Habían pasado casi tres meses desde la catástrofe que asoló la vieja Kaji. El caos inicial había dado paso a una calma inquietante, mientras el mundo comenzaba a recuperar la normalidad. Los supervivientes, aún con cicatrices en el alma, se establecían en sus nuevos hogares en Nueva Kaji, una ciudad erigida en el corazón de la provincia del Zen, simbolizando un nuevo comienzo.
Entre ellos, Lewa y Akino se esforzaban por encontrar su lugar en este renacido panorama. Lewa, siempre anhelando el vasto horizonte y la promesa de aventura que este ofrecía, se había inscrito como estudiante en la marina de la ciudad. Cada día, sus habilidades y conocimientos crecían bajo la tutela de experimentados soldados, que veían en él un potencial prometedor.
Akino, en cambio, había seguido un camino distinto. Con un espíritu combativo y un deseo ardiente de proteger a los suyos, se unió al gremio Warrior. Allí, se integró temporalmente en un equipo de cuatro personas, donde su destreza y valor en combate rápidamente ganaron el respeto de sus compañeros.
La vida en Nueva Kaji no solo les brindó nuevas oportunidades, sino también nuevos amigos. Lewa y Akino se unieron a un grupo unido, compuesto por Lyra, Touko, Ik, Shori y Licka.
El día de hoy, 10 de octubre, el grupo de amigos había decidido pasar una agradable jornada en el zoológico de la ciudad. Después, planeaban ir al supermercado para comprar decoración para la fiesta del día siguiente: el cumpleaños de Shori, que sería el 11 de octubre.
—¡Sonrían, chicos! —exclamó un hombre al que Touko le había pedido tomarles una foto con su nueva cámara—. Salió excelente.
—Gracias, señor —dijo la rubia mientras recibía de vuelta su cámara.
—Déjame verla.
—Yo también la quiero ver.
—Esperen un momento, ¿dónde está Lyra? No salió en la foto —comentó Akino tras echarle un vistazo a la fotografía instantánea.
—Lo olvidé por completo, ya es octubre, en estas fechas comienza el espectáculo de despedida de los pingüinos —dijo Touko luego de ver un cartel promocional del espectáculo.
—¿Y eso qué tiene que ver? —preguntó Lewa, confundido.
—A Nina le fascinan los pingüinos, son su animal favorito —respondió Shori antes de comenzar a caminar hacia donde se estaba llevando a cabo el espectáculo.
El grupo siguió a Shori, abriéndose paso entre los visitantes del zoológico. Al llegar a la sección de los pingüinos, los amigos se detuvieron, admirando la escena: los pingüinos se deslizaban graciosamente por el hielo, mientras una narradora explicaba detalles fascinantes sobre sus hábitos y migraciones.
Entre la multitud, divisaron a Lyra, su rostro iluminado por una sonrisa de asombro y felicidad. Estaba completamente absorta en el espectáculo, sus ojos brillando con la emoción de ver a sus animales favoritos.
—Oye, Ik aún no llega… ¿se habrá perdido? —comentó Licka, preocupada.
—No te preocupes, hace un rato Lyra me dijo que le mandó un mensaje por el comunicador. Dijo que se quedaría un rato en el parque de patinaje y que nos vería en Dog Burger —respondió Touko, provocando escalofríos en Lewa y Shori, quienes no podían evitar recordar a aquel espeluznante Sparky al que enfrentaron en las ruinas de la nación Kaji.
Este comportamiento era muy común en Ik; siempre le gustaba estar solo un rato antes de reunirse con sus amigos. Prefería ir en su longboard en lugar de acompañar a los demás en la camioneta de Touko. El viento en su rostro y la libertad de deslizarse por las calles le proporcionaban un momento de reflexión y paz que valoraba profundamente.
—Sí, ese es Ik —dijo Lyra, sonriendo—. Siempre necesita su tiempo a solas. Pero no se preocupen, nos encontrará en Dog Burger como siempre.
—Vaya, ¡usted es muy bueno, señor Ik! —exclamó Sofía, la única niña del grupo de chicos que Lyra, Ik y Shori conocieron una vez en aquel parque cerca del gremio. Ik frecuentaba dicho parque, por lo que los niños rápidamente le agarraron cariño.
—Sí, Ik es genial —agregó Toño emocionado, mientras Ik volvía con ellos luego de hacer un par de trucos con la patineta.
