Al mirar por la ventana, logre ver un hermoso paisaje, el cielo estaba despejado y las flores, a pesar del próximo otoño, lucían hermosas. No habia ningún indicio de lluvia o alguna brisa que arruinara la tarde. Era el clima perfecto para pasear por los alrededores y disfrutar de los últimos días cálidos del año, pero para mí mala suerte, estaba recluida en contra de mi voluntad y todo por una tonta costumbre de tomar el té.
Suspire al escuchar el repicar del reloj del vestíbulo, el tiempo no dudo en recodarme que acababa de pasar otra hora de mi vida que jamás volvería. En los últimos siete años habia pasado más tiempo en ese saloncito que en cualquier otro lugar de la casa, además de mi habitación. A pesar del tiempo no lograba acostumbrarme a las largas conversaciones, al cotilleo o al té, pero habia aprendido a ser paciente por el bien emocional de mi madre y hermana, mi único problema era ese maldito reloj.
Mi madre me retenía todas las tardes, según ella, porque necesitaba aprender los modales que toda señorita de mi edad debe saber para poder desenvolverse en la sociedad, pero la verdad era que no lograba entender como el bordado o clases del cómo usar el abanico podían ayudarme en la vida. Siempre habia pensado que su insistencia por mantenerme a su lado era por la soledad, no era fácil olvidar lo que abandonamos en Sacris, la capital del reino, para salvarnos de caer en la ruina.
—Aquí tienes—dijo mi hermana Jane en un tono suave y gentil acercándome una pequeña taza de té de finos detalles floreados
Al momento de tomarla entre mis manos percibí el aroma dulce que emanaba del contenido, una diminuta flor rosada adornaba el brebaje y seguramente una buena cucharada de miel lo dulcificaba.
—El aniversario de la familia Schwarz será este fin de semana—informó mientras leía su correspondencia—ofrecerán un baile.
Jane y yo dirigimos nuestra atención hacia nuestra madre quien se encontraba sentada cerca de la ventana donde entraba la luz de un hermoso atardecer porque ahí, según su criterio, nuestro padre podía admirarla mejor si él llegase a entrar, lo que pocas veces habia ocurrido desde que llegamos aquí, porque mi padre consideraba este lugar como territorio de damas en el que no debía meter las narices si no quería ser retenido para tomar el té
No nos dirigió la mirada, leyó detenidamente una carta en sus manos, al parecer enviada por su queridísima amiga Katherine Schwarz. Mi hermana, inmediatamente sonrío encantada por la noticia, hacía mucho tiempo que no recibíamos una invitación a un baile porque normalmente no somos bienvenidos a ese tipo de eventos, nuestra reputación nos precedía.
Mantuvimos silencio, expectantes a cualquier palabra que emitieran sus labios y mientras avanzaba con su lectura comencé a sospechar que algo habia captado su interés, las expresiones de su rostro me lo advertían
—Escuchen esto— se dignó a pronunciar una vez terminada su lectura.
El regocijo en su rostro me alarmo, parecía ser la mujer más feliz del reino, pero no comprendí la razón de su alegría hasta que alzo la voz:
Mi estimada Elizabeth.
Desde que tu familia marcho lejos de Sacris, la ciudad perdió un poco de su brillo, estos siete años han sido una completa agonía para mi sin tu buena compañía y es por esa razón que te escribo.
Pronto será mi aniversario de bodas y desde luego ofreceré un baile como todos los años, ambas sabemos que no hace falta que tu familia reciba una invitación, porque ustedes siempre serán bienvenidos en mi hogar ya que, sin tu intercesión, hoy en día yo no podría gozar de la felicidad de haber contraído matrimonio con mi amado Archer, a pesar de la aflicción que mi deseo te ocasiono, desde aquel entonces siempre me he sentido en deuda contigo y creo que, con la llegada de esta carta a tu poder, finalmente puedo retribuir tu apoyo.
El verdadero motivo por el que te dirijo estas líneas es para anunciarte cierto asunto de gran importancia no solo para mi familia, sino también para el reino entero. Como sabrás, mi hermano, el rey, es quien se ha hecho cargo desde que mi padre fue asesinado y yo abdique a mis derechos y responsabilidades como princesa del reino de Athos. Dadas las circunstancias que pesan sobre los hombros de mi hermano, mi progenitora, la reina madre, junto con la aprobación de la corte y la aceptación del parlamento han tomado la decisión de enlazar al rey con una noble dama del reino lo más pronto posible. Esta apresurada decisión se dio por causas políticas que pueden llegar a afectar a muchos y por supuesto por la avanzada edad de mi madre, la actual reina, quien se ve obligada a abandonar sus deberes reales para cuidar de su salud.
Mi anhelo es que tu hija mayor, Jane, sea la compañera de vida de mi querido hermano Fitzwilliam, espero sepas disculpar mi apresurada sugerencia, pero creo sin lugar a dudas que su belleza podrá cautivar los ojos del rey y claramente, esta unión podrá disipar todo prejuicio en contra de tu familia y como prueba de buena fe, me he tomado la molestia de hacerle la invitación personalmente a mi hermano, quien acepto gustoso de poder acompañarme en esta fecha tan especial para mí.
