Lyra se encontraba sola en la cocina, sumida en la tarea de calentar su desayuno prefabricado mientras el aroma de pizza recién horneada inundaba el aire. Sus manos se movían con destreza, deslizando el plato dentro del microondas con una facilidad aprendida de la costumbre. Mientras tanto, tarareaba una melodía ligera, una especie de himno improvisado a la conveniencia de la comida congelada.
Con el vapor danzando al abrir la puerta del microondas, Lyra se sirvió un refrescante vaso de limonada helada, preparándose para disfrutar de su solitaria comida. Pero justo cuando estaba a punto de sentarse, un inesperado llamado interrumpió su tranquilidad.
El timbre resonó en la casa, y Lyra, con una expresión de desconcierto, se levantó de su asiento con rapidez para atender la puerta. Allí, parado frente a ella, estaba Maxwell, sosteniendo una bolsa de comida rápida, una interrogante tácita en su mirada.
—Hola Lyra, ¿está Luna en casa? —inquirió Maxwell, con un deje de preocupación palpable en su tono de voz.
La joven frunció el ceño ante la pregunta, evaluando la situación antes de responder.
—Luna salió hace un rato, dijo algo sobre ir al parque para encontrarse con alguien —contestó Lyra, sin apartar la vista de la bolsa de comida que sostenía Maxwell.
La preocupación se dibujó en el rostro de Maxwell, un velo de inquietud cubriendo sus facciones.
—¿Con quién se fue a encontrar? —preguntó, su tono denotando una mezcla de curiosidad y ansiedad.
Lyra negó con la cabeza, incapaz de ofrecer más información.
—No lo sé con certeza, pero es Luna, no tienes de qué preocuparte —intentó tranquilizarlo, aunque un atisbo de duda se reflejaba en sus propias palabras.
Maxwell asintió, pero la preocupación no abandonaba su mirada.
—Supongo que tienes razón, pero aún así me resulta extraño que no me haya dicho a dónde iba. Me preocupa que pueda estar en peligro —confesó, revelando el verdadero motivo de su intranquilidad.
Lyra asintió, comprendiendo su preocupación.
—Lo entiendo, también me parece extraño. Quizás deberíamos ir al parque para asegurarnos de que todo esté bien —sugirió Lyra, una chispa de determinación encendiendo su mirada.
El autobús los llevó a su destino, depositándolos en el parque donde se suponía que encontrarían a Luna. Una vez allí, se adentraron en la vastedad del lugar, comenzando una búsqueda meticulosa y silenciosa entre la multitud. Recorrieron áreas verdes, zonas concurridas y canchas deportivas, pero la figura de Luna parecía esquivarlos en cada recodo.
—¿Crees que sería más efectivo si nos separamos para buscar? —propuso Max, buscando la opinión de su joven compañera. Lyra asintió con determinación antes de desaparecer a toda velocidad entre los árboles. Juntos, continuaron explorando el parque, sus ojos escrutando cada rincón en busca de cualquier indicio de la hermana perdida.
Después de unos minutos de búsqueda frenética, Lyra vislumbró a lo lejos una silueta familiar bajo el resguardo de un pequeño puente. Su corazón se apretó al ver a Luna conversando con un extraño hombre regordete, envuelto en una gabardina oscura y una gran boina del mismo tono. Instintivamente, Lyra se escondió tras un contenedor de basura antes de llamar a Max para unirse a ella. Juntos, observaron en silencio la escena ante ellos.
—¿Crees que Luna y ese sujeto…? —susurró Max, con la preocupación palpable en su voz.
—No, Luna no haría algo como eso—respondió Lyra, tratando de calmar sus propios temores.
Sin embargo, la ansiedad persistía en el corazón de Max cuando vio al desconocido acariciar suavemente el rostro de Luna, quien recibió el gesto con una expresión de afecto. Un nudo se formó en su garganta mientras luchaba por contener la avalancha de pensamientos y emociones que amenazaban con abrumarlo.
Lyra sintió un escalofrío recorrer su espalda observando la escena frente a sus ojos. Con voz temblorosa, tomó el hombro de Max, instándolo a dejar el parque.
