra frase:
—Tu cabeza tampoco se puede usar como un balón de fútbol, así que tampoco es de mucha utilidad~
Doris: ??
Esa voz...
—¡Iris! ¡Realmente eres tú!
El grito emocionado de Freya hizo que todos volvieran en sí.