—Es imposible, —Respondía el ojigris con incertidumbre en su mirar, tratando de detectar la mentira a pesar de su terror interno, sin embargo, mis falacias no han caído y esta no será la excepción— Los Destiny fueron seleccionados con ese don por una razón.
¿Selección? ¿Razón?, no sé de qué me hablaba, ni tampoco de dónde provenía esa confianza al argumentar. Corto paso sin importar al peligro en que se exponía entonces levante mi mano a nada de tocarlo, pero este se detuvo antes de ofrecerse a mi como ratón a un gato.
—Sé que no lo sabes, como también el hecho de que la historia se repite de diferente manera. —Encaro y alzó la voz— Tú no tienes tal don, por el simple hecho de que ya posees lo nocivo para él. La historia lo dice, es que tu madre no te lo conto... Las sagradas historias del anciano lo enfatizan, "La vida y la muerte no gobiernan a la vez", o eres solo uno o eres ninguno; y por lo que veo, tu alma como tu cuerpo están peleando por retener a ambos cuando solo eres capaz de controlar a solo uno, decídete ¿eres Destiny o un putreblack?, Beckham.
—¿Putreblack? —Mencíone molesto, tanta estupidez escupida de su boca me hacía hervir la sangre— No digas imbecilidades joven líder, ese anciano comparte disparates.
De inmediato sané la herida provocada por aquel y le miré con rabia, no sabía ni siquiera como es que llego a esa deducción tan misera y tampoco cual es la historia que ese vejestorio cuenta de distrito en distrito verdaderamente, ni me interesa, si Hakan en verdad está empezando un juego distinto, y sí es así, Me niego a ser parte de él.
—Nací siendo uno de Blackwell por tanto soy uno de ellos, aunque también nací de una Destiny, pero ese relato tiene un error que me hace incapaz de darle la razón; yo mato, no obstante, hago que gente que debería morir sobreviva y viva lo que tenga que vivir. Ninguna de mis dos virtudes estorba a mi alma ni entorpece a mi cuerpo, por otro lado, para ti, ¿qué significa eso? ¿qué se supone que soy? ¿el anciano te conto acerca de esta posibilidad? —Bufe— Soy la vida y la muerte residiendo en un cuerpo, ¿no es irónico?, eso quebranta tus absurdas historias ¿quién no te dice que te puedo dar el paraíso y el infierno a su vez?, ¿qué te da la certeza de garantizar que jamás obtendré los ojos sagrados nuevamente? ¿Quién te crees para querer humillarme ser vil?
Por un momento parecía que todo se había detenido, el silencio se había agudizado y el aire entre nosotros se había intensificado, un pesado y fuerte sentir empezaba a inundarnos y en la mente de todas las personas presentes empezaba a sobresalir un nombre. Era una excelente señal.
«Nilsson corre a Nyx», «Nilsson te creo», «Nilsson, ya cállate», «Nilsson te matará», «Nilsson, mocoso», «Maldición, Nilsson», «Nilsson, Douglas está contigo», «Se fuerte, Nilsson», «No mueras, Nilsson», «Nilsson, no dejes que obtenga el orbe». «Nilsson, no le hagas esto a tu esposa», «No dejes a tu hijo sin padre, Nilsson», «Nilsson no olvides que, si tu caes Borghild también», «Entrega el orbe, Nilsson», «Cariño, no nos abandones a Siro y a mí», «Por tu maldita estupidez, Nilsson», «Erradicaran a las sombras por tu culpa, Nilsson».
—Comencemos a pactar, Nilsson ¿ese es tu nombre, cierto? —Sonreí un poco y me deleité de su cara paralizada y descolorida—, me has hecho enfadar ahora y hace un rato me heriste imbécil, no me hagas caer tan bajo como para arrebatarle la vida a ¿Siro?, es tu hijo ¿no?
Empuño sus manos y con la mandíbula apretada se arrodilló y tomo de mi pequeña mano y la puso sobre su cuello.
—Hazlo, mátame, ya que me negaré a hacer el pacto contigo.
Al casi emanar mi putrefacción sobre él y al haber pensado que ya había ganado, algo brillante sobresalió; a lo lejos podía distinguir algo luminoso detrás de una mujer de cabellos castaños y ojos azules, ese maldito, que asquerosa obra del destino. Un aura diferente de entre todas las almas que nos rodeaban, en un niño más grande que yo empezaba a distinguirse masivamente, un ojiazul castaño como ¿su madre?, me estaba llamando indirectamente o ¿afirmándome lo inmundo del supremo?
«Ya descubrí tu aborrecible deseo Raymund». —Lo sabía, ya estaba claro.