—No, ella no es Luna. Creo que nos equivocamos —murmuró Lyra, con un nudo en la garganta mientras se alejaba del lugar.
Pero la furia de Max no podía ser contenida. Sus ojos ardían con una mezcla de ira y dolor al presenciar la escena.
—Ese sujeto le está dando dinero —gruñó Max, al borde de las lágrimas. Lyra se sentía abrumada por la situación, incapaz de soportar más.
Decidida a esclarecer la verdad, Lyra salió de su escondite y se enfrentó directamente a su hermana y al misterioso hombre.
—¡¿Luna, quién es ese hombre?! —exclamó Lyra, con la voz entrecortada por la angustia.
El hombre de la gabardina los observó con sorpresa, sus ojos buscando confirmación en el rostro de Luna.
—¿Esa es Lyra? —inquirió el hombre, recibiendo un asentimiento por parte de Luna. Sin más palabras, el extraño individuo se desvaneció en un parpadeo, como si se esfumara en el aire mismo.
El silencio pesaba en el aire mientras Lyra esperaba una respuesta de su hermana. La tensión se desvaneció abruptamente cuando Luna finalmente habló, revelando la identidad del misterioso hombre.
—Él es... nuestro padre —susurró Luna, abrazando a su hermana menor en busca de consuelo y entendimiento.
La sorpresa inundó los rostros de Lyra y Max ante la revelación. Max salió de su escondite detrás del contenedor, uniéndose al abrazo fraternal.
—¿Ese hombre era tu padre? —preguntó Max, tratando de asimilar la información.
Luna los abrazó con fuerza, antes de comenzar a apretar el agarre con fuerza.
—¿Qué hacían espiándome ustedes dos? —exclamó Luna, su voz teñida de enfado y confusión.
Lyra y Max intercambiaron miradas culpables antes de responder al unísono.
—Fue idea de Lyra.
—Fue idea de Max —se apresuraron a decir, culpándose mutuamente por la situación incómoda en la que se encontraban.
El ambiente en la sala de la casa de Lyra se volvió tenso mientras los tres se sentaban para abordar el tema delicado que había surgido.
—¿Y qué quería nuestro padre de ti? No se merece ni tu tiempo después de habernos abandonado a nuestra suerte —espetó Lyra, su voz cargada de indignación y resentimiento.
Luna tomó una respiración profunda antes de responder, buscando las palabras adecuadas para explicar la complejidad de la situación.
—Bueno, eso no es del todo cierto... Es verdad que nunca ha estado presente, pero él me visita dos veces al año para ponerse al día sobre nuestras vidas y para ayudarnos económicamente —explicó Luna, buscando el consuelo de su hermana al tomar su mano.
—¿Desde cuándo hace eso? —inquirió Lyra, sorprendida por la revelación.
—Su primera visita fue dos meses después de que mamá muriera —contestó Luna, recordando aquel momento difícil con dolor.
La tristeza se reflejó en los ojos de Lyra cuando formuló la siguiente pregunta.
—¿Y por qué nunca me lo dijiste? ¿Por qué no quiere verme? —susurró, con un dejo de dolor en su voz.
Luna apretó suavemente la mano de su hermana, tratando de consolarla con sinceridad.
—He intentado que hable contigo, pero él siente que no merece enfrentarte después de haberte abandonado durante tanto tiempo... Pero ten por seguro que le importas mucho. Siempre hablamos de ti cuando viene a visitarnos... Recuerdo lo feliz que estaba cuando le conté que habías ingresado al gremio hace unos meses —compartió Luna, ofreciendo un destello de esperanza en medio de la oscuridad del pasado.
Una nueva pregunta surgió en la conversación cuando Max tomó la palabra, tomando un sorbo de su limonada con gesto pensativo.
—¿Es por el dinero que él te da que no has tenido que trabajar, a pesar de que te retiraron la ayuda económica para huérfanos cuando cumpliste la mayoría de edad, verdad? —inquirió, buscando entender mejor la dinámica financiera de la familia.
