Shori y Lewa avanzaban con cautela por las oscuras galerías de la cueva, con solo el resplandor titilante de la llama en la mano de Shori para guiar su camino. El aire era espeso y húmedo, cargado con un olor a humedad y moho que se pegaba a sus ropajes. Cada paso resonaba en el vacío, creando un eco siniestro que parecía seguirles los talones.
—Creo que deberíamos regresar por donde vinimos —sugirió Shori, su voz apenas un susurro en la penumbra.
—Aún no, creo que podemos encontrar a quien escribió eso en las paredes de aquella cámara —respondió Lewa, su determinación apenas menguaba ante la incertidumbre del laberinto subterráneo.
—Todo esto… quiero decir, "todo" esto es horrible —murmuró Shori, sus palabras apenas audibles entre el susurro del aire en la cueva.
—Lo sé, pero trato de no pensar en eso —respondió Lewa, con la mirada fija en el horizonte oscuro que se extendía ante ellos.
—Oh, lo lamento… espera un momento, voy a cambiar la llama de mano —dijo Shori, moviendo su mano con un gesto fluido para extinguir el fuego que danzaba en su palma.
—¿Te llega a quemar tu propio fuego? No me lo imaginé —comentó Lewa, observando con curiosidad el proceso de Shori.
—El maestro Crissalid me dijo que con entrenamiento lo puedo evitar, pero no es como una quemadura en sí. Es más como tener la fiebre concentrada en la mano, ya que el fuego es mi Ora y el Ora es parte de mi cuerpo —explicó Shori, con un tono calmado.
—Ah, ya veo —asintió Lewa.
—Cambiando de tema, ¿a ti te gusta mi hermana? He visto cómo ella te mira y así —preguntó Shori, con un tono de voz que denotaba una mezcla de curiosidad y preocupación —. Has estado viviendo en nuestra casa, ¿ustedes dos no habrán... ya sabes?
—No, Touko y yo no somos pareja aún... espera, ¿escuchaste eso? —respondió Lewa, su voz cortada por la sorpresa mientras su mirada se desviaba hacia las sombras de la cueva.
—No cambies de tema, Lewa. Sabes muy bien a qué me refiero —insistió Shori, con una mirada inquisitiva fija en su compañero.
—En serio, escuché pasos en el agua, como si alguien estuviera caminando detrás de nosotros —comentó Lewa, su voz ahora cargada de alerta, mientras giraba para escudriñar las sombras que se alargaban tras ellos.
—Pues no lo oí y tampoco siento ningún aura —respondió Shori con incredulidad, continuando su avance. Sin embargo, algo los estaba siguiendo muy de cerca. Era el ser que habitaba en esa inmensa cueva, una figura dentro de un demacrado traje de "Sparky", la mascota de la franquicia de comida rápida Dog Burger.
—¡Mira, Lewa, al final de ese pasillo hay luz! —exclamó Shori emocionado, señalando hacia el destello que rompía la oscuridad.
—Vayamos a ver, puede que sea una salida —respondió el joven nativo, su corazón latiendo con esperanza ante la posibilidad de encontrar una salida de aquel laberinto subterráneo. Ambos corrieron con cuidado hacia la luz, sus pasos resonando en el suelo pétreo.
Sin embargo, cuando finalmente llegaron, lo primero que los recibió fue una visión macabra: una gran pila de cadáveres mutilados yacía bajo la luz del sol que se filtraba por el gran agujero sobre la cámara.
—Por ahí debieron arrojar estos cuerpos —dijo Lewa, su voz apenas un susurro cargado de horror y repulsión, mientras señalaba la abertura por donde los cuerpos habían sido lanzados.
—Los cuerpos no huelen mal aún, pero no quiero estar aquí, mejor vámonos —sugirió Shori, su voz temblorosa revelando el profundo malestar que sentía ante la escena.
—Si aún no desprenden olor, es porque los acaban de asesinar. No me pienso ir hasta encontrar al responsable de esto —respondió el chico del cabello adornado con mechones color naranja, su mandíbula tensa y sus ojos brillando con determinación.
—¿En serio piensas enfrentarte al responsable de esto? Alguien que asesina civiles no dudará en matarnos —advirtió Shori, su voz llena de preocupación y razón.
—Quien sea que haya hecho esto es un maldito cobarde. Mira los cuerpos, ningún cadáver tiene uniforme o parece ser especialmente fuerte; solo mata civiles cansados y confundidos —asumió Lewa, su mirada analítica recorriendo los cuerpos sin vida esparcidos por el suelo de la cámara.