—Siempre te salen bien los trucos a la primera, te admiro mucho —continuó diciendo Sofía con el rostro sonrojado. Ik, notando su entusiasmo, le acarició la cabeza y le preguntó:
—¿Dijiste algo, Sofía? No te alcancé a escuchar.
—No, no es nada, Ik —contestó la niña entre risitas nerviosas.
De repente, Toño señaló hacia la entrada del parque y dijo:
—¡Miren, llegó Brandon!
El grupo miró hacia donde Toño señalaba y vio a Brandon acercarse, luciendo cabizbajo. Toño corrió hacia su amigo, preocupado.
—¿Está todo bien, Brandon? Te ves algo triste… ¿esos son moretones? —le preguntó Ik cuando se acercó.
—Es Bud y sus amigos, siempre me molestan —respondió Brandon, con la voz temblorosa.
—¿Ese chico es de tu edad? —inquirió Ik, frunciendo el ceño.
—No, señor Ik, es más como de su edad —respondió Brandon, señalando que Bud era mucho mayor que él.
—Pero yo soy seis años mayor que todos ustedes, ¿le has dicho algo a tus padres? —preguntó Ik, preocupado.
—Sí, pero no han tenido tiempo para ir a hablar con esos chicos —dijo Brandon mientras se sobaba el hombro, mostrando claramente el dolor que le habían causado.
Ik suspiró, sintiendo una mezcla de frustración y determinación. Miró a los ojos de Brandon y le dijo:
—Vamos, iré a hablar con ellos.
Brandon asintió con esperanza en sus ojos, y los demás niños también se mostraron animados. Ik se subió a su patineta y comenzó a dirigirse hacia donde los chicos solían encontrarse. Sus pequeños amigos lo siguieron, confiando plenamente en él.
Mientras tanto, en el zoológico, el grupo observaba el espectáculo de migración de los pingüinos junto a Lyra.
—Tengo que admitir que sí lucen algo tiernos —comentó Akino, de pie junto a Touko, observando el espectáculo con los brazos cruzados.
—¡Mira, Nina, ese te está saludando! —exclamó Shori sorprendido, señalando a un pingüino que movía la aleta como si estuviera saludando en dirección a Lyra.
—¡Le agrado, quiere ser mi mascota! —gritó Lyra emocionada, mientras Shori alimentaba la idea dándole ánimos.
—Aunque así sea, es imposible que tengas un pingüino como mascota. No tienen hábitat natural fuera de su entorno y solo pueden sobrevivir en zoológicos. Es un amor imposible.
—No me lo tienes que recordar, Touko. Me lo dijiste cuando éramos niñas y vimos este espectáculo por primera vez.
—¿Cuántas veces han visto esto? —preguntó Lewa por curiosidad.
—Lo hemos visto seis años seguidos —respondió Touko con una gran sonrisa.
—Pero ya no importa. Tengo una idea para tener mi propio pingüino —comentó con entusiasmo la chica del cabello rosa.
—No estarás pensando en robártelo, ¿o sí? —preguntó Licka asustada.
—No es nada de eso… ya lo verán cuando lo consiga —respondió Lyra, mostrando una gran sonrisa a sus amigos, quienes observaban a los pingüinos alejarse, guiados por un gran bote en forma de pingüino.
En la entrada de una casa abandonada cerca del parque, tres chicos un poco mayores que Ik se encontraban bebiendo sodas energéticas y comiendo frituras, riendo con malicia.
—Hoy sí traía bastante dinero ese niño, nos alcanzó para las tres sodas.
—Y también para las frituras, qué agradable muchacho —dijo Bud en tono de burla, dando un gran sorbo a su lata de refresco. La atención de los tres se desvió cuando vieron llegar a Ik.
—Oigan, ¿alguno de ustedes es Bud? —preguntó Ik, acercándose con paso firme.
—Soy yo, ¿qué quieres, "medio calvo"? —respondió Bud, con un tono sarcástico.
—Mi amigo Brandon me dijo que ustedes lo han estado molestando y suelen quitarle el dinero —dijo Ik con tono amable pero decidido.
—¿En serio eso te dijo? —preguntó uno de los amigos de Bud, intimidando a Brandon con la mirada.
—De cualquier forma, seguramente ya se lo gastaron. Solo no lo vuelvan a hacer —ordenó Ik con firmeza.
Bud fingió bostezar para estirar los brazos y así alcanzar una roca de manera disimulada. Sin previo aviso, gritó con furia:
—¡A mí no me des órdenes, maldito imbécil! —y lanzó la roca hacia Ik con todas sus fuerzas.