—Sí, cuando eso sucedió, Parzival empezó a proporcionarme el doble de dinero de lo habitual —confirmó Luna, revelando un aspecto más de la compleja relación con su progenitor.
—¿Y a qué se dedica mi suegro? —inquirió Max, intrigado por la ocupación del hombre del que apenas tenía noticias.
Luna respondió con una sonrisa amplia, orgullosa de la profesión de su padre.
—Es un mercenario de la OCMI. Esa es también una de las razones por las que sus visitas son tan escasas, siempre está ocupado con sus misiones —explicó, dejando entrever el motivo detrás de la ausencia de Parzival en sus vidas.
Pero la atención se desvió rápidamente hacia la puerta principal cuando el timbre resonó por toda la casa. Lyra, tomando la iniciativa, verificó el reloj y desapareció rápidamente en su habitación, pidiendo a los demás que entretuvieran al visitante.
Luna entendió el mensaje implícito de su hermana menor y se encaminó hacia la puerta. Al abrirla, se encontró con Ik, quien lucía una vestimenta casual pero elegante.
—¡Ah, eres tú, Ik! Adelante, pasa a la sala. Lyra estará lista en unos minutos —anunció Luna con una sonrisa, invitando al joven a hacerse cómodo mientras esperaban.
Ik asintió con cortesía y se dirigió hacia la sala, tomando asiento en uno de los sofás individuales junto a Max, listo para compartir un momento de compañía con los demás.
Lyra finalmente emergió de su habitación, radiante y lista para la salida. Llevaba una combinación casual pero cuidadosamente elegida: una blusa de malla de manga larga debajo de una playera rosa de la marca Virnan, combinada con un pantalón pescador de mezclilla celeste y unas sandalias elegantes sin tacón.
Los dos chicos salieron de la casa y se dirigieron hacia la parada de autobús. En el trayecto, Ik rompió el silencio con una pregunta.
—¿Qué te gustaría hacer hoy?
—Creí que tenías algo planeado.
—Pensaba simplemente llevarnos al cine, pero ahora no estoy tan seguro de si es una buena idea —confesó Ik, mostrando su preocupación por hacer de su encuentro algo especial.
Lyra lo miró con cariño y le ofreció palabras de aliento.
—No te preocupes. La primera vez que sentí que nuestra amistad se consolidaba fue cuando compartimos la experiencia de ver una película juntos. Supongo que volver a hacerlo podría ser una excelente idea —dijo con una cálida sonrisa, recordando aquel momento especial.
Ik asintió, con una expresión de complicidad en su rostro.
—Tienes razón. Aunque había olvidado ese detalle, cada mañana me despierto mirando la foto que tomamos ese día —confesó, haciendo que un ligero rubor tiñera las mejillas de Lyra ante el recuerdo compartido.
El autobús los llevó hasta su destino, y ambos se subieron con destino al cine, ubicado frente al pintoresco parque central de la ciudad. Una vez allí, Ik se encargó de comprar las entradas para ambos, y juntos cruzaron hacia el parque mientras esperaban que comenzara la función, aún con una hora de antelación. Mientras paseaban por el lugar, no pudieron evitar notar algunos signos perturbadores de vandalismo: sillas rotas, postes pintarrajeados y señales cubiertas con graffitis de odio que eclipsaban las pancartas de la campaña de Gabriella.
—¿Esa mujer fue la responsable del caos en la nación Kaji, verdad? —preguntó Ik, mostrando su desconocimiento sobre el tema.
Lyra asintió con pesar antes de responder.
—Sí, eso es lo que la marina afirmó, aunque no dieron muchos detalles al respecto —contestó, recordando las noticias que habían sacudido a la región.
Decidieron descansar un momento y se sentaron en una banca frente al sereno lago del parque. Ik tomó una piedra del suelo y la lanzó al agua, observando cómo rebotaba antes de sentarse junto a su amiga, sumergidos en sus pensamientos y en la belleza serena del entorno.
Ik rompió el silencio con un comentario elogioso mientras seguía absorto en las ondas que la roca había provocado en el agua.