—Disculpen el desorden, jóvenes. Si hubiera sabido que vendrían visitas, habría limpiado mi caverna —dijo una gruesa voz desde dentro del demacrado traje, interrumpiendo su conversación desde las sombras detrás de ellos.
—¡¿Ese es Sparky?! —exclamó Shori, sorprendido por la repentina aparición del individuo. Instantáneamente, el ambiente se cargó de tensión: Lewa se puso en guardia, su postura lista para el combate, mientras que Sparky comenzó a emanar una aura ominosa, teñida de su sangriento deseo de violencia.
Lyra y los hermanos llegaron al volador, donde vieron a los contralmirantes salir mientras bebían un par de botellas de agua, su aspecto cansado tras su infructífera búsqueda de supervivientes.
—¡¿Oye, niña, esos son supervivientes?! —exclamó Pumba emocionado mientras Lyra asentía con la cabeza en confirmación.
—¿Dónde los encontraste? —preguntó el Barón, con una mezcla de curiosidad e interés en su mirada.
—Estaban en la isla central. Solo los traje aquí para ir a la catedral en busca de sus padres —respondió Lyra con amabilidad.
—¿Entonces hay más supervivientes? —inquirió el Barón, sus ojos brillando con una mezcla de intriga y esperanza.
—Sí, lo más probable es que mis compañeros vengan con más gente. Encontraron unas catacumbas y están buscando personas por allí —comentó Lyra antes de llevar a los jóvenes a la ala médica de la nave para asegurarse de que recibieran la atención que necesitaban. Cuando salió, los dos contralmirantes la estaban esperando, acompañados de la musculosa mujer que había estado con ellos en la central eléctrica.
—Niña, no te lo queríamos decir frente a los niños que rescataste, pero tienes que saber que hay un asesino suelto. Está matando a los supervivientes de esta región, no sabemos qué tan fuerte es, así que lo mejor será que tú y tus compañeros se retiren de la misión —explicó el Barón en tono amable, sus palabras cargadas de preocupación por la seguridad de Lyra y sus compañeros.
—Tú irás con los contralmirantes a la catedral, y yo buscaré a tus compañeros en las catacumbas. Dime, ¿dónde está la entrada? —preguntó Leona, con una determinación que denotaba su compromiso con la misión de encontrar a los desaparecidos.
—En la isla central. Si vamos todos, les mostraré la entrada —respondió Lyra, su voz revelando la inquietud que sentía por la seguridad de sus amigos, pero también su determinación de encontrarlos y asegurarse de que estuvieran a salvo.
Lewa y Shori permanecían a la defensiva, observando cada movimiento del hombre que llevaba puesto el traje de Sparky, una presencia ominosa que parecía llenar la cueva con una aura de maldad palpable.
—¿Quién eres y por qué llevas puesto el traje de Sparky? —preguntó Shori, su voz temblorosa pero firme, mientras se mantenía alerta ante cualquier indicio de peligro.
—Tú fuiste quien mató a toda esta gente, ¿verdad? —interpeló Lewa, su tono lleno de acusación mientras sus ojos escudriñaban al hombre en busca de respuestas.
—Perdón por arruinar su infancia, niños, pero este traje es lo único que mantiene mis órganos unidos —respondió Sparky, su voz resonando desde el interior del traje mientras se ponía de pie con dificultad, revelando por una abertura del traje la visión grotesca de sus intestinos expuestos.
—¡¿Qué demonios eres?! —exclamó Shori, su terror palpable en cada palabra.
—Supongo que puedo responder a eso —dijo Sparky con una calma inquietante, deteniendo momentáneamente su bloodlust mientras se preparaba para revelar la verdad detrás de su macabra apariencia.
—Que sea rápido —ordenó Lewa con firmeza, su determinación reflejada en su postura mientras se posicionaba frente a la entrada para bloquear cualquier intento de escape por parte del hombre dentro del traje de Sparky.
—Yo era parte de la marina. Se suponía que el próximo mes me iban a ascender, pero entonces pasó todo esto. Cuando desperté, estaba sediento y hambriento, así que cuando encontré un poco de agua la bebí sin pensarlo —comenzó a relatar Sparky, su voz resonando desde el interior del traje mientras Lewa y Shori recordaban de inmediato las advertencias sobre el agua que habían recibido —. A las pocas horas, comencé a sentir los síntomas. Mis intestinos se habían convertido en sopa y mi sangre se convirtió en un poderoso ácido corrosivo que estaba derritiendo mis músculos y mi piel.