Con reflejos sorprendentes, Ik interceptó el proyectil con suma facilidad, atrapándola en el aire. Brandon, Toño y Sofía se quedaron boquiabiertos al ver la rapidez y precisión de su amigo mayor.
—¿Qué demonios te ocurre, idiota? Si no tuviera los reflejos que tengo, me habrías roto la cabeza con esta roca —reclamó Ik enfadado, mientras aventaba el proyectil al suelo con fuerza.
—Esa era la idea, pero tienes buenos reflejos, gatito… Kevin, Brayan, no se metan —ordenó Bud a sus amigos, quienes, tras un breve intercambio de miradas, decidieron obedecer y se sentaron nuevamente. Obviamente, Bud no sabía que Ik era un warrior, pero aunque lo supiera, no le importaría.
—Te lo advierto, no me podrás hacer nada, mis habilidades son muy superiores a las tuyas —dijo Ik con calma, observando cómo Bud corría hacia él con la intención de golpearlo.
—Cállate, imbécil, te enseñaré a no meterte en mis asuntos —respondió Bud, lanzando una serie de puñetazos que Ik esquivaba con suma facilidad. Frustrado, Bud comenzó a lanzar patadas, pero Ik las evadía con igual destreza. Cansado de la situación, Ik decidió demostrar la inutilidad de los esfuerzos de Bud y, usando su velocidad rompevientos, se posicionó detrás de él en un abrir y cerrar de ojos, sin que nadie pudiera percibir cómo lo había hecho.
—Eres uno de esos warriors, ¿verdad? —dijo Bud, jadeando un poco, sorprendido por la velocidad de Ik—. Acabas de usar un poder de energía zen para moverte sin que me diera cuenta.
—Sí, soy un warrior, pero lo que hice no requirió nada de zen, eso lo logré únicamente con entrenamiento físico —respondió Ik con firmeza, su voz resonando con autoridad.
—Cielos, el señor Ik es impresionante —le dijo Brandon a sus amigos, mientras los compañeros de Bud murmuraban que su líder debería rendirse.
Con una rápida y precisa patada detrás de las piernas, Ik puso de rodillas a Bud. Lleno de coraje, Bud comenzó a cerrar los puños, llenando sus manos de tierra.
—Deja a Brandon en paz —ordenó Ik.
—Ya te dije… ¡Que no me des órdenes! —gritó Bud antes de lanzar la tierra que había juntado a los ojos de Ik, dejándolo ciego temporalmente.
Bud había formado una pandilla juvenil con varios chicos de su barrio y de su secundaria, por lo que peleaban con un estilo muy distinto al de los warriors; ellos usaban el "estilo de pelea callejero", sin códigos, donde lo único que importaba era ganar, sin importar cuántos trucos sucios usaran.
—Carajo, eres un maldito cobarde —dijo Ik mientras trataba de limpiarse los ojos. Sin embargo, Bud no iba a dejar pasar la oportunidad. De inmediato, comenzó a conectar varios golpes a Ik, quien no podía defenderse debido al aturdimiento. Ik no podía concentrarse lo suficiente para usar su armor, por lo que cada golpe lo estaba resistiendo como si fuera cualquier chico de catorce años.
—¡Toma esto! —gritó el delincuente antes de conectarle un fuerte golpe en el rostro a Ik, quien apenas pudo recuperar la vista y retroceder un par de metros. Ik respiraba con dificultad, sus ojos enrojecidos y su cuerpo adolorido.
Los amigos de Ik miraban con horror la escena, pero la voz firme de Brandon rompió el silencio:
—¡Ik, puedes hacerlo!
—Me acabas de hacer sangrar la nariz —dijo Ik, tratando de mantener la calma. Antes de que pudiera decir más, una gigantesca roca cayó directamente hacia su cabeza. Afortunadamente, pudo concentrarse lo suficientemente rápido como para usar su armor y minimizar el daño.
—¡Eres un maldito pandillero sin respeto por nada! ¡Tu estúpido estilo de pelea solo deja en evidencia la asquerosa rata que eres! —exclamó Ik, alzando a Bud del cuello con un solo brazo.
—¡Señor Ik, ayuda! —gritó Sofía, retenida por Kevin, mientras Brayan sujetaba a Brandon y a Toño.
—Suéltalo ahora, si no, los vamos a lastimar —ordenaron los amigos de Bud con tono amenazante. Ik, controlando su respiración, soltó a Bud, dejándolo caer al suelo para que pudiera respirar. Los pandilleros soltaron a los niños, quienes corrieron hacia Ik. Bud se acercó a sus amigos, con una mezcla de dolor y respeto en su mirada.