—Tu Jibun estuvo espectacular ayer —observó, con un tono de admiración en su voz.
Lyra se sonrojó ligeramente ante el halago, respondiendo con modestia pero con un nerviosismo apenas perceptible.
—Gracias, aunque básicamente es una copia del tuyo, solo que más débil y con forma de pingüino —admitió, desviando la mirada por un instante hacia el rostro de su amigo.
Ik la miró con sorpresa y una chispa de admiración en los ojos.
—Yo diría que me superaste por completo... Por cierto, ¿tienen forma de pingüino porque es tu animal favorito, verdad? —preguntó con curiosidad.
Lyra se quedó perpleja por un momento, sorprendida de que Ik hubiera notado ese detalle sin que ella lo mencionara explícitamente.
—¿Alguna vez te lo dije? —preguntó, buscando confirmación.
Ik negó con la cabeza, su sonrisa ampliándose.
—No, pero lo noté por lo feliz que parecías cuando le dabas esa forma a tu aura —explicó, revelando una perspicacia que Lyra no se esperaba.
Lyra se sintió un poco abrumada por la atención que Ik le prestaba, pero no pudo evitar sentirse halagada por sus palabras.
—¿En serio? No me había dado cuenta —admitió con sinceridad.
Ik sonrió con ternura, revelando un lado más profundo de su conexión con Lyra.
—Suelo fijarme mucho en ti, no sé por qué. Supongo que soy un poco raro, ¿no crees? —comentó, mostrando su vulnerabilidad de una manera conmovedora.
Lyra devolvió la sonrisa, sintiendo una calidez reconfortante en el corazón.
—De hecho, yo también suelo fijarme mucho en ti. Me pareces muy interesante, Ik —respondió con una sonrisa nerviosa, expresando una confesión sincera de su aprecio mutuo.
La anticipación llenaba el aire mientras Ik y Lyra se dirigían de regreso al cine, preparados para sumergirse en la experiencia cinematográfica. Ik, un tanto nervioso, rompió el silencio con una torpe pero encantadora frase.
—Parece que nuestra función está por comenzar. Vamos, linda... digo, Lyra —expresó, su nerviosismo evidente en cada palabra. Lyra respondió con una risa amistosa, disfrutando del momento cómico mientras caminaban de vuelta al cine.
Una vez dentro, Lyra se encargó de canjear los boletos mientras Ik adquiría una generosa cubeta de palomitas y dos sodas extra grandes, que en su mayoría estaban llenas de hielo.
—Todas las películas de la cartelera eran de terror, así que elegí esta. Trata sobre unos amigos que van a un extraño festival que se celebra cada noventa años —explicó Ik mientras se dirigían hacia la sala.
—¿Entonces la elegiste para que yo no me asuste? —bromeó Lyra, levantando una ceja con curiosidad.
Ik sonrió, revelando su verdadero motivo con una ligera confesión.
—En realidad, soy yo quien prefiere evitar los sustos baratos con saltos en la pantalla —admitió, buscando explicar su elección.
Lyra rió, divertida por la sinceridad de su amigo.
—Mentiroso —replicó en tono de juego, antes de tomar una de las sodas de la bandeja de Ik y empezar a beberla con entusiasmo.
Con el cielo ya oscureciendo después de la película, Lyra y Ik salieron del cine, compartiendo sus impresiones sobre la experiencia.
—Fue una película bastante extraña, pero me divertí —comentó Lyra, desechando su vaso en el bote de basura cercano a la entrada.
Ik asintió, reflejando su propia sorpresa ante el film.
—No esperaba que fuera así, pero me sorprendió. Me alegra que te hayas divertido —respondió, imitando el gesto de Lyra al desechar su vaso.
A pesar de que la noche ya había caído, la diversión entre los dos continuaba.
—Vaya, ya oscureció, pero me la estoy pasando bien contigo —observó Lyra, notando la hora mientras se disponían a salir.
—¿En serio? Entonces déjame llevarte a un lugar —propuso Ik, extendiendo su mano hacia Lyra.