—¡Mierda! —exclamó Shori, su horror palpable en cada palabra mientras procesaba la impactante revelación sobre la transformación del hombre frente a ellos.
—Sí, ardía como el infierno. Fue justo cuando sentí que me iba a estallar el corazón que se me apareció un "espectro de los contratos" —continuó Sparky, su voz resonando con la intensidad de quien revive un recuerdo doloroso.
—¿Qué es un espectro de los contratos? —preguntó Shori, intrigado por la misteriosa referencia.
—Son seres que habitan en otro plano astral. Ellos son los que vigilan que el pago propuesto para un Keiyaku sea justo. Si pides un Keiyaku muy poderoso y pones como pago algo muy superficial, los espectros de los contratos pueden hacerte una contraoferta en tu contrato de Keiyaku para modificar el pago e incluso pueden cambiar el tipo de contrato —explicó Lewa a su compañero, su voz cargada de conocimiento sobre el mundo de los contratos y sus guardianes.
—Pero mi maestro, Mado, nos dijo que solo se puede conseguir un Keiyaku en una caseta de Keiyaku —intervino Shori, confundido por la discrepancia entre lo que había aprendido y lo que estaba escuchando.
—En ocasiones, sí aún no tienes un Jibun y tienes un gran potencial en el control de la energía zen, un espectro de los contratos te puede vigilar para ofrecerte un contrato en algún punto crucial de tu vida. Se cree que es porque ellos se quedan con los pagos de los contratos y al hacer esto, te pueden ofrecer un costo ridículo por una habilidad no tan poderosa —añadió Lewa.
—¿Entonces cuál fue el precio que te puso el espectro? —preguntó el joven rubio, su voz cargada de curiosidad mientras dirigía su atención al hombre dentro del traje de Sparky.
—El espectro me dio mi nuevo Keiyaku: "Muerto viviente". Este poder me permite curar mis heridas y hacerme más poderoso a cambio de beber mucha sangre humana —respondió Sparky con una frialdad que helaba la sangre, su tono revelando la oscura naturaleza de su pacto con el espectro de los contratos.
Antes de que pudieran reaccionar, Sparky se lanzó hacia Shori con ferocidad, su ataque apenas esquivado por el joven warrior. Sin embargo, el alivio fue breve, ya que Shori pronto sintió un profundo ardor en su brazo derecho.
—¡Shori, ¿estás bien?! —exclamó Lewa, su preocupación evidente en su voz mientras se apresuraba hacia su compañero. Pero su atención se desvió rápidamente hacia Sparky, quien estaba lamiendo un poco de la sangre de Shori desde la pata de oso llena de garras que tenía por mano.
—Descubrí algo interesante de mi Keiyaku: si me mutilo y en lugar de intentar unir mi propio brazo uno algo así como una pata de oso para después beber sangre, puedo usarla como parte de mi cuerpo —explicó el bizarro hombre con una calma perturbadora, su revelación dejando a Lewa y Shori atónitos ante la grotesca naturaleza de su poder.
—Eres un monstruo —dijo Lewa, su voz llena de horror y repulsión al presenciar la habilidad de Sparky, su mente luchando por comprender la naturaleza grotesca de su poder. Antes de que pudiera reaccionar, Sparky se lanzó para atacar.
Sin embargo, antes de que el joven Lewa Kobayashi pudiera defenderse, Shori se puso de pie con determinación. Con un movimiento rápido y preciso, le propinó una fuerte patada cargada de fuego en el rostro a Sparky, incinerando la máscara del traje y revelando el cadavérico rostro del hombre detrás de la matanza.
—¡Realmente me dolió lo que me hiciste en el brazo! —gritó Shori, su voz llena de furia mientras sus llamas danzaban con intensidad alrededor de él —. Lewa, trata de reunir todo el aire que puedas desde el agujero que está sobre nosotros, yo lo distraeré.
—¿Estás seguro? —preguntó Lewa, su voz llena de preocupación por el brazo herido de su amigo, sus ojos reflejando su angustia mientras observaba la determinación en el rostro de Shori.
—Sí, pero no aguantaré mucho, así que no te tardes —respondió Shori con firmeza, su voz resonando con determinación a pesar de su dolor. Sabía que cada segundo contaba en esa lucha contra el monstruo que tenían delante.