—¿Estás bien, Bud? Vamos a golpearlo entre los tres —propuso Brayan, pero fue rápidamente interrumpido por el poderoso puñetazo que Bud les conectó en el estómago a él y a Kevin.
—Arrodíllense ante Ik y pídanle perdón —ordenó Bud, siendo el primero en arrodillarse frente a Ik como ejemplo. Sus amigos, sin más opciones, lo siguieron.
—¿A qué se debe esto? —preguntó Ik, sorprendido.
—Señor Ik, por favor, conviértase en el líder de la pandilla de la secundaria central del Zen —suplicó Bud, rogándole al novato.
—Paso, no me interesan esas cosas —respondió Ik con frialdad.
—Entonces… enséñenos a pelear —solicitó Brayan, con un tono de esperanza.
—Aún no sé lo suficiente como para enseñar. Mejor pónganse a estudiar y a practicar el zen para entrar al gremio. Al menos tú, Bud, tienes potencial —sugirió Ik antes de subir a su patineta. Con una última mirada a los pandilleros, se dirigió hacia sus pequeños amigos.
—Vamos, chicos. Es hora de irnos —dijo, y juntos se alejaron del lugar, dejando atrás la tensión y el conflicto.
El grupo se marchó del zoológico cuando concluyó la fascinante migración de los pingüinos. Con el frescor de la tarde acariciándoles los rostros, Touko llamó a Finley. No pasó mucho tiempo antes de que este llegara en su vehículo, llevándolos directamente a la sucursal central de Burger Dog en la ciudad.
Una vez allí, el grupo comenzó a pedir sus alimentos. El bullicio del lugar, con su mezcla de risas y conversaciones, envolvía la atmósfera de familiaridad y calidez. En medio de este ajetreo, la puerta se abrió de golpe y apareció Ik, con su patineta en brazos, el pelo revuelto y una expresión ligeramente adolorida.
—¡Ik, por aquí! —exclamó Shori con entusiasmo, agitando la mano para llamar la atención de su amigo. Ik sonrió y se dirigió hacia la gran mesa, tomando asiento junto a Lyra, quien lo observaba con curiosidad.
—¿Estabas patinando? —le preguntó la chica de cabello rosa.
—Sí, estaba con los niños —respondió Ik, dejando la patineta a un lado.
—¿Te caíste o algo así? Parece como si te hubieras golpeado la cara —comentó Lyra, preocupada, al notar un pequeño rasguño en la mejilla de su amigo.
Ik se encogió de hombros y soltó una risa suave.
—Parece que aún no soy tan bueno con los trucos —dijo, restándole importancia para no alarmar a su amiga. Mientras hablaban, el aroma de las hamburguesas recién hechas y las papas fritas llenaba el aire, añadiendo un toque de hogar al bullicioso restaurante.
—Pidan lo que quieran, hoy invito yo —anunció Shori con una sonrisa amplia, sacando una tarjeta plateada de su billetera. La luz reflejada en la tarjeta brillaba tenuemente, como una promesa de celebración.
—Estás emocionado por mañana, ¿verdad? —le preguntó Lewa al hermano de su novia, alzando una ceja con complicidad.
—¿Qué va a suceder mañana? —preguntaron Licka y Akino al unísono, curiosas.
—Es el cumpleaños de Shori —respondió Lyra con una gran sonrisa, sus ojos brillando con anticipación.
—Bien, si Shori invita, pediré dos hamburguesas grandes, unas papas pequeñas y una soda extra grande —dijo Ik con entusiasmo mientras apuntaba su orden en la libreta que estaba en medio de la mesa, sus ojos brillando con picardía.
—Yo pediré una canasta de tres bolas de helado, una malteada y unas papas grandes —comentó Lyra, tomando la libreta de las manos de Ik y escribiendo su pedido con una sonrisa de satisfacción.
—Pediré una hamburguesa y un café frappé —añadió Licka, pasando la libreta a Lewa.
—Para mí solo será una soda grande, no tengo hambre —dijo Lewa mientras entregaba la libreta a Akino.
—Los nuggets de pollo lucen bien, pediré una orden mediana y una soda como la de Lewa. ¿Tú qué vas a pedir, Touko? —preguntó Akino, mirando a su amiga con curiosidad.
—Se me antoja un smoothie de moras y una tarta de queso —respondió Touko justo antes de que la mesera llegara a la mesa para recoger el pedido. Su voz sonaba animada, como si ya pudiera saborear el dulce frescor del smoothie.
