A los catorce años, Darius Settleres ascendió al trono de las tierras de Obsidian tras la muerte de su padre, quien se había convertido en un renacido.
Al principio, el joven mantuvo la serenidad, pero los repetidos intentos de asesinato aumentaron su desconfianza.
Obtener poder es sublime, pero el joven emperador no era un muñeco fácil de desechar. La traición del General del Sur aún permanecía envuelta en sombras en esa época.
Su tío, Otto Pillón, y su único primo, Javier, quien era como un hermano para él, mantenían un vínculo fraternal que el propio Linxz envidiaba.
Para Darius, la última familia materna que le quedaba era un recuerdo del amor de su madre, la emperatriz que falleció cuando él tenía apenas seis años.
Aunque el poder del Templo del Sur era inferior al del Templo del Norte, aún era útil.
El antiguo general le reveló al joven emperador que la traición del sumo sacerdote y los ancianos del templo sureño, fue debido a que cayeron bajo un control colectivo a manos de Sin Nombre.
Darius, devoto e inocente, siendo uno de los pocos familiares vivos que le quedaban, depositó una confianza ciega en las palabras de su tío.
Aunque nunca se pudo desmentir este hecho, ya que fue corroborado por el antiguo dueño de la torre de magos, el emperador lo aceptó sin dudar.
Sin embargo, con el tiempo, la duda carcomía sus entrañas. Alguien quería deshacerse de él.
Al principio, enviaron asesinos en ocasiones esporádicas, y luego la persona que lo crió y cuidó envenenó su comida.
Mes tras mes, la vida del emperador era incierta.
Dos años después, a los dieciséis años, comenzó a investigar al margen de los ojos de su tío y descubrió la verdad.
El nombre de Otto Pillón surgió entre los documentos encontrados en el Templo del Sur.
Su tío era un traidor.
Después de que muchas cabezas rodaran, la única que se salvó fue la de su querido primo, ya que su nombre no estaba entre los conspiradores.
Javier, con quien se crio y que solo era mayor por cuatro años, fue considerado inocente.
Pero Darius ya no era ingenuo.
Es preferible atar a un animal de carácter dudoso y controlarlo desde la correa que tienes en tu mano.
Así, contra todo pronóstico, el hijo del traidor se convirtió en su General.
Ahora, después de la parafernalia del recibimiento de un emperador, Darius y Javier ingresan al despacho privado.
El General se mueve con confianza natural por la habitación.
—¡Vaya, vaya! ¡Qué interesante escena! —exclama con tono sarcástico y una risa juguetona—. Parece que el cachorro que recogiste entre los escombros se olvida quién es su superior, ¿no es así?
Darius, molesto por la situación, se toma un momento para desabrochar con calma unos botones de su saco antes de sentarse y hablar.
—Perdona mi franqueza, pero no es un mero animal. Deberías mantener un nivel de respeto hacia aquellos que velan por la seguridad de tu emperador.
El hombre, captando la atmósfera, cambia su postura y se sienta enfrente.
—Mis disculpas, estimado primo. No pude evitar notar su reacción un tanto... ¿cómo decirlo?... fuera de lugar. Pero entiende, debe recordar que es solo un simple escolta y esto es una conversación privada sobre asuntos serios.
El rostro del emperador se transforma en una expresión de desagrado. Como si cada músculo de su atractiva cara estuviera tenso.
Antes de que Darius alcance el límite de su paciencia, Javier cambia la conversación para aligerar el ambiente, compartiendo detalles sobre cómo van los tiempos en estas tierras del Sur.
Philip permanece de pie, firme junto a la puerta del estudio. Había tenido un breve enfrentamiento con el General, insinuándole sus preocupaciones por la seguridad del emperador.
Después de una hora de incesante parloteo por parte del hombre, el momento por el que estaba tolerando todo esto llega.
—¿Qué es esta cosa? —pregunta Darius sorprendido.
—Primo, ¿no estás al tanto de esta nueva tecnología? —se jacta el General, deslizando sus dedos gruesos por la esfera de cristal—. Hemos estado trabajando en esto con el dueño de la torre de magos. Supuse que Linxz ya te lo había mencionado.
»Este objeto se sincroniza con cualquier lugar que uno elija. Retiene tanto la imagen como el sonido, permitiendo al propietario observar y escuchar, incluso en su ausencia. Para ponerlo a prueba, consideré que el mejor lugar sería el templo oracular. De hecho, resultó ser la mejor opción para que puedas percibir el mensaje con todos tus propios sentidos.
Frente al silencio del emperador, un sutil brillo realza los ojos cafés de Javier. Manteniendo la mano derecha sobre la parte superior de la bola de cristal, dice:
—Muéstrame el último mensaje de la pitonisa Denise.
Dentro de la esfera, un pequeño humo negro comienza a crecer, formando un remolino que se disipa para revelar la imagen de aquel día.
Una joven esbelta, apenas con quince años reflejados en su mirada, se envuelve en un vestido de gasa azul translúcido, luciendo marcas violáceas en su cuerpo, que contrastan con la dorada tonalidad de su piel.
Su figura está envuelta en un velo etéreo, irradiando brillo bajo la luz del templo. Sus ojos, antes almizclados, empiezan a perder su tonalidad, ahora reflejan una profundidad oscura.
Una calma inusual se posa sobre ella, mientras su respiración adopta un ritmo pausado y cadencioso. Su cuerpo se balancea con suavidad, como las mariposas danzando en la floración.
Elevándose a unos metros del suelo, los músculos de su rostro se relajan y sus párpados descienden, cerrando la conexión con el mundo exterior.
De repente, su postura se vuelve rígida, las venas de su famélico cuerpo resaltan.
El emperador tiene la mirada perdida en la joven, que retuerce su insignificante figura. Como si le recordara a cierta mujer, con la misma cabellera ondulada castaña.
Tras un breve momento, un sutil sonido comienza a surgir. La pitonisa alcanza un estado de suspensión entre la realidad y un plano desconocido. Mueve los labios murmurando el primer mensaje:
—En el décimo día del octavo ciclo, los espectros carnales emergerán con un deseo voraz, su hambre barrerá el escondido valle, donde las energías de Obsidian entrelazan destinos en la penumbra.
Ella lo repite tres veces, con sus ojos vacíos. De golpe se detiene.
Mientras su mente se sumerge en un universo aún más profundo, algo parece cambiar.
Las gotas de sudor caen sobre su rostro y rechina los dientes. Tensa la mandíbula y se aferra a sus brazos, como si se negara a dar un mensaje.
Una vena gruesa late en su frente; toma su cabeza y la sacude.
Después de varios minutos de presionar desesperadamente su garganta, reteniendo las palabras, finalmente cede.
El semblante se calma, los brazos se distienden y el rostro queda inexpresivo.
—En los velos del engaño, ocultos ante la mirada del divino, yace la ruina del emperador. Su sendero conducirá al hombre hacia las sombras, desgarrando nuestro universo habitado. —Su voz comienza a hacer eco entre las paredes huecas del templo—. Aquella dama, de cabellera blanca que refleja el fulgor boreal, se ha convertido en presa de la impostora. La oscuridad ha arribado a Obsidian. El mal se anida en la mujer farsante que teje con lenguas de artificio. Es urgente desentrañar su ser.
El humo negro llena la esfera.
La garganta de Darius se seca, pero algo le resulta extraño.
Está seguro de que antes de que la imagen se disolviera logró vislumbrar las lágrimas de esa joven que se deslizaba hacia el suelo, como una ligera hoja seca en otoño.
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