Sin vacilar, Sparky se repuso rápidamente y volvió a lanzarse para atacar a Shori con renovado ímpetu. Sin embargo, esta vez, en lugar de intentar esquivar el afilado ataque de garra, el novato concentró toda su aura de fuego en una gran esfera de energía ardiente que lanzó hacia Sparky con fuerza.
El asesino logró esquivar el ataque con agilidad, pero no sin notar la poderosa muestra de habilidad de los dos jóvenes guerreros. Se dio cuenta de que enfrentaba a oponentes formidables que no serían fáciles de derrotar.
Shori, aprovechando el momento, hizo regresar su gran esfera de fuego de vuelta hacia él, incorporándola de nuevo como parte de su armor.
—¿Qué te pareció mi Jibun? Lo llamo "Bolas de dragón". Puedo dividir mi Ora de fuego en una o más esferas flotantes y dirigirlas hacia donde quiera —explicó Shori emocionado, su voz llena de entusiasmo al compartir su nueva técnica con Lewa mientras se preparaba para desplegarla en combate por primera vez.
Sparky, percibiendo el cambio en la estrategia de su adversario, comenzó a moverse con rapidez por las paredes de la cueva, ágil como una caelifera, listo para esquivar cualquier ataque que se le presentara.
Shori, no dispuesto a dejar escapar a su escurridizo oponente, volvió a dividir su aura de fuego para activar varias esferas y las lanzó sin piedad hacia Sparky, quien esquivaba cada bola de fuego con habilidad, aunque no sin dificultades.
—Es la primera vez que usas este Jibun en un combate real, ¿verdad? Si yo fuera alguien de tu mismo nivel, me derrotarías fácilmente —comentó Sparky, su voz resonando desde las sombras mientras continuaba saltando ágilmente de una pared a otra, desafiando a Shori con su habilidad y experiencia en combate.
—Cállate, puedo derrotarte si me concentro lo suficiente —respondió Shori con determinación, su voz cargada de confianza en sus propias habilidades mientras recuperaba algunas esferas de fuego y las lanzaba de nuevo contra su ágil oponente.
Sin embargo, Sparky sorprendió a Shori al lanzarse sobre él de manera inesperada, logrando hacerle un corte superficial en el pecho y destrozando parte de su indumentaria de brigada y playera en el proceso.
—Debo admitir que tienes buenos reflejos, pero aun así, tú fuiste quien me reveló tu punto débil, niño estúpido… esas bolas de fuego que me lanzas son parte de tu armor, por lo que al atacar te quedas sin suficiente protección para defenderte —explicó el asesino con una maliciosa sonrisa, su voz llena de astucia mientras saboreaba el sabor de la sangre en su boca, utilizando el poder de su Keiyaku para curar las leves quemaduras que le habían causado las pocas esferas de fuego que lograron rozar su piel.
—De cualquier forma, no necesitaba derrotarte, solo quería hacer tiempo —respondió Shori, su voz entrecortada por el dolor mientras sentía la herida en su pecho arder con intensidad.
Mientras tanto, Lewa, observando la situación con determinación, se preparaba para lanzar su ataque más poderoso hasta el momento. Con un grito de concentración, desató sobre Sparky el torbellino infernal más poderoso que había creado en su vida, decidido a neutralizar al peligroso asesino.
—¡Esto es por la gente que mataste, maldito fenómeno! —exclamó el joven que se encontraba de pie junto a la pila de cadáveres, su voz cargada de ira y determinación mientras observaba a Sparky con desprecio.
Mientras tanto, en la mente de Sparky, surgían pensamientos confusos y alarmantes. "¿Un Jibun de naturaleza de viento? No, es demasiado poderoso para ser un Jibun, tiene que ser un Keiyaku", reflexionaba mientras sentía cómo era empujado contra una de las paredes de la caverna por el devastador tornado invocado por Lewa. El vendaval arrancaba fragmentos de su traje y desgarraba su piel con miles de cortes a la velocidad del viento, dejando al descubierto su vulnerabilidad y causando un sufrimiento insoportable.
El ataque duró apenas veinte segundos, pero para el hombre dentro del destrozado traje, fueron veinte segundos de agonía en el infierno, un tormento que parecía interminable mientras el viento implacable lo destrozaba sin piedad.
—Carajo, no debí confiarme con estos novatos —masculló Sparky entre dientes, su voz llena de dolor y desesperación mientras vomitaba una gran cantidad de sangre y sus vísceras comenzaban a salir del agujereado traje, revelando la devastación interna que había sufrido.