—Cuando tenías esa edad, —empecé a contarle la historia de su vinculación con el orbe llegando a una propia deducción mientras lo tenía de rodillas aún— estabas muy nervioso, tan intranquilo porque pensaste que tu deseo no era merecedor del orbe, pero cuando corrió ese objeto a tu dirección te diste cuenta que tal vez no era así, sin embargo, cuando miraste a ese niño ardiendo en llamas pensaste muy en el fondo que quería castigarte por ese anhelo egocentrista, tenías tanto miedo de tomarlo, no obstante, algo te dijo que tenías que hacerlo, viste la gloria ¿no es así?, un orbe que corrió dos veces en tu dirección no eran casualidad.
—¿Cómo es que? —Interrumpí.
—"Soy débil", siempre lo repetiste en tu cabeza, hasta cuando sucedió la vinculación, por otro lado, tu sabías que tu deseo no era el anhelo de alguien que fuese débil, ni siquiera en tu pensamiento sufriste por fracasar.
—Cállate. —Grito.
—No, —Alce la voz y en su mente se desbloqueó su deseo, así que repetí fuerte y claro— "Mi sangre gobernará por generaciones y mi debilidad hará de su fortaleza una guerra".
—Tú…
Los seres supremos no pueden tener descendencia; más específicamente los veinticuatro, es una de las tantas reglas que hay que no pueden romper por la dura consecuencia de quebrantarlo, por ende, Raymund no podría crear una cadena de poder, su debilidad era esa prohibición y la creación del orbe era una oportunidad para engañar a la pauta, esa es su fortaleza. Al crear al orbe podría cumplir su anhelo de gobierno y su entretenimiento en guerras. Ambos se tenían en semejanza con el objetivo, la diferencia de papeles era que Raymund era el del poder absoluto con el rol del Titiritero y Nilsson como sus descendientes serían los esclavos de por vida, o por lo menos hasta que la línea de sangre de estos desaparezca, siendo así por generaciones sus marionetas.
—Tal vez no estes al tanto, pero aquí estoy para recordártelo. —Lo miro seriamente y le musito algo que si me aprendí de las historias del anciano— El orbe te otorgo algo, te volviste alguien importante, pero ¿qué te quito?
—Soy afortunado —menciono confiado—, no me quito nada.
—Lo hizo. —Voltee su rostro hacia la mujer, mi intención no era que la mirará a ella, si no detrás de ella— "Mi sangre gobernará por generaciones…", y el poder que te otorgo eso, seguirá vivo entre ellas". Un sufrimiento de sangre hasta el fin de tu línea.
El niño detrás de esa mujer miraba a su padre de rodillas a mis pies, Nilsson con la cara pálida trató de ir hacia él para evitar lo evidente, por el contrario, antes de que pudiera escapar de mi mano, emane la putrefacción en él, una rápida e inmediatamente sufrible muerte se apoderaría de todo su ser.
—No te preocupes, el pacto nunca se hará contigo, —Susurre— siempre fue destinado a ser un arreglo de tu hijo, de sus hijos y de los que siguen después de ellos, un costo que estoy dispuesto a cobrar por una eternidad sí es así como la vida te lo piensa hacer pagar.
Su última expresión era indescriptible, pero en cuanto el cuerpo de Nilsson se descomponía y algo de su carne podrida se desprendía de él hasta el punto de que este azotara al suelo, podía distinguir ahora, más vívidamente la luz que provenía del niño, ósea su alma, esperando vincularse con el orbe de su padre. Era mi turno de actuar y ser quien da ese artefacto a su nuevo portador.
Entre los pedazos de restos, saque el objetó esférico y lo limpie con ayuda de mi vestimenta para poder dárselo. Los presentes se hicieron a un lado a excepción de la mujer que era su madre.
—Quítate, si no quieres dejar a tu hijo huérfano.
Con pesar la mujer se hizo a un lado de enfrente mío y entonces el niño empezó a llorar, sentía pena, no obstante, no era mi problema.
—Yo no fui quien te condeno, todo fue culpa de tu padre, —escupí— así que cierra la boca y tómalo y hazte cargo de mantener tu línea a raya.
Empuje la esfera en su pecho y este torno al color de sus iris y se vinculó a Siro, aparentemente de la edad de Arha.
—Siro Nilsson, muere hoy o vive un poco más, tú decides.
Siro unió su mano conmigo, sin temer a que pudiese propagar la putrefacción en él. Algo de mí esperaba que él quisiera romper la rueca con su suicidio y así matar indirectamente a Raymund, aún así, de su boca escuche lo que el primero no pudo mencionar.
—Vivamos hoy, pero si pierdes en el futuro, no te niegues a morir, Beckham.
—Procuremos evitar eso, —aprete su mano amenamente— educa a tu sangre y me encargaré de renovar siempre… Estos pactos.