Me gustaría saber qué piensas al respecto y por supuesto también me gustaría conocer la opinión de tu hija.
En espera de tu respuesta, Katherine Schwarz
Un extraño silencio se creó en el pequeño saloncito, entre la perplejidad y la confusión. La idea me pareció una locura, pero al parecer todas teníamos una opinión diferente. Mi madre se levantó de su asiento con una sonrisa en sus labios mostrándose orgullosa, casi al punto de las lágrimas mientras que Jane intento sonreír, pero por algún motivo la felicidad que siempre acompañaba a mi hermana habia desaparecido en ese instante, la idea de portar la corona no pareció agradarle, pero tampoco lo rechazo, en vez de eso dejo que nuestra madre la abrazara y felicitara como si la posesión de la corona ya fuese un hecho.
El hermoso tono verde del vestido de mi madre resalto ante mis ojos, al igual que las perlas de su cuello y los pendientes que hacían juego, su cabello castaño estaba adornado y peinado con un elegante tocado plateado que le daban un aspecto armonioso.
— Jane, hija — balbuceo, las palabras no lograron salir de sus labios en seguida, hizo una pausa y sus ojos cristalinos la contemplaron como si fuese su más grande tesoro— ¿Qué piensas mi niña?
— Mama, yo no sé qué decir—respondió. Su hermoso rostro enrojeció enseguida, le daba cierta belleza, después de unos segundos logro mantener una ligera sonrisa y al igual que mi madre no encontró las palabras para expresar su sentir— no creo que sea prudente darnos esperanzas de esto, Madre.
—Pienso lo mismo, no hay garantía de que algo así pueda suceder, tan solo son los deseos de Lady Schwarz—proteste enseguida.
—¿Acaso no confías en la belleza de tu hermana, Helena?
—No es que no confié en su belleza, pero estamos hablando del rey. ¿Acaso un hombre como él no debería pretender a una mujer con poder en otro reino?
Los ojos marrones de mi madre se posaron en mí, su molestia era evidente, pero al mismo tiempo pareció reflexionar.
— Helena tiene razón, será mejor que le preguntemos a Lady Schwarz nuestras dudas, quizás ella podrá explicarnos mejor que es lo que tiene en mente— la serenidad de mi hermana logro apaciguar las intranquilidades de mi madre y con eso su molestia se desvaneció, al menos durante el tiempo que permanecimos hablando del baile hasta que fue la hora de la cena.
Al anochecer, ya muy entrada la noche, un diminuto sonido me alarmo, no podía dormir, observaba las figuras en la oscuridad formadas por la luz de la luna, solamente de esa forma lograba conciliar el sueño. Me levante buscando el origen de aquel ruido y enseguida observe una figura blanca parada cerca de mi cama, al principio creí que estaba viendo la aparición de un espíritu, pero al escuchar pasos aproximarse y al fijar aún más la mirada supe que se trataba de Jane.
—¿No puedes dormir, Helena? —dijo después de unos segundos. Se aproximo a mi cama y levanto las cobijas, colocando gentilmente su figura junto a la mía.
—Me asustaste. ¿Acaso no puedes tocar la puerta como una persona normal?
—Perdón—dijo encogiéndose de hombros o al menos eso me pareció—sigo pensando en lo de esta tarde.
—¿Sobre la carta?
—¿Crees que sea malo que considere la idea?
—No—dude, realmente no sabía que responderle, ni siquiera creí que ella, quien era más sensata que yo reflexionaría la posibilidad de un asunto tan ridículo como ese, en mi opinión casi imposible de realizar.
—Helena tú me conoces mejor que nadie y sabes que no soy del tipo de persona que suele expresar como se siente—giro en mi dirección
—Supongo que si—dije para después quedarme en silencio y reflexionar sus palabras. Si, ella era así, cerrada a confiar lo que sentía en alguien más que no fuese yo.
—La carta me dio esperanzas que habia perdido hace mucho tiempo, pero no quise decir nada porque sé que no tengo ninguna oportunidad.
—¿Esperanzas de que? —cuestione confundida
—De ser feliz.
—Jane...—me detuve. Quería decirle que no necesitaba casarse con el rey para ser feliz, pero no supe cómo hacerlo
—¿Crees que nuestra madre este despierta?—pregunto acurrucándose sobre nuestra almohada
Solté una pequeña risita. Ambas conocíamos los alcances de nuestra madre, no se quedaría tranquila hasta saber si podía meter sus manos en el asunto.
—Seguro que ahora mismo no puede dormir pensando en ello—bromeé para calmar las inseguridades de mi hermana, me pareció lo más adecuado al ver que estaba tomando este asunto con seriedad y yo no quería desilusionarla, supuse que el tiempo se encargaría de poner sus pies en la tierra cuando la realidad golpeara a su puerta.