Sin dudarlo, Lyra tomó la mano de Ik, entregándose a la aventura que él tenía preparada. Juntos, corrieron por las calles de la ciudad, explorando rincones inusuales hasta que finalmente llegaron a una planta eléctrica abandonada, donde una gigantesca torre de energía se alzaba imponente.
—¿Dónde estamos? —preguntó Lyra, sorprendida por el lugar inesperado.
—Esta es la vieja torre que le daba energía a la ciudad antes de que implementaran el cableado subterráneo por medio de túneles, ven vamos a subir.
Ik explicó la historia del sitio mientras comenzaba a subir por una escalera colgante que se elevaba a varios metros del suelo, demostrando una habilidad impresionante.
—¿De verdad vamos a subir allá arriba? Está cubierto de plantas, y además, ¿no es ilegal? —cuestionó Lyra, mostrando cierta reticencia.
Ik bajó de un salto, respetando la decisión de su amiga.
—No te preocupes, no va a venir nadie... Pero si de verdad no quieres hacerlo, podemos irnos —ofreció, demostrando su comprensión.
Lyra, decidida a enfrentar el desafío, aceptó con determinación.
—¡No me subestimes! —exclamó, antes de dar un salto hacia la escalera y comenzar a subir hasta las plataformas de mantenimiento, a más de cincuenta metros del suelo, desafiando sus propios límites con valentía.
Ik, recuperando el aliento después de la escalada, llamó a Lyra para mostrarle algo especial.
—Mira esto, Lyra, ven —dijo, jadeando ligeramente mientras se apoyaba en un barandal. Lyra se acercó con curiosidad, compartiendo el espacio junto a su amigo.
—Vaya, esto es hermoso. Parece como si estuviéramos en el cielo; solo se ven las estrellas en todas direcciones —observó Lyra, maravillada por la vista que se extendía ante ellos.
Ik asintió, su mirada reflejando la profundidad del momento.
—En este lugar, la presión es más densa, por lo que las nubes ocultan las luces de la ciudad —explicó, compartiendo un detalle especial con Lyra, cuyos ojos brillaban como dos estrellas—. En uno de mis paseos por la ciudad en patineta, encontré este lugar. Me gusta venir aquí por las noches para pensar.
Lyra asintió, absorbida por la atmósfera tranquila y mágica del lugar.
—Espero que solo vengas de noche, porque si lo haces de día, se te va a freír el cerebro por el calor —bromeó, tratando de ocultar su sonrojo ante la revelación.
Ik sonrió, sintiéndose complacido por la reacción de su amiga.
—Tomaré eso como una señal de que te gustó la sorpresa. No le cuentes a nadie sobre este lugar. Quiero mantenerlo privado —pidió, revelando un deseo de preservar la singularidad del lugar.
—Si dices eso, me haré sentir especial —respondió Lyra, con una sonrisa juguetona, mientras intentaba disimular su emoción.
—Rodeado por la inmensidad del cielo, es como si nada más importara realmente. Por eso vengo aquí cuando quiero estar solo —confesó Ik, revelando un aspecto más íntimo de su ser.
—Espero que no te moleste si alguna vez vengo aquí también a pensar y... a estar contigo —expresó Lyra, con sinceridad y ternura.
—Si no quisiera que lo hicieras, no te lo habría mostrado —respondió Ik, su sonrisa ampliándose al ver el brillo especial que se había formado en los ojos de Lyra, sellando así un momento compartido que sería guardado en sus corazones por siempre.
El silencio se prolongó mientras ambos contemplaban el cielo, iluminado por las estrellas y la luna llena. Finalmente, Ik rompió la quietud con una pregunta.
—Durante el camino, noté que estabas un poco distraída. ¿Hay algo de lo que quieras hablar?
Lyra reflexionó por un momento antes de decidirse a confiar en su amigo.
—Supongo que puedo contártelo... ¿Recuerdas cuando hace meses fui a la nación Kaji con Lewa y Shori? —preguntó, evocando un recuerdo doloroso.
—Sí, la brigada de rescate —confirmó Ik, recordando el contexto.