—Ríndete ahora, quedas bajo arresto… si tratas de resistirte, ¡te mato! —exclamó Lewa con frialdad, su voz firme mientras observaba con desdén al moribundo hombre, dispuesto a hacer cumplir la justicia sin vacilar ante la brutalidad de su oponente.
—¿Matarme? No me hagas reír, niño. Solo por lo que me acabas de hacer, puedes ir a prisión. Los novatos no tienen permitido matar a menos que tengan permiso de su maestro designado —respondió Sparky entre risas macabras que salpicaban sangre en los pies de Lewa, quien no pudo contener su ira y comenzó a patearlo sin piedad mientras le espetaba:
—¡Maldito bastardo! Tal vez un warrior no tenga permiso de matar, pero por si no lo notaste, la división del gremio que me reclutó ahora se fue a la mierda… ¡Shori, préndelo en llamas, acabemos con esta basura!
—Lo siento, Lewa, yo aún soy un novato, no puedo hacer eso —respondió el joven rubio con temor palpable en su voz, sintiéndose atrapado entre la lealtad a su amigo y las reglas que le habían sido inculcadas como warrior novato.
—¿Y quién diablos se va a enterar? Yo no se lo pienso decir a nadie, ¡y tú tampoco le dirás a nadie! —gritó Lewa con furia, su voz resonando con determinación mientras pateaba con fuerza a Sparky hasta el otro lado de la cámara. En la mente de Sparky, un atisbo de alivio se filtró entre el dolor y el miedo. "Qué suerte tengo, caí junto a mi pila de cadáveres y los niños están muy ocupados discutiendo entre ellos como para darse cuenta", pensó mientras contemplaba su siniestra comida.
—Lewa, no lo podemos matar —intervino Shori, su voz llena de preocupación y sensatez.
—Ya te dije que nadie se va a enterar. ¡Ahora quema a esa cosa! —insistió Lewa, su tono cargado de desesperación y rabia, su mirada fija en Sparky con odio ardiente.
—Lo siento, Lewa, pero no pienso hacerlo —respondió Shori con firmeza, su determinación reflejada en sus palabras mientras se negaba a ceder a las demandas de su compañero.
—Sabía que eras un maldito cobarde —gruñó Lewa, su frustración palpable en cada sílaba.
—Ya sé que él ha estado matando a los supervivientes y que tú has tenido que pasar por toda esta mierda, pero matar a ese imbécil no te ayudará, solo te rebajará a su nivel —explicó Shori con calma, su voz resonando con sabiduría y comprensión mientras intentaba calmar a su compañero y recordarle la importancia de mantenerse fieles a sus principios.
—¿Y por qué tengo que ser mejor que él? —preguntó Lewa, desafiante, su voz resonando con frustración y amargura mientras confrontaba a Shori con una pregunta incisiva que lo dejó sin palabras.
—Bueno, ¡no tengo una respuesta para eso! Pero seguro que nina o mi hermana sabrían cómo responder —respondió Shori con una mezcla de desconcierto y humor, tratando de aliviar la tensión en el aire mientras reconocía la validez del cuestionamiento de Lewa.
Sin embargo, no fue la respuesta de Shori lo que finalmente calmó a Lewa. En cambio, fue una imagen en su mente: la imagen de Touko, cómo reaccionaría ella si se enterara de lo que estaba a punto de hacer. Imaginarse perdiendo a la única persona que lo había estado apoyando de manera tan incondicional y cercana fue suficiente para hacerlo reconsiderar sus acciones.
El solo pensamiento de decepcionar a Touko, de perder su amor y confianza, fue un golpe más poderoso que cualquier palabra de Shori. Con esa imagen en su mente, Lewa sintió cómo la ira y la desesperación cedían. Decidió dejar de lado su impulso de venganza y buscar una solución más justa y honorable para enfrentar la situación.
—Bien, llevemos a este imbécil hasta el volador. Por cierto, ¿dónde está? —preguntó Lewa, su voz cargada de determinación mientras se preparaba para llevar a Sparky de vuelta al volador. Sin embargo, antes de que pudiera recibir una respuesta, su atención fue atrapada por el horror de lo que Sparky estaba haciendo a uno de los cuerpos de la pila.
—¡Está recuperando fuerzas! —exclamó Shori, su voz llena de alarma mientras intentaba reaccionar rápidamente, lanzando una bola de fuego cargada con toda su aura hacia Sparky en un intento desesperado de detenerlo. Pero era demasiado tarde.