La mesera, una joven con una sonrisa amable y un delantal de Burger Dog, tomó la libreta y arrancó la hoja donde estaban anotadas las órdenes. El ambiente en la mesa era festivo, lleno de risas y conversaciones cruzadas, mientras el grupo esperaba sus comidas.
—Saliendo de aquí, ustedes piensan hacer algo, ¿verdad? —preguntó Touko, mirando con curiosidad a los chicos.
—Sí, Shori nos pidió a mí y a Ik tener una pelea contra él para demostrarnos el resultado de sus entrenamientos durante estos meses —respondió Lewa, dirigiéndose a su novia con una sonrisa cómplice.
—Qué divertido, ¿puedo participar? —preguntó Akino con entusiasmo, sus ojos brillando de emoción.
—Bueno, el tema es que no sé si pueda dar rienda suelta a mis fuerzas peleando contra una chica linda como tú —respondió Shori en tono nervioso, frotándose la nuca y desviando la mirada.
—Vamos, Shori, has estado entrenando con Touko y con Lyra por un buen rato —comentó Lewa, insistiendo en la idea de Akino.
—Eso es diferente, Touko es mi hermana y a Lyra casi la considero como una hermana también —dijo Shori, intentando justificar su reticencia.
—¿Y a mí cómo me consideras? —preguntó Akino, provocando que Shori se sonrojara visiblemente.
—Está bien, Akino, puedes venir con nosotros, pero no me culpes si alguno de nosotros te llega a lastimar —dijo finalmente Shori, resignado.
—Ya entiendo, tenías miedo de enfrentarme porque sabes que soy mucho más fuerte que los tres juntos —contestó Akino con arrogancia, provocando que Lewa e Ik levantaran una ceja en respuesta, compartiendo una mirada de sorpresa.
—Nosotras tres iremos al centro comercial para comprar adornos y cosas para la fiesta. Akino, ¿quieres que te compre algo? Les tenía pensado comprar a las tres un conjunto para la fiesta —preguntó Touko con amabilidad, volviendo la atención a los preparativos del cumpleaños.
—Licka, elige algo que creas que me pueda quedar bien —dijo Akino, dirigiéndose a la chica a su izquierda, quien aceptó con un amable gesto, ya que no podía hablar, pues tenía la boca llena de comida. Licka asintió vigorosamente, sus ojos mostrando una chispa de travesura.
Como habían acordado, los tres chicos, acompañados de Akino, se dirigieron a una amplia explanada en el parque. Era un lugar familiar para Ik, quien solía ir allí a patinar con los niños. Esta vez, sin embargo, el propósito era distinto: tendrían un combate todos contra todos hasta que solo uno quedara en pie. Habían decidido que ninguno usaría Jibun ni Keiyaku, incluso Lewa, ya que era una pelea amistosa.
El ambiente estaba cargado de expectación mientras los cuatro se preparaban. El sol comenzaba a descender, bañando el parque con una luz dorada que creaba sombras alargadas.
—No quiero que ninguno se contenga conmigo —solicitó Akino con firmeza, mientras sus piernas se envolvían en llamas, iluminando su rostro con un brillo feroz.
—Por mí, no te tienes que preocupar, Aki —respondió Lewa, adoptando una pose de combate, sus músculos tensos y listos para la acción.
—Contenernos sería un insulto a tu fuerza, Akino Riot —agregó Ik, su voz resonando con determinación mientras su cuerpo se cubría con su armor oscuro, reflejando la luz del crepúsculo.
Shori observó a sus amigos, una sonrisa desafiante en sus labios. Este era el momento que había estado esperando para probarse a sí mismo.
—¡Adelante! —exclamó Shori, iniciando el combate con una energía palpable.
El joven rubio se lanzó directamente hacia Ik, sus ojos fijos en su objetivo. Ik, anticipando la táctica de su amigo, optó por bloquear los rápidos puñetazos en lugar de evadirlos, buscando una oportunidad para contraatacar. A unos metros de distancia, Akino sorprendió a Lewa con una poderosa patada. Lewa apenas pudo bloquear el ataque, pero la fuerza del impacto lo derribó. Sin embargo, en un movimiento ágil, se levantó casi de inmediato, al notar que Akino ya estaba preparando su siguiente ofensiva.
—Recuerda que es un combate amistoso —le dijo Lewa, respirando con dificultad, mientras bloqueaba con toda su fuerza la segunda patada de Akino.