—Bueno, en ese lugar vi cosas horribles para las que pensé que estaba preparada, pero... desde ese día, tengo muchas pesadillas y me despierto con náuseas. Eso me hace cuestionarme si realmente estoy hecha para esto —confesó Lyra, su voz cargada de pesar—. Ese lugar era como el infierno en la Tierra. La muerte es horrible. La película que acabamos de ver y lo que pasó ayer con aquel hombre obeso me hicieron pensar que no quiero tener que matar a nadie nunca... No sé cómo me vería Luna si dejara de valorar la vida.
Ik la escuchó atentamente, buscando las palabras adecuadas para reconfortarla.
—Oíste a Crissalid, nosotros no matamos a ese hombre. Él mismo estalló en un intento de hacernos daño —intentó consolarla.
—Lo sé, pero aun así siento que si matara a alguien... rompería algo dentro de mí, algo que haría que matar se convirtiera en una opción, y no quiero nunca tener esa opción —expresó Lyra con determinación.
Ik reflexionó sobre sus palabras antes de plantear una pregunta crucial.
—Porque si lo hicieras en más de una ocasión sería la salida más fácil... ¿pero qué pasaría si estuvieras en una situación de vida o muerte?
Lyra se tomó un momento para considerar la pregunta antes de responder con sinceridad.
—Creo que estaría dispuesta a perder mi humanidad por el bien de las personas a las que amo —declaró con convicción, antes de colocar su mano sobre la de Ik, quien la miró sorprendido.
Lyra respondió a su asombro con un gesto audaz, sellando sus sentimientos con un beso que disipó todas las dudas y confirmó la fuerza de su conexión.
—Espero que nunca tengas que dejar de ser la chica linda y amable de la que me enamoré. Sin embargo, si eso llegara a ocurrir, no dudes en que estaría ahí para apoyarte —declaró Ik, tomando las manos de Lyra antes de volver a besarla con ternura.
—¿Entonces esto quiere decir que tú y yo...? —preguntó Lyra, con los nervios palpables en su voz.
—Si tú quieres, sí —confirmó Ik, su mirada reflejando su sincero deseo.
—Por supuesto que quiero. ¿Cómo se lo diremos a los demás? —preguntó Lyra, con una mezcla de emoción y anticipación.
—Mañana salgamos todos juntos —propuso Ik, sin soltar las manos de su nueva novia, quien asintió con entusiasmo antes de darle un largo y cálido abrazo—. Se está haciendo muy tarde, vamos a tu casa antes de que Luna me mate.
—Está bien. Te voy a extrañar mucho hasta que salgamos mañana —confesó Lyra, sintiendo la inevitable melancolía de la despedida.
—No te voy a parar de mandar mensajes por el comunicador, hermosa —aseguró Ik, antes de levantarla en brazos de manera juguetona.
—Me encanta esa idea —respondió Lyra, disfrutando del gesto mientras Ik comenzaba a bajar de la torre con destreza, impulsándose con el metal para aprovechar la velocidad rompevientos.
—Llegaremos a tu casa en menos de veinte minutos —prometió Ik, demostrando su confianza en su habilidad para navegar por la ciudad con rapidez.
Lyra se aferró a él con una sonrisa, emocionada por lo que el futuro les deparaba mientras descendían juntos hacia el hogar de Lyra, envueltos en la calidez de su nuevo amor.
Lyra llegó a casa sumida en una nube de felicidad, tan inmersa en sus pensamientos que ni siquiera notó a Luna y Max, que se habían quedado dormidos en la sala de estar mientras la esperaban. Subió a su habitación y se acostó en la cama, con una sonrisa radiante que no se desvanecía de su rostro. Cerró los ojos y suspiró profundamente, dejándose llevar por la dulce sensación del amor recién descubierto.
Durante horas, Lyra se sumergió en un mundo de sueños y esperanzas, imaginando un futuro lleno de amor y complicidad junto a Ik. Cada pensamiento la envolvía en una calidez reconfortante, hasta que finalmente, exhausta por la emoción del día, se quedó dormida, con la sonrisa aún dibujada en sus labios, lista para abrazar un mañana lleno de promesas y posibilidades.
Continuará.