—Tal vez—soltó una risita ahogada, suponiendo que tal vez ella podía escucharnos desde su habitación.
—No sé cómo lo haces, pero siempre me siento mejor cuando hablo contigo.
—Exageras—dije sintiéndome decepcionada de mí misma
—Perdón, a veces parece que eres tú la mayor y no yo—dijo casi en tono avergonzado—sea como sea, me alegra de tenerte como hermana.
Me envolvió en sus brazos para agradecerme, aunque me estaba dando demasiado crédito, lo único que hacía por ella era prestar atención y escucharla, nada extraordinario que otra persona no pudiera hacer, pero ese era el problema nadie más la escuchaba, yo era lo más cercano que tenia de una amiga.
Su abrazo consterno mi frágil corazón, por lo que me vi forzada a guardar silencio. No podía decirle lo que pensaba acerca de esa carta, no quería ser yo quien rompiera sus esperanzas. Correspondí a su abrazo y gracias al calor de su cuerpo en algún momento de la noche me quedé dormida.
Por la mañana, vi a mi padre en el comedor, observaba como todos los días el periódico con una taza de café cargado sin endulzar frente a él, qué por lo general no tocaba hasta terminar con su lectura. La sonrisa en su rostro me recordaba esas mañanas de mi infancia en las que, al bajar a desayunar, un hombre alto y buen mozo tomaba mi diminuto cuerpo para sentarme sobre sus piernas solo para darme probadas de café amargo y reírse de mis muecas, con el tiempo aprendí a huir, pero cuando crecí me di cuenta de lo mucho que extrañaba a ese padre amoroso y relajado.
Como siempre su cabello estaba peinado hacia atrás con una esencia que le daba una apariencia grasosa, pero con un agradable olor a limón, sus patillas canosas eran prueba de lo difícil que era vivir rodeado de mujeres y el estrés de tratar de con todos sus caprichos.
—Buenos días papá—me acerque colocando sobre su mejilla un pequeño beso. La piel de su rostro se había oscurecido por el sol estos últimos años, el tener que ir y venir debido al trabajo había hecho estragos que quizás solo yo notaba.
—Buenos días mi tesoro. ¿Cómo amaneciste? — respondió levantando sus ojos marrones, muestra de que él me los había heredado, para dedicarme una sonrisa dejando a un lado las hojas grises en sus manos.
—Un poco cansada, Jane volvió a dormir en mi habitación—me queje tomando asiento junto a él mientras nuestra única sirvienta me servía el desayuno, sin embargo, me sorprendió ver los dos asientos frente a mí vacíos.
—Desayunaron rápido, lo único que mencionaron fue que enviarían una carta—advirtió mi padre antes de que me atreviera a preguntar.
—No importa papá, al menos hoy puedo disfrutar de un desayuno tranquilo.
Alzo las cejas y sonrió, era extraño desayunar sin los reclamos de mi madre, pero era una oportunidad que no se repetía constantemente y debía aprovecharla.
Conversamos, algo que no pasaba todos los días, puesto que su jornada comenzaba desde el alba hasta el anochecer y a veces me era imposible verlo. Hablamos sobre sus desventuras con su caballo, un pobre y viejo animal que lo llevaba de aquí para allá, pero que a pesar de su edad siempre lo traía de regreso a casa, En algún momento de la conversación salió a relucir las quejas que mi madre le daba sobre mí, a veces mis pensamientos me llevaban a creer que entre sus dos hijas había favoritismo, por supuesto a mí solo me dejaba su rigor, mientras que Jane era merecedora de todo su afecto. En cambio, mi padre era quien consentía y perdonaba todas mis faltas, quizás él veía la diferencia de cariño que mi madre nos daba.
Mi padre se levantó de la mesa un segundo después de terminar de desayunar, alegando que ya debía irse, así que me quede sola un rato y al levantarme la curiosidad me llevo hasta la oficina de mi padre donde sospeche que mi madre y Jane debía estar, pero llegar vi la puerta entre abierta no me atreví a entrar, sin embargo, observe a mi madre sellando un sobre con el anillo del escudo familiar.
—¿Nerviosa? — le pregunto a Jane.
—Un poco— contesto ella con las mejillas sonrojadas
—No te preocupes mi niña, haremos lo que esté a nuestro alcance—aseguro frotando sus brazos para reconfortarla.
Me aleje de la puerta al ver nuevamente esas falsas ilusiones que mi madre insistía en alimentar, pero quizás eso era algo bueno, les daba algo en que pensar y de esa forma olvidarían un momento la miseria, según mi madre, en la que vivimos. Jane por su parte era cauta, pero a pesar de todo sabía que debía extrañar su vida en Sacris y lo que éramos antes de venir aquí.
Me pase el resto del día sentada bajo la sombra de un gran árbol, leyendo mi libro favorito. La brisa del campo era refrescante y a veces me ayudaba a pasar a la siguiente página, no podía imaginar mi vida lejos de este lugar, lejos de tanto ruido y tan apartada de lo que mi madre suele llamar una vida social.