—Dijiste que no te ibas a contener, ¿o es que no has entrenado tu cuerpo en estos meses? —replicó Akino, antes de conectar un fuerte golpe en el costado de su amigo. Lewa se vio obligado a retroceder unos metros para recuperar el aliento. "Aki tiene razón", pensó mientras jadeaba, "me he concentrado tanto en mis estudios y en pasar tiempo con Touko que me olvidé de fortalecer mi físico como mis amigos".
—A Lewa le está costando trabajo mantenerle el ritmo a Akino —comentó Ik, notando la situación de su amigo mientras intercambiaba golpes con Shori.
—¡No te distraigas! —exclamó Shori, aprovechando el momento para conectar un par de golpes en el torso de Ik. La fuerza de los impactos lo hizo tambalearse, pero Ik reaccionó rápidamente, lanzando un fuerte codazo que hizo retroceder al rubio. Sin embargo, Shori regresó de inmediato, lanzando una serie de puñetazos coordinados con patadas sorpresivas que lograban conectar en el cuerpo de Ik.
El cielo, teñido de tonos naranjas y rosados, proporcionaba un telón de fondo dramático para el enfrentamiento. La determinación de cada participante se reflejaba en sus ojos, sabiendo que, aunque solo uno quedaría en pie, todos saldrían fortalecidos por la experiencia compartida.
—¿Has estado entrenando alguna clase de arte marcial? —preguntó Ik, abrumado por la habilidad del joven Fujimori.
—Le pedí a mi padre que me contratara un maestro de kickboxing —respondió Shori sin dejar de castigar a su amigo con una serie de golpes bien calculados—. El maestro Mado me dijo que no sirve de nada ser fuerte si no sabes cómo golpear, por eso es necesario adoptar un estilo de pelea.
"Supongo que debería comenzar a practicar otro estilo de pelea además del Matoméno Kópsimo. Ahora no puedo usar mi espada y no tengo puntos de apoyo para usar la velocidad rompevientos", pensaba Ik mientras intentaba esquivar los puñetazos de Shori, concentrándose en sus movimientos de piernas para encontrar una abertura.
—¡Tiempo fuera! —exclamó Akino, llamando la atención de todos—. Se suponía que esto era todos contra todos, pero estamos peleando dos contra dos. ¿Qué les parece si peleamos por equipos hasta que queden dos?
—Me parece bien —dijo Shori, sin perder el aliento.
—Por mí está bien —agregó Ik, también recuperando el aliento.
—Acepto —respondió Lewa, poniéndose de pie y limpiándose el polvo del pantalón.
—Propongo que los equipos sean Lewa y Shori contra Ik y yo —dijo Akino, posicionándose al lado de Ik con determinación.
—Ya entiendo, formaste los equipos balanceando nuestras habilidades en base a nuestro desempeño de hace un momento —comentó Lewa, mientras se ponía en posición de ataque junto a Shori.
La dinámica del combate cambió inmediatamente. Akino e Ik se prepararon para enfrentar a sus oponentes, ajustando sus estrategias. Shori y Lewa intercambiaron una mirada, ambos conscientes de la fuerza combinada que enfrentaban.
—Vamos, Ik, no te contengas —dijo Akino, encendiendo sus piernas en llamas nuevamente, su rostro mostrando una mezcla de concentración y emoción.
Ik asintió, su armor oscuro brillando bajo la luz del atardecer. Lewa y Shori avanzaron al unísono, sus movimientos sincronizados después del tiempo entrenando untos. El aire estaba cargado de tensión mientras los cuatro se lanzaban a la batalla.
Mientras los cuatro amigos se enfrentaban en la explanada del parque, Lyra, Touko y Licka se dirigieron al centro comercial, específicamente al área de fiestas. La atmósfera vibrante del lugar, con sus colores brillantes y música alegre, contrastaba con la intensidad del combate en el parque.
—¿Cuál es el color favorito de Shori? —preguntó Licka, observando varios paquetes de globos con curiosidad.
—El rojo —respondió Touko, mientras le quitaba un matasuegras de la boca a Lyra—, pero si vas a comprar globos rojos, compra también blancos para que hagan contraste.
—Creo que asocio más a Shori con el amarillo y el azul —comentó Lyra, tomando otro matasuegras y soplándolo con una sonrisa traviesa.
—Eso es porque lo ves mayormente en el gremio, y ahí siempre lleva su camiseta azul de uniforme. Supongo que combinas eso con el color de nuestro cabello y llegas a esa conclusión —explicó Touko, volviendo a quitarle el juguete a su amiga y dándole una trampa de dedos en su lugar.