La fuerza y la velocidad del asesino aumentaron de manera exponencial en un abrir y cerrar de ojos. Antes de que alguno de los dos pudiera comprender lo que estaba sucediendo, Sparky se lanzó hacia Lewa con una velocidad asombrosa, conectando un puñetazo tan poderoso que lo dejó revolcándose en el suelo, luchando por recuperar el aliento mientras el dolor se propagaba por todo su cuerpo.
Luego del brutal golpe, Sparky retomó su estrategia de moverse ágilmente por las paredes de la cueva, aprovechando la confusión y el miedo que había sembrado en Shori, quien ahora se encontraba solo contra el despiadado asesino. Con el corazón palpitando con fuerza en su pecho, Shori luchaba por mantener la calma mientras enfrentaba esta situación mortal.
En un momento de quietud, Sparky se detuvo en una saliente de la cueva, agachándose para preparar un salto poderoso que culminó con un impacto devastador: la garra de oso del hombre perforó el pecho de Shori, quien cayó de rodillas frente al asesino, su cuerpo temblando de dolor y debilidad.
El joven rubio se encontraba indefenso ante la burla despiadada de su atacante, quien no podía contener su risa mientras se regodeaba en la agonía de su víctima. Sin embargo, justo cuando Sparky se disponía a asestar el golpe final, algo lo detuvo en seco.
—Eres un maldito egoísta, ¿a cuántos mataste solo para tu beneficio? —rugió Lewa, emergiendo de las sombras con una ferocidad que hizo temblar el aire a su alrededor. Su presencia irradiaba un bloodlust aún más intenso que el que había dirigido hacia Pumba, envolviendo la cueva en una atmósfera cargada de violencia y determinación.
Sparky se vio obligado a retroceder ante el torrente de emociones que emanaba Lewa, su mente trabajando rápidamente para comprender la naturaleza de esta poderosa fuerza. "Ahora lo entiendo, este niño nació aquí, no hay otra explicación. Es la única manera de dirigir un bloodlust así de denso", reflexionó Sparky mientras utilizaba su armor para resistir los efectos del furioso bloodlust que emanaba de Lewa.
—Ese Keiyaku es una mierda, me das asco —susurró el chico de mechones anaranjados con desprecio, su voz apenas un murmullo cargado de repugnancia, antes de desatar otro torbellino infernal con una intensidad perceptiblemente disminuida. Mientras el viento azotaba con menos fuerza, Sparky recibía los cortes del Keiyaku de Lewa una vez más, su resistencia puesta a prueba bajo la lluvia de heridas.
Mientras tanto, Shori, con determinación imperturbable, se ocupaba de cauterizar su nueva herida con la ayuda de su aura, su rostro contraído por el dolor pero su mente enfocada en la tarea necesaria para mantenerse en pie y continuar la lucha.
—Ese ataque no fue tan fuerte como el anterior… Aun así, no podemos dejar que se recupere —comentó Shori con voz firme, su mirada fija en la figura de Sparky mientras se dirigía hacia la pila de cadáveres, su corazón pesado por la carga de la responsabilidad que recaía sobre ellos.
—Shori, qué bueno que estás bien —dijo Lewa, dejando escapar un suspiro de alivio al ver a su compañero ileso después del intenso enfrentamiento. Sin embargo, en lugar de recibir una respuesta, se encontró con el silencio de Shori, quien comenzó a incinerar los cuerpos sin pronunciar una sola palabra.
Lewa comprendía el motivo detrás de las acciones de Shori, pero aún así, no pudo evitar sentir una oleada de emociones indescriptibles que lo invadieron al presenciar el destino tan indigno que aguardaba a los cadáveres de personas inocentes. En silencio, se unió a su compañero en esta tarea sombría, su corazón pesado por el peso de la tragedia que habían presenciado y la responsabilidad que tenían sobre sus hombros.
Mientras tanto, minutos antes, la musculosa mujer de piel morena que había estado acompañando a los contralmirantes se adentraba cada vez más en las catacumbas, recorriendo los oscuros pasajes con determinación y vigilancia. Sus pasos resonaban en la oscuridad, marcando un ritmo constante mientras avanzaba con determinación hacia su objetivo.
Había pasado el mensaje escrito con sangre en las paredes, una señal ominosa de los horrores que aguardaban en lo más profundo de aquel lugar. Sin embargo, aún no había llegado a la cámara donde se encontraban los dos jóvenes.
Con paso firme, la mujer continuó su marcha, su mente enfocada en la misión que tenía por delante. Sabía que cada segundo contaba y que debía encontrar a los novatos antes de que fuera demasiado tarde.