Lyra rió y trató de liberar sus dedos, entretenida por el nuevo desafío.
—Es verdad, cuando Lyra mencionó eso primero pensé en ti —dijo Licka, sonriendo mientras metía un paquete de globos azules y uno de globos amarillos en el carrito de compras.
—Bueno, podemos combinar los colores —sugirió Touko, pensando en la decoración—. Rojo y blanco, azul y amarillo. Shori apreciará el esfuerzo sin importar los colores.
—Sí, y podemos añadir algunas serpentinas y confeti para darle un toque más festivo —añadió Lyra.
—No olvidemos la piñata —dijo Licka, señalando una fila de piñatas colgadas en la pared—. ¿Qué forma crees que le gustaría?
—Una estrella sería genial, o tal vez algo más relacionado con sus intereses... —Touko se detuvo a pensar—. ¿Qué tal una en forma de dragón?
—¡Me encanta la idea! —exclamó Lyra, entusiasmada—. Un dragón será perfecto.
—¿Ya saben qué van a servir de comer? —preguntó Lyra, mientras metía un paquete de platos desechables al carrito con dificultad, luchando aún con la trampa para dedos.
—Ya que mis padres no están en la ciudad, Finley contrató al chef de un prestigioso hotel de Ciudad Central para que venga a cocinar. Él y sus ayudantes se van a encargar de eso —respondió Touko, colocando cuidadosamente la piñata en forma de dragón en el carrito.
—Qué mal, yo creí que iban a dar algo como pizzas —dijo Lyra, frunciendo el ceño.
—¿De qué hablas, Lyra? La comida lujosa tiene que ser mil veces mejor que una simple pizza —reclamó Licka, indignada.
—La verdad es que no es para tanto. Touko me ha invitado a comer comida costosa muchas veces y la mayoría de las veces tiene un sabor muy simple —respondió Lyra, sorprendiendo a Licka, quien no podía creer sus palabras.
—La verdad es que si me hubieran dejado a mí a cargo del banquete, hubiera pedido varias pizzas. A mí tampoco me gusta mucho la comida costosa, eso es más un gusto de mis padres —agregó Touko, dejando boquiabierta a su amiga.
—¡Al menos podemos elegir las botanas! —exclamó Lyra, llevándose el carrito hacia la sección de frituras. Touko y Licka se voltearon a ver entre sí y soltaron una pequeña risita antes de seguir a Lyra.
Al llegar a la sección de frituras, Lyra comenzó a tomar bolsas de papas, nachos y otros aperitivos, llenando rápidamente el carrito. Touko y Licka contribuyeron con algunas de sus propias elecciones, asegurándose de que hubiera algo para todos los gustos.
—¿Y las bebidas? —preguntó Licka, mirando hacia los estantes repletos de refrescos y jugos.
—Definitivamente necesitamos refrescos, jugos y quizás algo de té helado —dijo Touko, señalando una variedad de opciones—. No podemos olvidarnos del agua también.
—Claro, y algunos refrescos sin azúcar para aquellos que prefieran opciones más saludables —añadió Lyra, todavía luchando con la trampa para dedos pero disfrutando del desafío.
Con el carrito lleno hasta el borde de decoraciones, frituras y bebidas, las chicas se dirigieron a la caja, conversando animadamente sobre los últimos detalles de la fiesta. La emoción por el cumpleaños de Shori era palpable, y cada elección que hacían reflejaba el cuidado y la atención que querían poner en la celebración.
Mientras tanto, en la explanada del parque, la batalla continuaba con intensidad. Lewa se enfrentaba a Ik, mientras que Shori luchaba contra Akino. A pesar de la experiencia de Akino en taekwondo, Shori, con solo unos meses de kickboxing, demostraba ser un prodigio, manteniéndose a la par de la chica de Nueva Kaji.
—Tus piernas no solo son lindas, también son muy veloces —comentó Shori, tratando de bloquear las patadas cargadas con fuego de Akino, cada una de ellas un peligro potencial.
—Eres gracioso, pero no creas que me vas a hacer bajar la guardia con tus cumplidos —respondió Aki, sin perder el ritmo. Sus patadas seguían llegando en rápidas ráfagas, dejando a Shori con pocas oportunidades para contraatacar.
Mientras tanto, Lewa estaba teniendo serios problemas para resistir los poderosos golpes de Ik, amplificados por su armor oscuro, que multiplicaba la potencia de impacto por tres. Cada puñetazo resonaba como un trueno, y Lewa sentía el impacto reverberar en sus huesos. Sin embargo, Lewa no se daba por vencido. Aprovechaba cualquier abertura para empujar a Ik con pequeñas ráfagas de aire, ganando tiempo para recuperarse poco a poco.
—¡Vamos, Lewa! ¡No te rindas! —gritó Shori, inspirando a su amigo mientras esquivaba otra patada de Akino. A pesar de la situación difícil, Shori mantenía su ánimo y energía altos.
Lewa, jadeando, asintió. Usando su habilidad con el viento, generó una ráfaga más fuerte que hizo retroceder a Ik, dándole un respiro momentáneo.
—Parece que soy bastante inútil sin Jibun ni Keiyaku —comentó Lewa, decepcionado de sus habilidades mientras se limpiaba el sudor de la frente.
—Está bien, en una pelea real seguramente serías el más fuerte de los cuatro. Aun así, deberíamos comenzar a practicar algún arte marcial también —respondió Ik, dejando de pelear y tomando un respiro junto a su amigo.
—¿Tú no estabas practicando algo así con Finley? —preguntó Lewa, interesado.
—Sí, pero es un estilo de pelea con espada. Esto me hizo pensar que estaría en problemas si perdiera la espada en un campo abierto sin lugar para apoyarme… Ahora dependo mucho de la velocidad rompevientos —explicó Ik, reflexionando sobre sus propias limitaciones.
—Supongo que yo me pondré al día cuando me convierta en cabo de la marina. ¿A ti qué estilo de pelea te interesa? —inquirió Lewa, intrigado.
—El Muay Thai suena interesante. Creo que esos golpes con codos y rodillas me podrían servir cuando no tenga mi espada o no pueda usar la velocidad rompevientos —respondió Ik con sinceridad, visualizando los movimientos en su mente.
—Yo escuché que en la marina enseñan Karate, así que supongo que me pondré a entrenar eso cuando sea cabo —dijo Lewa, ya pensando en su futuro entrenamiento.
—Me rindo —anunció Ik, sin aliento y con una sonrisa de agotamiento.
—Yo también —añadió Lewa, caminando para sentarse junto a Ik y continuar su conversación. La pelea entre Akino y Shori parecía un espectáculo de luces, con los ataques cargados de fuego de Akino iluminando la explanada cada vez que estallaban unos contra otros.
—¿Te imaginas lo que sería combinar nuestras habilidades? —dijo Lewa, observando el combate con fascinación—. Un equipo así sería imparable.
—Definitivamente. Con algo de entrenamiento extra, podríamos convertirnos en una fuerza formidable —asintió Ik, mientras ambos miraban cómo Shori y Akino seguían luchando con energía.
—Shori realmente ha mejorado —comentó Lewa—. Me sorprende lo rápido que ha aprendido.
—Sí, es impresionante. Aunque lleva poco tiempo practicando kickboxing, parece que tiene un talento natural para las artes marciales —respondió Ik, admirando los movimientos fluidos de su amigo.
Las chicas ya habían cargado las cosas en la camioneta de Touko, donde Finley las esperaba pacientemente. Sin embargo, aún tenían pendiente una última parada: comprar la ropa que usarían en la fiesta. En la tienda de ropa, cada una buscó el atuendo perfecto para la ocasión.
Lyra optó por un vestido negro ajustado y sin mangas, que luciría sobre un short de lycra del mismo tono. Completó su atuendo con unas medias a juego y unos guantes largos del mismo tono, creando una combinación llamativa y audaz.
Touko eligió un pantalón de mezclilla clara con detalles decorativos de pequeñas cadenas, que combinaría con una blusa negra de malla, corta y elegante. Su estilo reflejaba una mezcla de comodidad y sofisticación.
Por su parte, Licka se decantó por una chaqueta de estilo universitario en blanco y negro, que luciría con un pantalón negro adornado con múltiples bolsillos y cierres. Su elección emanaba un aire de frescura y estilo urbano.
Para Akino, Licka escogió un conjunto similar al suyo, con un pantalón parecido y una blusa estampada con el logo de la banda favorita de su amiga. La combinación reflejaba el gusto musical y la personalidad vibrante de Akino.
Con sus nuevas adquisiciones en mano, las chicas se dirigieron de regreso a la camioneta, ansiosas por lucir sus atuendos en la fiesta. Con cada paso, la emoción por la celebración de Shori crecía, y cada detalle elegido con cuidado añadía un toque especial a la anticipada noche por venir.